Diálogo entre el régimen y la oposición venezolana

Guaidó-Maduro

Es responsabilidad de las partes y de quienes auspician esta enésima negociación que no se convierta en un nuevo intento fallido. La gravedad de la crisis exige soluciones concretas.



El régimen de Nicolás Maduro y la oposición venezolana se aprestan a iniciar en México una nueva ronda de conversaciones para intentar abrir la puerta a una salida negociada a la crisis de ese país. Será la cuarta ocasión en que ambas partes se reunirán en los últimos cinco años y la décima desde el inicio del régimen chavista a fines de la década del 90. Un historial que obliga a limitar las expectativas del espacio que se concretará en México, previsiblemente a partir del viernes 13 de agosto. Los últimos tres procesos iniciados desde el 2016 a la fecha, auspiciados por el Vaticano y por el gobierno de Noruega, terminaron en nada luego del rechazo del gobierno de Maduro a abrir la puerta a un proceso electoral libre y que diera garantías a todas las partes. Incluso tras el último intento fallido en Barbados, Maduro convocó a unas elecciones cuestionadas por la oposición y la comunidad internacional en la que aseguró su reelección.

El diálogo en México, de concretarse, exige disposición de ambas partes para lograr un acuerdo. Sin embargo, las exigencias puestas por el propio gobernante venezolano despiertan interrogantes sobre su verdadero compromiso por avanzar. A mediados de julio pasado, cuando abrió por primera vez la puerta a las negociaciones, aseguró que éstas se realizarían solo bajo tres condiciones: que se levantaran las sanciones internacionales, que se reconociera a todos los poderes públicos -en clara referencia a los cuestionamientos que ha recibido tanto la elección de la Asamblea Nacional como su propia reelección-, y que todas las partes renunciaran a apoyar eventuales aventuras golpistas. Nada dijo sobre abrir el camino a un proceso electoral limpio y transparente como ha planteado la oposición y que aparece hoy como la única opción para sacar a Venezuela de la profunda crisis política, económica y social que atraviesa.

En la medida que la situación actual se mantenga y no se abra la puerta a la recuperación de la democracia en el país, parece difícil confiar en que el diálogo en México termine dando frutos. La situación económica de Venezuela es cada vez más dramática, como lo advirtió hace algunos días el Grupo de Trabajo de la OEA sobre migrantes y refugiados venezolanos. No solo un tercio de la población enfrenta inseguridad alimentaria, sino que de mantenerse las condiciones actuales es previsible que el éxodo de venezolanos supere la magnitud de la crisis de Siria, con la salida de más de 7 millones de personas para inicios de 2022, cerca de un 20% de la población. Los países garantes de las negociaciones -Noruega, México y Rusia- y la propia oposición venezolana deben abogar por que éstas den frutos y no se conviertan en otro intento del régimen por ganar tiempo e intentar legitimar su poder, como ha sucedido en los procesos anteriores.

La actual situación humanitaria y el colapso institucional de Venezuela exigen actuar con urgencia, más aún en el escenario actual, donde algunos alertan sobre el descontrol de la pandemia a causa del retraso de la vacunación y la escasez de insumos médicos en el país.

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