Opinión

Democracia liberal y DD.HH.: dos conceptos que se divorcian

Democracia liberal y DD.HH.: dos conceptos que se divorcian AP Photo/Andres Leighton Andres Leighton

Se ha tendido a esfumar la noción de las democracias liberales como el régimen político anclado en la civilización que entronizaba con los derechos humanos. Es decir, hace algún tiempo -después de la era colonial europea y las dos guerras mundiales- llegamos a percibir que la democracia liberal era el sistema político que brindaba las mejores garantías y promoción de la dignidad de las personas. Sin embargo, estamos asistiendo al divorcio entre la democracia procedimental y el respeto a la dignidad de las personas.

En tiempos posmodernos observamos narrativas que nos presentan una desvinculación antropológica de los individuos sin sentido político trascendente, por tanto, desconocen la verdad, la belleza y la bondad.

Lo observamos en representantes de diversas “democracias” que ganan elecciones a través de estrategias que alimentan el odio, el miedo, la supremacía racial, la violencia arbitraria del Estado, desconocen los acuerdos y los aportes científicos. En efecto, manifiestan una actitud de desinterés por la noción de justicia y promueven un sistema sin reglas. Ideal para los más aptos o poderosos.

Esa forma de ser y entender el mundo habría nacido junto al ethos predominante que impulsó la globalización financiera, el cual apartó la moral de las relaciones económicas y políticas, acelerando un mundo caótico al servicio de la concentración de poder en todas sus formas, cuyas consecuencias las percibimos con gran intensidad casi cincuenta años después, con el fin de facto del régimen internacional existente desde 1945.

La anomia con el respeto a los derechos de los demás y el incumplimiento de las obligaciones son noticias de todos los días, ya sean de inmigrantes, palestinos, ucranianos, desplazados a causa del cambio climático, enfermos, ancianos, persona en situación de calle, entre muchos “otros”.

Actualmente las democracias están más lejos de perseguir el ideal de una comunidad que nos dé sentido de pertenencia y una visión compartida, sino que, por el contrario, en general se muestran sin capacidad de entendimiento, polarizadas y fragmentadas debido a brechas que han sido larvadas por grupos de interés.

En consecuencia, democracias con doble racero frente a crímenes internacionales; democracias que no buscan comprender las causas de los fenómenos sociales y políticos como la migración descontrolada; democracias que imponen sus intereses a los demás sin el menor sentido de lo justo; y también las que incumplen lo acordado. Todas esas “democracias” están socavando el sentido de la vida en común y abriendo un camino de legitimidad a los regímenes autocráticos, los cuales no se amparan en la protección de los derechos humanos, pero tampoco en la hipocresía entre el decir y el hacer.

De nosotros dependerá que las democracias renueven el compromiso con los DD.HH., por tanto, de la dignidad de las personas.

Por Jaime Abedrapo, director de Derecho Público y Sociedad USS

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