Fuerte encarecimiento de los créditos hipotecarios
Muchas familias ya no podrán hacer realidad el sueño de la vivienda propia. El fuerte retroceso experimentado en el financiamiento hipotecario es la consecuencia directa de políticas que están desarmando una institucionalidad que sustentó el crecimiento económico de las últimas décadas y la profundización del mercado financiero.
Los retiros de fondos previsionales obligaron a las AFP a liquidar masivamente títulos de deuda y elevaron el riesgo de otorgar rentas vitalicias a las compañías de seguros de vida, encareciendo el financiamiento de largo plazo. Una consecuencia directa de ello es que si hasta hace solo unos meses se podía acceder a préstamos hipotecarios hasta 30 años plazo, con 10% a 20% de pie y tasas de interés fija en torno a 2% real anual, hoy los plazos se han acortado fuertemente, se exige un pie mayor y las tasas se han elevado. El propio Banco Central ha alertado que “los plazos y la proporción del pago al contado han retornado a los niveles observados 20 años atrás”.
Quien aspire hoy a adquirir una vivienda con financiamiento hipotecario, además de tener que aportar ahorro previo en un nivel muy superior, deberá cancelar un dividendo mensual incrementado en 20% o 30%. Muchos jóvenes que habrían podido adquirir una vivienda propia ya no contarán con el ingreso exigido para acceder al préstamo, que se ha elevado en proporción al dividendo a pagar. Los que aún califiquen deberán hacer mensualmente un esfuerzo muy superior para servir su deuda. Si bien esto es doloroso -para toda una generación “el sueño de la casa propia” se ve ahora lejano-, es solo un anticipo de las limitaciones severas que derivarían de la disposición de ciertos sectores que insisten en abandonar las bases macroeconómicas y piezas esenciales de la institucionalidad en que se ha sustentado el progreso del país.
Desde 1980 el Fisco buscó eliminar su tradicional desahorro y aumentar el ahorro nacional. La disciplina fiscal amplió en torno al 6% del PIB la tasa de inversión sostenible sin afectar las cuentas externas y sin inflación. Ese esfuerzo por ahorrar está siendo sustituido por un ánimo de incrementar hasta en 8% del PIB el gasto fiscal, lo que traería al país de vuelta a las limitaciones de ahorro de los años 70.
También desde los años 80 -y luego perfeccionado por los gobiernos que siguieron a partir de 1990-, el desarrollo del sistema previsional de capitalización individual aportó ahorro con objetivos de largo plazo, de las AFP para acumular el capital que financia las pensiones de vejez, y de las compañías de seguros de vida para respaldar rentas vitalicias. La intención de evolucionar hacia un sistema previsional de “reparto” va a diluir el peso del ahorro con objetivos de largo plazo, y por ende las posibilidades de endeudarse a esos plazos.
Las décadas de gestión anclada en conceptos macroeconómicos bien establecidos y orientada a perfeccionar una economía libre fueron ampliamente exitosos. Al pretender prescindir de esos fundamentos, equivocadamente se busca sustituirlos por un rol potenciado del Estado, para crecer y superar la desigualdad así como el “extractivismo”. Los primeros pasos en la nueva dirección están limitando el acceso de la clase media a la adquisición de la vivienda propia. Este incipiente encarecimiento del financiamiento hipotecario constituye una oportuna advertencia sobre los riesgos a los que se puede enfrentar la economía y las consecuentes pérdidas de bienestar, sobre todo para los sectores más vulnerables.
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