El desafío de los candidatos es convocar un electorado indeciso

Que el 50% de la población no manifieste quién quiere que sea Presidente, habla de que el principal desafío de los contendores es conformar un programa de gobierno que haga sentido a los electores.



Uno de los datos más llamativos de la encuesta CEP dada a conocer esta semana, es que el 50% de las personas consultadas no tiene preferencias sobre los candidatos aspirantes a La Moneda. Se trata de una cifra extremadamente alta, considerando que faltan dos meses para la elección presidencial, algo inédito desde el retorno a la democracia. En todas las contiendas anteriores, a estas alturas ya había un candidato favorito, en contraste con esta elección, donde no hay certeza alguna.

Hay que hace notar que el alto porcentaje de personas que aún no sabe o no contesta esta pregunta no se refiere a por quién va a votar, que es una aseveración más fuerte, sino quién le gustaría que fuera Presidente. En este sentido, la mitad de la población no tiene preferencia sobre la candidatura que quisiera para gobernar el país en los próximos años, lo que refleja un nivel de desafección muy alto, algo que contrasta con el nivel de desafíos a los que se encuentra enfrentado el país. En efecto, en momentos en que se están cuestionando muchas de las ideas que han regido a Chile durante las últimas décadas -partiendo por la Constitución-, es inquietante que la gente no tenga claro quién es el llamado a dirigir los cambios.

De esta forma, esta y otras encuestas dan cuenta de que estamos frente a una carrera abierta, donde si bien hay dos candidatos mejor posicionados, Gabriel Boric y Sebastián Sichel, ninguno de ellos aún es capaz de aglutinar ni entusiasmar a una mayoría. Un desafío no menor considerando el poco tiempo que falta para la elección, que de no superarse puede devenir, entre otras cosas, en un alto nivel de abstención.

Las explicaciones para lo anterior pueden ser varias. En primer lugar, está el hecho de que por primera vez en 15 años los electores se ven enfrentados a candidatos distintos a Bachelet y Piñera. Esto, que también es una anomalía en la historia política, da cuenta de que la ciudadanía, si bien quiere rostros nuevos, también tiene problemas para identificarse con alguno de ellos. En parte porque hay mucho desconocimiento acerca de sus capacidades para dirigir el país, algo que no sucedía con Bachelet y Piñera, donde sus atributos estaban claramente identificados por los electores. Los actuales candidatos son, en general, “rostros” e historias de vida, pero hasta ahora no han podido establecer claramente un conjunto de propuestas que convoquen a una mayoría.

Esta falta de un relato aglutinador es lo que está pasando la cuenta a los distintos aspirantes a La Moneda, algo que habla bien del electorado, porque más allá de las simpatías e historias personales, sugiere que se está exigiendo un programa consistente y que esté a la altura de lo que necesita el país. Tener un diagnóstico claro, capacidad para liderar los cambios, mostrar preparación para el cargo, parecen conformar la demanda actual. Y queda muy poco tiempo para que asuman el desafío.

Sin embargo, la misma encuesta CEP entrega algunas pistas. Pese a los turbulentos tiempos que hemos vivido en los últimos años, y los deseos de cambio, el electorado se muestra con opiniones muy moderadas en numerosas materias críticas. Existe hoy, por ejemplo, un alto respeto a la democracia, al tiempo que baja en forma significativa el apoyo a las manifestaciones iniciadas el 18 de octubre del 2019. En cuanto a las prioridades, la delincuencia vuelve a ser el problema central de los chilenos, desplazando el tema de las pensiones. Todo esto significa que el país, si bien está exigiendo cambios, quiere que se hagan con respeto a la democracia e instituciones. Y algo muy relevante: privilegiando los acuerdos.

Es en este escenario donde los candidatos deben desplegar propuestas mucho más concretas, que hagan sentido y de paso convencer a los electores de que tienen los atributos y liderazgos para llevarlos a cabo en un ambiente sin conflictos. Y entender que, hasta ahora, su principal desafío no es diferenciarse de sus contendores, sino más bien convocar a una gran mayoría que se muestra sin preferencias y un tanto indiferente al proceso. Más que atacarse entre ellos, deben centrarse en desplegar programas de gobierno que hagan sentido a los electores.

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