Ley de identidad de género



SEÑOR DIRECTOR

El miércoles 12 de septiembre la Cámara de Diputados aprobó por 95 votos contra 46 el proyecto de ley de identidad de género que ya unos días antes había votado favorablemente el Senado tras acordarse en comisión mixta.

En el complejo camino que recorrió el proyecto desde mayo de 2013 hasta hoy, ha sido clave el trabajo de la sociedad civil. Lo que buscaban era establecer una regulación adecuada para acceder al cambio de la inscripción relativa al sexo y nombre de una persona en el Registro Civil e Identificación, en conformidad con los estándares internacionales sobre derechos fundamentales, poniendo término al uso de normativas que no son idóneas y respetando el principio de autopercepción de la identidad para todas las personas.

La votación parece evidenciar que estaríamos en un momento en que la sociedad habría logrado su propósito, generando conciencia sobre las discriminaciones por identidad sexual.

Pese a ello, la propuesta aprobada, que mejora aquella ingresada en 2013 al permitir el trámite por vía administrativa para mayores de 18 años y ante tribunales de familia para mayores de 14 y menores de 18, no considera un procedimiento de solicitud para personas que no han cumplido 14 años.

Esta omisión y las razones de ella dan cuenta de que necesitamos una educación sexual integral, que mire más allá de la salud sexual y la reproducción. Ésta se debe entender como un proceso continuo que comienza en los primeros años, que debe estar desmarcada de estereotipos y que debe dar oportunidades para explorar los valores y actitudes propios y la construcción de la toma de decisiones, tal como ha venido señalando la Unesco.

La exclusión de personas menores de 14 años muestra que no tenemos esa mirada. Además, evidencia desconocimiento de los derechos de la infancia y la adolescencia y los estándares internacionales que obligan a los legisladores y refuerza el discurso adultocéntrico que no respeta la condición de sujeto de derechos de niños y niñas.

Si se quiere realmente poner a los niños y niñas primero, hay que entender que no sólo los adultos se autodefinen desde su sexualidad, sino también quienes están en proceso de formación.

A ellos antes que a nadie debemos una sociedad que respete la diversidad en las identidades ya que su futuro depende de nosotros.

Ximena Gauché Marchetti

Doctora en Derecho. Profesora Asociada y Subdirectora de Equidad de Género y Diversidad Universidad de Concepción

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