Las duras palabras de Taiwán elevan la tensión en el estrecho
Por Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group y GZero Media.
China lleva años presionando a Taiwán. El presidente Xi Jinping ha hecho de la reunificación un pilar clave de su programa nacionalista y ha ordenado al Ejército Popular de Liberación (EPL) que esté preparado para tomar la isla en 2027. Pero desde que el presidente independentista de Taiwán, William Lai, asumió el cargo en enero de 2024, el cerco se ha estrechado, con incursiones aéreas y navales en la zona de defensa aérea de Taiwán a diario.
Al principio, el presidente Lai respondió con cautela y evitó irritar innecesariamente a Beijing, ya que no veía motivos para poner en peligro la sólida economía de Taiwán y sus altos índices de aprobación. Pero la retórica de Lai contra el continente se ha vuelto cada vez más confrontativa en los últimos meses. El 13 de marzo pronunció un discurso en el que proponía 17 medidas que Taiwán debería adoptar para contrarrestar las amenazas de China y su intento de infiltrarse en el gobierno y la sociedad taiwaneses. Y desde el 22 de junio, Lai ha pronunciado tres de los diez discursos de “unidad nacional” previstos, en los que afirma la secular independencia cultural, política e histórica de Taiwán respecto de China, insta a los ciudadanos a unirse contra el comunismo y a luchar contra la amenaza de anexión china, y advierte de que Beijing intenta borrar la identidad nacional taiwanesa.
¿Por qué ahora? El Partido Democrático Progresista (PDP) de Lai controla la presidencia, pero no el poder legislativo, donde el Kuomintang (KMT) y el Partido Popular de Taiwán obtuvieron una escasa mayoría en enero. Desde entonces, la oposición ha recortado drásticamente el presupuesto y presentado proyectos de ley para recortar las alas del ejecutivo y ampliar los poderes del Parlamento, controlado por el KMT. Incapaz de aprobar leyes, el PDP está apoyando un voto de destitución el 26 de julio contra docenas de legisladores del KMT, con la esperanza de conseguir al menos seis escaños y recuperar su mayoría legislativa. Las declaraciones de Lai están diseñadas para avivar el fervor nacionalista y pintar al KMT, que aboga por políticas más conciliadoras hacia Beijing, como una quinta columna que trabaja en contra de los intereses de Taiwán.
Pero si para Lai se trata de política interna, para los dirigentes chinos son palabras de guerra, y están elevando la temperatura en el estrecho de Taiwán.
Beijing no dejará pasar las provocaciones. Funcionarios chinos ya han tachado la retórica de Lai de “manifiesto independentista de Taiwán” y los medios estatales han advertido de “autodestrucción”. Aunque es posible que Xi espere a que Lai haya pronunciado sus diez discursos antes de lanzar una respuesta, los planificadores militares seguramente están preparando ejercicios militares a gran escala, siguiendo el modelo del espectáculo de fuego real que siguió a la visita de la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi en 2022. Se esperan pruebas de misiles sobre la isla, flotillas rodeándola e “inspecciones” de guardacostas de los buques civiles taiwaneses que podrían interrumpir la navegación comercial si Beijing decide prolongar el ejercicio.
Beijing estará tentado de ser aún más audaz, pero se verá disuadido por el comodín que supone la función de respuesta del presidente Donald Trump. Aunque el Congreso de EE.UU., el Pentágono y gran parte del Gabinete de Trump siguen siendo firmes halcones de China, los líderes chinos ven las tendencias aislacionistas del presidente y su desinterés personal por Taiwán como una señal de que la reacción de EE.UU. a los movimientos de la zona gris puede ser moderada. Pero Trump es impredecible (véase Irán), y Beijing debe sopesar si castigar a Lai con demasiada dureza podría provocar una fuerte reacción estadounidense.
Esa es una de las razones por las que una invasión a gran escala de la isla autogobernada no se producirá a corto plazo. Xi Jinping sigue creyendo que el tiempo corre a su favor. ¿Por qué jugárselo todo ahora, cuando la balanza militar sigue inclinándose a favor de China y la propia política de Taiwán podría acabar ofreciendo un liderazgo más favorable a la unificación? Posiblemente la operación militar más compleja de la historia, un asalto anfibio a Taiwán, supondría un riesgo de pérdidas catastróficas y sanciones mundiales en medio de una desaceleración económica en curso. Las medidas coercitivas que ya se están aplicando –una combinación de presiones económicas, diplomáticas y militares en la “zona gris”– son una apuesta mucho más segura, al tiempo que ofrecen muchos puntos de aceleración.
Para Lai, la ventaja política de hablar con dureza supera actualmente a la desventaja. El ruido de sables chino socava la soberanía de Taiwán, pero también moviliza a los votantes taiwaneses y a los aliados occidentales en apoyo del PDP y de la defensa de la isla.
¿Qué hay que ver en el próximo mes? En primer lugar, los restantes discursos de Lai, especialmente el sexto, que abordará directamente las relaciones entre ambos lados del estrecho. Cada nuevo riff dará a Beijing otro pretexto para flexionar. En segundo lugar, la escala y el alcance de la respuesta militar de Beijing: envoltura de misiles, zonas de exclusión, operaciones de guardacostas. En tercer lugar, cualquier señal de Washington –declaraciones, presencia naval en el Mar de China Meridional, delegaciones del Congreso a Taipei, nuevas ventas de armas, acuerdos comerciales con ambas partes– que pueda endurecer o suavizar la postura de Xi. Por último, la votación del 26 de julio en Taiwán. Si el PDP consigue seis escaños, y recupera la legislatura, Lai tendrá menos incentivos para sacar el megáfono nacionalista.
El resultado final es un equilibrio volátil e inestable. Ninguna de las partes quiere la guerra; ambas encuentran utilidad en la provocación controlada. El peligro es que lo “controlado” puede convertirse rápidamente en “desbocado” en una niebla de desconfianza, error de cálculo o simple mala suerte. Hasta que Beijing y Taipei encuentren un camino de vuelta a una política más tranquila, el estrecho de 110 millas náuticas que los separa seguirá siendo un cable en tensión.
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