Distorsionada concepción de la riqueza

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En una buena ilustración de la visión de la izquierda parlamentaria más extrema, antes del receso legislativo diputadas comunistas y del Frente Amplio presentaron un proyecto de reforma a la legislación que regula las herencias. La propuesta busca establecer un tope máximo absoluto, en cuatro mil millones de pesos, al monto posible de dejar como herencia. Explicando el proyecto, una diputada de Revolución Democrática enfatizó la motivación distributiva tras el proyecto. "Esta iniciativa busca repartir mejor la torta, acabar con la acumulación excesiva de riqueza y promover que el flujo de dinero circule en toda la sociedad". Las consecuencias de la propuesta para el desarrollo de la economía no fueron mencionadas.

A comienzos del siglo XIX Malthus describía lo posible de observar en un mundo sin innovación, sin cambio tecnológico y, por ende, sin formas de capital susceptible de acumulación: la miseria como condición de equilibrio para limitar la población a aquella capaz de sobrevivir con los alimentos posibles de producir en una determinada zona.

Lo que hoy permite esperar que la población ya no deba permanecer fija y en condiciones de miseria, sino creciendo y experimentando bienestar creciente, son la innovación y el cambio tecnológico. Desde la primera Revolución Industrial -que Malthus no alcanzó a percibir- el mundo experimenta hoy la Cuarta Revolución Industrial. Y ya no está en discusión que el progreso y bienestar de un país depende de que haya establecido los incentivos para que su población involucre conocimientos, inteligencia y esfuerzo en la creación y adaptación de tecnologías y formas cada vez más eficientes de gestión de recursos, genere ahorros que puedan financiar el capital necesario para desarrollar los procesos productivos, y esté estimulada a tomar riesgos desarrollando empresas que transformen ahorros, esfuerzos e ideas en bienes y servicios

Frente a un mundo que ha buscado seriamente el progreso, y que a partir de esa motivación ha llegado a valorar la educación, la propiedad privada, estructuras tributarias sensatas, mercados competitivos, o sistemas de patentes industriales, como las instituciones capaces de transformar el afán de lucro en beneficios crecientes para la población de un país, las diputadas promueven una definición más simple: sobre un cierto monto de riqueza acumulada, cualquier ganancia adicional iría en su totalidad al fisco.

La propuesta, que restaría todo incentivo a seguir esforzándose a quien ya logró el monto de riqueza definido por las parlamentarias, hace sentido si no se valora en absoluto el bienestar (bienes, servicios, empleos, etc.) que habrían generado los empresarios que en virtud de esta propuesta desistirían de trabajar gratis. Alternativamente, la propuesta puede entenderse si se confía en que esos empresarios se comportarían como el "hombre nuevo", que aun sin ninguna recompensa sigue haciendo su mejor esfuerzo por razones altruistas. Si no se puede confiar en el altruismo absoluto, cabe concluir que habría pérdida de bienestar, y que se sacrificarían gravemente las posibilidades de innovación y desarrollo a cambio de evitar "la acumulación excesiva de riqueza".

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