Columna de Juan C. Portales, Gonzalo Urrutia y Felipe Alessandri: El intruso carismático

Foto: Andrés Pérez


De acuerdo con la última Encuesta Nacional Bicentenario UC 2022 (realizada entre octubre de 2022 y marzo de 2023), una mayoría de chilenos (mayor al 60%) opina que hoy existe un gran conflicto entre el gobierno y la oposición, izquierda y derecha, ricos y pobres, el Estado chileno y el pueblo mapuche, o chilenos e inmigrantes.

A la opinión de creciente conflicto se añade una falta de confianza ya permanente respecto a la capacidad de la institucionalidad y elite vigente (gobierno, partidos políticos, parlamentarios, empresas o tribunales de justicia) para dar solución a brechas sociales y materiales históricas. Menos del 30% cree en la posibilidad que una persona de escasos recursos pueda salir de la pobreza; que una persona de clase media llegue a tener una buena situación económica; o que cualquier trabajador pueda comprar su propia vivienda o una pensión de retiro digna. En general, la expectativa de progreso económico en los próximos cinco o diez años (movilidad intrageneracional) ha seguido retrocediendo, al tiempo que la comparación de la posición actual con respecto a la que tenían los padres a la misma edad (movilidad intergeneracional) se muestra cada vez menos favorable.

Esa proyección personal y de sociedad negativa corre en paralelo a una desafección de ciertos valores que generan una identidad compartida y sentido de pertenencia. Para un importante número de encuestados las mascotas son más importantes que pasar tiempo con los amigos. La alimentación, el deporte o la vida saludable hoy generan mayor identificación que la solidaridad o la participación social. Y una mayoría entre los 18 y 44 años se siente poco parecida al resto de sus compatriotas.

Una mayor fragmentación social y debilitamiento de la confianza en las instituciones de la democracia, sus liderazgos y los valores constitutivos de una identidad y cultura compartidas, son alimentados también por formas de relacionamiento virtuales o digitales que exacerban una adhesión estética a ideas o prejuicios irracionales y poco dialogantes, y generan comunidades más polarizadas. Aunque la cognición individual siempre está mediada por el grupo, la exposición selectiva a las opiniones afines en redes sociales ha catalizado este fenómeno. Un reciente estudio de Llorente y Cuenca-LLYC, titulado “The Hidden Drug” o la “Droga Oculta”, que analiza la conversación de los últimos cinco años en 12 países de Iberoamérica y Estados Unidos (procesando más de 600 millones de mensajes en redes sociales mediante análisis de Big Data e Inteligencia Artificial), identifica el poder adictivo y las temáticas asociadas a la polarización del debate público. En el caso de Chile, la polarización no sólo ha aumentado cerca de un 40% en los últimos 5 años. Los datos muestran que temas como la inmigración (un 20,57% del total), los derechos humanos (17,17%) o incluso la libertad de expresión (+11,2%) generan un alto grado de confrontación.

La respuesta desde parte importante de la institucionalidad política e incluso empresarial cuestionada, es la del populismo como sectarismo intelectual que dialoga sólo con los propios, con su barra brava. Antes que establecer discursos que llamen al consenso, la racionalidad o la mediación, apuntan más bien a exacerbar las diferencias y el desencuentro (la antítesis de “la conexión de la divergencia” como planteaba la última edición de Enade). La alternativa a este vacío comienza a ser llenada con narrativas encarnadas por “intrusos carismáticos”. En palabras de Daniel Innerarity (“El populismo como síntoma”), este intruso no sólo emerge y se consolida porque la política y las instituciones democráticas no han conseguido traducir institucionalmente unos sentimientos ampliamente extendidos en ciertos sectores de la población, que ya solo confían en quien promete lo que no puede proporcionar. Sino porque es la misma elite mediadora la que sucumbe al encanto facilista del intruso. Elite que al igual que el populista, moviliza los recursos emocionales desde la esperanza al miedo y no viceversa (basta ver la franja para el Consejo Constitucional convertida en una oda a la inseguridad).

¿Qué hacer? La salida a este desencuentro institucional y social sigue estando en la propia institucionalidad política y económica que conocemos y no en intrusos que siembran odio en franjas, foros y redes. Es tarea de ella abordar con urgencia en contenido y forma, los factores gatillantes de una polarización y adicción a la confrontación política y social. Factores más relacionados con comportamientos y políticas estructurantes de desconfianza, que con discusiones artificiosas y frases para la galería que sólo buscan defender agendas personales y paralizantes.

Por Juan Cristóbal Portales, Director General LLYC Chile, Felipe Alessandri y Gonzalo Urrutia, Consejeros LLYC Chile.

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