Investigación en las universidades



SEÑOR DIRECTOR

A veces se pierde la perspectiva sobre el asunto de fondo que subyace al debate que hoy se libra a propósito de la discusión presupuestaria sobre financiamiento a la investigación en las universidades chilenas.

Primero, es incuestionable que Chile destina pocos recursos a la creación de nuevo conocimiento, de calidad y pertinente a las necesidades del país, y cuya fuente intelectual, por vocación, son precisamente las universidades. Se invierte poco en ciencia, tecnología e innovación, bienes públicos que pueden hacer más competitiva a la economía chilena, agregar valor a sus exportaciones y elevar su productividad, dando impulso a su PIB potencial, que hoy no supera el 2,0%. Y sin crecimiento económico, no hay empleo ni desarrollo social. Segundo, poco se invierte en el estudio de las humanidades y las ciencias sociales, áreas formativas para entender y encauzar la vida de los chilenos en el complejo orden social de la modernidad. Tercero, el problema no está tanto en el nivel de gasto público a la educación superior, que como proporción del gasto total es el doble del promedio de la OCDE, sino en su distribución. En efecto, al instalarse la gratuidad como modelo de financiamiento estudiantil, que el 2021 llegará a U$ 1.500 millones, se restringen los espacios para canalizar más aportes públicos para la investigación. Es políticamente incorrecto decirlo, pero que es una verdad insoslayable, qué duda cabe.

Finalmente, es paradójico que la nueva ley sobre aseguramiento de la calidad exija que, para acreditarse, todas las universidades generen nuevo conocimiento que impacte “en la docencia de pre y postgrado, en el sector productivo, en el medio cultural o en la sociedad”. Dejó de ser optativo y pasó a ser un imperativo. Si investigar es una exigencia, y las universidades ven reducidos márgenes para financiarla, especialmente aquellas que no cuentan con fondos basales, ¿cómo ellas podrán responder a esa obligación si los recursos públicos no crecen?

Es evidente que las universidades chilenas enfrentan una encrucijada. Se les pide ser agentes de cambio para contribuir al progreso económico, social y moral de nuestra sociedad, pero cada año se ven mayores dificultades para alcanzar tan elevados fines.

Carlos Williamson

Rector Universidad San Sebastián

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