El conservadurismo reclama atención
Volvamos a lo que discutimos hace dos semanas. De ser cierto que avanzamos hacia un escenario posliberal, será fundamental que al próximo gobierno se le deje hacer. De lo contrario, seguiremos teniendo claridad sobre cómo Kast puede fracasar, pero sin idea alguna de cómo puede llegar a irle bien. En el fondo, prevalecerá la obstrucción sistemática del conservadurismo por parte de izquierdas y derechas que compiten para ver cuál de ellas es más progresista y capaz de oponerse a supuestos reaccionarios. ¿Es esto lo que necesita el país? ¿Junto con más de lo mismo en promesa desde el 88?
Admitamos al menos que este triunfo electoral se deberá a que el gobierno frenteamplista-comunista ha dejado tal desastre que no basta con recuperar índices económicos, volver eficiente al Estado y retomar la senda consensual del 91. Hemos visto que se apoderaron del Estado e instituciones públicas, y que el nuevo liderazgo de izquierda es, de por sí, incompetente; consideran los fondos públicos un botín para su militancia, sin cargos de conciencia, y ven que sus mayores, los socialistas y DC, le brindan el amén. Es más, todos los que han gobernado hasta ahora han contribuido con su cuota a lo infernal que ha devenido la seguridad, la educación y la salud públicas. Y hasta la derecha progresista nostálgica de la dupla de Bachelet-Piñera estima a Boric un buen candidato futuro para que se vaya turnando con un Kast domesticado.
En cambio, un conservadurismo bien calibrado puede generar políticas impensables para el progresismo de izquierdas y de derechas. Políticas dirigidas a proteger a los sectores bajos y medios bajos, ofreciéndoles seguridad pública en serio, acceso meritocrático a la educación pública de calidad, viviendas dignas (no dejar que se tomen terrenos), y fomentar la natalidad, siendo dichos segmentos los que tradicionalmente contribuyen a ella. A los sectores medios y altos, ofrecerles un reforzamiento del valor de las instituciones públicas (afirman el pluralismo), frenar los sesgos preferenciales clasistas y de otro tipo (discriminaciones afirmativas, cuotas), comenzar a desmantelar el “nanny state” y favorecer la gradualización en vez del ultrismo radical. Y a todos, asegurarles que a lo que se aspira no es eliminar lo logrado a grandes trancos, sino moderar. La modernidad puede ser ineludible, pero produce monstruos y hay que hacerse cargo de ellos.
A lo cual me responderán que mejoras como las mencionadas tienden a ser ignoradas. Conforme, pero si es así, pregúntense quiénes son los reaccionarios. Y, ojo, de no constatarse ninguna de estas mejoras, o sólo parcialmente, relegando al nuevo gobierno a una función meramente administrativa piñerista, la opción populista de derecha va a ser más atractiva y se perderá la posibilidad de amortiguar fantasías delirantes.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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