
Jara - Bachelet: hacia una comparación total

El resonante triunfo de Jeannette Jara en las primarias vino acompañado de análisis que pretenden explicar cómo una candidata comunista -es decir, con una especie de handicap político- logró vencer a una que no lo es (Carolina Tohá).
Las respuestas, invariablemente, corren por el lado de los atributos personales. Y en esa cancha, la comparación es con Michelle Bachelet, la primus inter pares.
Es cierto, ambas poseen el carisma de la autenticidad y la simpatía, con lo que logran conectar horizontalmente con los electores. También llevan el sello de la protección social.
Sin embargo, es simplista concluir que el éxito de Jara se debe a eso. Y más lo es si es que se extrapola a la elección de noviembre, pues Bachelet fue una tromba electoral nacional, y Jara aún está por probarlo. Esto, pues no es seguro que el reciente triunfo de la candidata comunista sea un baño de popularidad transversal, sino un fenómeno intersectorial de una izquierda que sólo definió hegemonías e identidades.
Es así como la comparación Jara-Bachelet debe introducir otros elementos de orden político.
El primero que emerge es que Jara, tanto como Bachelet, encarna cierta necesidad de renovación de liderazgos y de transformación social, en un cauce amable. Su triunfo parece indicar que las brasas del estallido social no están del todo apagadas y que la vacuna anticomunista y anti movimientos sociales posterior al plebiscito de 2022 no ha sido del todo efectiva.
Otra comparación es que se está sintiendo “olor a asado” en el comando de Jara. Es decir, la candidata tomó el trinche y el delantal, y parece estar en condiciones de repartir carne para todos, algo similar al clima previo de la llegada de Bachelet de New York en 2013. Esto, pues emerge cierto optimismo en el sector, el que puede explicarse por las fuertes señales de unidad post primarias -pese a las diferencias irreconciliables, y ante la necesidad de disciplina para componer las plantillas parlamentarias-, y por las cuentas más o menos alegres que los lleva intersubjetivamente a sentir que la elección no está perdida (aunque no es claro que los PPD y PS quieran fotos con Jara en sus campañas).
Sin embargo, la comparación Jara-Bachelet no termina aquí. Se tiende a olvidar que Bachelet terminó su periodo con una aprobación menor al 40%, entregando la sucesión a Sebastián Piñera. Algo que no fue solo por el Caso Caval, sino porque sus aliados actuaron bajo intereses egoístas y solapados, y sin coherencia respecto de la línea planteada por la mandataria. No hay que olvidar el antiépico capítulo en que el senador DC Jorge Pizarro evidenció que no se leyó el Programa, o la renuncia del ministro de Hacienda Rodrigo Valdés por la decisión de su jefa de no respaldar Dominga.
Ante eso, urge que Jara amarre un Programa que refleje un acuerdo político sincero y que vaya definiendo rostros y liderazgos afines, en materia económica, más allá de la fallida incorporación de Nicolás Eyzaguirre.
Antes de verse rodeada por los adustos rostros de los barones del PS, Bachelet se protegió con círculos estrechos y cercanos de escuderos, como fueron Rodrigo Peñailillo o Ana Lya Uriarte, pero eso también impidió abrir el juego político. Una pulsión ante la cual podría incurrir también Jara, pero, esta vez, en la gramática de las lealtades del PC, un partido que considera antes el colectivo que cualquiera de sus militantes.
¿Podrá Jara escapar de los Barones del PC sin quedar atrapada en círculos estrechos?
Está por verse.
Por Cristóbal Osorio, profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Chile
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.