Definiciones esenciales de la centroizquierda frente a las primarias

El sector comete un error de proporciones al buscar una unidad de todo el arco de la izquierda sin antes trazar las fronteras ideológicas del acuerdo, y sin fijar límites claros a las fuerzas más disruptivas.



En las últimas semanas, dirigentes de partidos de la centroizquierda han desplegado considerables esfuerzos para reunir a todas las candidaturas que en este momento representan a la izquierda -incluidos Daniel Jadue, del Partido Comunista, y Pamela Jiles, del Partido Humanista-, a fin de que todos converjan a las primarias presidenciales de julio. Con ello se podría asegurar una candidatura fuerte, que destrone a la centroderecha.

Aunque por ahora las diferencias entre los distintos sectores que conviven dentro de la izquierda chilena se observan muy difíciles de poder ser zanjadas en tan corto plazo, ya se han conformado instancias que están trabajando sobre lineamientos comunes, o “mínimos programáticos”. Probablemente dentro de la centroizquierda existe el convencimiento de que si la mayoría de los partidos y fuerzas de oposición convergen en la primaria, sus chances de que alguien de sus propias filas resulte triunfador aumentan, con la ventaja de que esta vez contaría con el respaldo de buena parte de la izquierda, incluido el Frente Amplio.

Pero los sondeos de opinión no juegan a favor de la centroizquierda en este momento. Sus candidaturas más representativas -Paula Narváez (PS), Heraldo Muñoz (PPD), Ximena Rincón (DC) y Carlos Maldonado (PR)- han mostrado escasa capacidad para marcar en las encuestas, algo que ha sido motivo de preocupación entre sus dirigentes. Por el contrario, quienes aparecen liderando claramente las preferencias dentro de la izquierda son Daniel Jadue y Pamela Jiles, figuras que desde luego sustentan propuestas programáticas mucho más radicalizadas, y que han sido muy críticas con el legado de la ex Concertación.

Los dirigentes que buscan una candidatura unitaria como el gran objetivo no parecen calcular, sin embargo, el riesgo que supondría para sus propias pretensiones que alguna de estas dos figuras termine triunfando. Tal circunstancia constituiría un hecho devastador para los sectores más moderados, diluyendo su presencia en favor de las fuerzas más extremas, y permitiendo que sean estas visiones las que sigan definiendo el tono y dirección del debate público.

El clima político que se ha apoderado del país está marcado por fuertes polarizaciones, y desde luego por inquietantes pulsiones populistas. Una fuerza política responsable no solo tiene el legítimo derecho de aspirar al gobierno y dar visibilidad a los suyos, sino que por sobre todo tiene la responsabilidad de velar en la mejor forma posible por los intereses del país.

Las propuestas programáticas que ha sustentado el Partido Comunista representan un giro radical respecto de las políticas que habían permitido al país niveles de prosperidad y crecimiento sin precedentes. Pero todavía más preocupante es la visión que representa Jiles, quien como pocas ha encarnado el populismo en su máxima expresión. Para ello no ha trepidado en superponer sus propios intereses personales, favoreciendo a familiares y lanzando promesas destinadas al fracaso, como la devolución de los montos girados desde la AFP a raíz de los retiros del 10%. Bochornosa ha resultado también la forma en que ha buscado ganar notoriedad pública, ya sea insultando a sus adversarios o a las autoridades, o bien recurriendo a despliegues escenográficos en el propio hemiciclo.

La centroizquierda debe ser capaz entonces de trazar límites claros, no solo para proteger su propio legado y preservar las posturas ideológicas que mejor la representan, sino también para dar una señal de que aspirar al poder no puede ser a cualquier costo. En tal sentido, sus desafíos inmediatos, antes que buscar una primaria unitaria a toda costa, han de ser si una futura coalición abarcaría a fuerzas como el Partido Comunista, caso en que es previsible que sea esta mirada la que termine prevaleciendo, y si habrá espacio o no para figuras que tanto daño causan a la democracia, como es el caso de Jiles. Sin estos límites claros, la centroizquierda corre el serio riesgo de seguir diluyéndose, lo que no es una buena noticia para la estabilidad del país.

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