Columna de Juan Carvajal: Asumir el juicio ciudadano



Que el gobierno ingresó a una nueva etapa es muy evidente, no solo por la incorporación al comité político de rostros emblemáticos de la izquierda democrática, el ingreso del proyecto de reforma previsional al Parlamento y por el carácter que se le dio a su visita a La Araucanía. Aunque tarde, estas señales marcan el fin del proceso de adaptación y el comienzo de una gestión que, más allá de lo simbólico, tiene ahora la obligación de demostrar que su opción de cambios necesarios puede mantenerse en pie en un país que ha tenido virajes notables en materia económica, social, política y que se muestra hoy al mundo como un territorio inseguro, de alta violencia y donde el valor y respeto a la vida se ha ido perdiendo.

También el Chile de hoy tiene una elite política totalmente depreciada y sin conciencia del bajo valor que la ciudadanía le asigna. De hecho, mientras las fuerzas policiales (fuertemente rechazadas hace muy poco) han subido sustantivamente en la valoración popular, en la misma dimensión la política y sus instituciones aumentan la sanción negativa de su rol en todas encuestas.

De hecho cuesta entender que quienes representan con el voto popular a la ciudadanía, no perciban el claro rechazo que provocan actos como el de un senador que lleva una guitarra a La Moneda para burlarse del Presidente (quien, en un acto de honestidad, admite no haber tenido plena conciencia de lo difícil que es gobernar) u otras actitudes altisonantes de parlamentarios que buscan la pantalla o un titular noticioso en vez de proyectar que se legisla para resolver los graves problemas que afectan a la gente.

Ya hace un buen rato que el sentido de ser oposición se reemplazó por la crítica sin fundamento, que el reconocimiento a una virtud de quien gobierna dejó de ser parte del discurso opositor, sin asumir que las administraciones de cuatro años tienen un tiempo histórico breve y que, por ende, quienes fueron implacables hoy, van a tener oposiciones aun más feroces y peores condiciones para su gestión.

Es esta dinámica autodestructiva que daña a toda la política y que debilita la acción gubernamental la que es urgente desterrar. Entre otras razones, porque la víctima real de esta irresponsable forma opositora es una ciudadanía que eligió a unos y otros, para ser representados en su demanda de mejorar la calidad de vida de millones de personas que buscan y requieren mayor justicia social y mejor calidad de vida.

Es evidente que llegó la hora de deponer las estrategias de guerra, de anteponer los intereses y necesidades de las personas a cualquier otra consideración grupal, mezquina o de poder. Hay problemas como la seguridad pública, la violencia en La Araucanía y el mejoramiento de las pensiones, entre otros, que requieren de la voluntad de todos para convertirse en realidades transformadoras. Mientras más pronto converjan las voluntades, más rápido llegarán las soluciones para millones de chilenos y chilenas que exigen soluciones urgentes, especialmente para un 2023 que será muy difícil económica y socialmente.

Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom

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