“La vida es un derecho, no un deber”



SEÑOR DIRECTOR

El individualismo ha permeado en casi todos los aspectos y discusiones de nuestras vidas. Estamos permanentemente diciendo, de diversos modos, que “mi libertad llega hasta donde empieza la del otro”.

Esta forma de pensar se ha ido acomodando lo necesario para ser idónea como argumento en distintos temas controversiales: la autonomía del niño en relación con sus padres, la autonomía de la mujer para decidir “sobre su cuerpo”, la autonomía del paciente para terminar con su vida. Pareciera, entonces, que si logramos demostrar que el asunto en cuestión es uno de los que el individuo puede decidir sin “externalidades negativas” para terceros, ya está: hemos ganado la discusión, hemos llegado al final del problema.

Esta ideología está detrás de frases como “la vida es un derecho, no un deber”, usada insistentemente para argumentar en favor de la eutanasia. Es relevante recordar que de afirmar que algo es un derecho, no se sigue necesariamente que sea renunciable. Sin ir más lejos, las vacaciones y el post natal son derechos, y son irrenunciables.

En el caso de la vida, no solo hablamos de un derecho irrenunciable, sino directamente de un deber de conservarla (por los medios ordinarios), en cuanto es un bien que debe ser defendido más allá de la endiosada autonomía. Pretender que una decisión de este tipo constituye un mal solo para el paciente, es desconocer nuestra naturaleza sociable; el bien común es el bien de la persona en sociedad. Por ello, todos somos custodios de la dignidad de cada uno.

Rosario Corvalán

Equipo Legislativo

Comunidad y Justicia

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