Opinión

Déficit 2025-2026: metas con sesgo a la baja

Déficit 2025-2026: metas con sesgo a la baja Andres Perez Andres Perez

A mitad de año la aritmética de la meta fiscal no calza sin un salto inusual en los ingresos. A junio, los ingresos del Gobierno Central acumulan 4,3% real; el mes cerró con una caída de 3,2% en el total y de 5,8% en los tributarios netos por devoluciones de renta extraordinarias y una base alta. Para cumplir la proyección de 2025, el segundo semestre debería anotar alzas del orden de 11%–12% real; el año pasado, ese tramo creció 7%.

Hacienda y la Dipres mantienen como escenario base PIB 2025 de 2,5%, balance estructural de –1,8% y deuda bruta cerrando en 42,2% del PIB, con un crecimiento de ingresos efectivos de 8,4%. En paralelo, rige la meta de déficit estructural (BCA) de –1,6% para 2025 y –1,1% para 2026, comprometida en el decreto en trámite.

Hacienda ha subrayado que el efecto de los nuevos aranceles externos sobre la actividad y los ingresos “para este año es mínimo”. En suma: es difícil culpar a un shock externo si hay desvíos; el foco vuelve a supuestos internos (elasticidades, composición de la base, calendario de devoluciones) y a la consistencia entre proyecciones y ejecución.

Además, parte del “buen arranque” fue transitorio (impuesto sustitutivo ligado a reconstrucción), y al diluirse ese impulso aflora la recaudación “de fondo”, hoy estrechamente ligada a un crecimiento moderado y con señales de enfriamiento en la base no minera. La propia Dipres reconoce que el cumplimiento exige que en el segundo semestre los ingresos fiscales crezcan en dos dígitos, apoyado en royalty y rezagos de Operación Renta.

¿Son alcanzables las metas? Con la información a junio y el IFP vigente, cerrar 2025 en –1,6% es posible sólo si la recaudación de julio–diciembre crece ~11–12% real y el gasto se ejecuta dentro de la pauta. Si esas condiciones no aparecen en evidencia dura durante agosto–septiembre, la probabilidad de desviación aumenta. Para 2026, –1,1% exige, además, que la base no minera repunte de forma permanente (sin apoyos transitorios) y que la consolidación estructural continúe sin relajamientos. Con crecimiento moderado y una composición sectorial con más informalidad/exenciones, la elasticidad de la recaudación respecto del PIB tiende a 1 o menos; prometer saltos de dos dígitos sin cambios en la base o en el nivel de cumplimiento es frágil.

Qué hacer. Primero, si no hay señales de una base imponible más dinámica ni de cumplimiento más estricto, corresponde ajustar el gasto, para proteger la senda estructural. Segundo, ordenar la comunicación: metas realistas, supuestos prudentes y planes de corrección anunciados antes de que los ingresos efectivos desmientan el escenario. Ya se acumulan revisiones sucesivas de proyecciones de déficit efectivo y balance estructural estimado; esto daña la credibilidad de la política fiscal si no se acompaña de correcciones tempranas y claras.

Las metas de –1,6% (2025) y –1,1% (2026) son alcanzables, pero condicionadas y con sesgo a la baja. Lograrlas exige un segundo semestre poco habitual sin cambios de base ni de cumplimiento que hoy no están a la vista. Si no se corrige a tiempo, el ajuste se desplazará a 2026 en peores condiciones: menor credibilidad de la regla, prima más alta y menos espacio para inversión pública prioritaria. En finanzas públicas, las cuentas siempre cierran: la pregunta es si las cierra este gobierno ordenadamente o el siguiente, a un costo mayor.

Por Mauricio Villena, decano Facultad de Administración y Economía UDP

Más sobre:HaciendaDipresPIBdéficit estructural

Contenidos exclusivos y descuentos especiales

Digital + LT Beneficios$3.990/mes por 3 meses SUSCRÍBETE