Opinión

No podemos dejar de hablar de Gaza

AFP BASHAR TALEB

En un mismo día, el primer ministro israelí anuncia que tomará control de la franja de Gaza, el director de la OMS dice que el bloqueo israelí de comida y ayuda internacional está llevando a la muerte y hambruna a la población de Gaza, y las fuerzas armadas de Israel exigen el desalojo de Khan Younis por la fuerza. En la última semana, y mientras se llevan a cabo negociaciones de paz en Qatar, se calcula que las fuerzas israelíes han asesinado a cientos de personas, incluyendo niños, y han bombardeado centros médicos como el hospital Nasser y el hospital indonesio, ubicado en el norte de Gaza. A veces, la rapidez y crueldad de los hechos parece adormecer los sentidos y hacernos olvidar que lo que se libra en Palestina no es una guerra, sino una masacre.

Hay pocas cosas que reflejen mejor el aislamiento de Israel que los halagos que Trump le profirió al nuevo mandatario de Siria, Ahmed Al-Sharaa, refiriéndose a su aspecto físico. El mismo líder que fue tildado como terrorista por parte de Israel, recibía los buenos deseos del mandatario norteamericano, rodeado de otros líderes del mundo árabe. En esa misma gira de cuatro días, Trump estrechó lazos con Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Basado en su preferencia por discutir negocios y recibir regalos costosos, el presidente norteamericano no escondió su frustración con Netanyahu e hizo caso omiso a los intereses que ha planteado el gobierno israelí en torno a la relación de poder en Medio Oriente, incluyendo las conversaciones sobre un acuerdo nuclear con Irán (el mismo que Obama firmó, pero Trump se encargó de desmantelar en su primer período). Sin duda, la relación especial entre Israel y EE.UU. está en un momento complejo, principalmente por la obstinación de sus líderes.

El principal problema de esta situación geopolítica es la falta de certezas sobre cuál será la estrategia de los EE.UU. en el futuro. Sabemos que hoy, Trump está frustrado y descontento con Netanyahu. Pero con la misma facilidad, mañana puede volver a promover el desplazamiento forzado de millones de palestinos para construir un resort y casinos en los territorios donde se ha llevado adelante la masacre. Esa misma incertidumbre es la que alimenta las acciones de Netanyahu: ante la incerteza de saber qué pensará Trump mañana, prefiere avanzar hacia una solución definitiva del conflicto que implica la erradicación – o similar – de una población entera y de un territorio con autonomía propia.

Mientras tanto, seguimos siendo testigos de la deshumanización constante de millones de palestinos, dentro y fuera de Gaza. No sólo son ignorados en el concierto internacional, sino que se habla de ellos como quién se refiere a mercancías. Sus muertes, ya sea por hambre o asesinatos, dejan de ser impactantes cuando olvidamos que hay personas, familias, sueños y deseos detrás. En los rostros de palestinos en Gaza se reflejan los rastros de cientos de miles de compatriotas cuyas familias encontraron refugio en Chile hace más de un siglo. Pero, lamentablemente, los palestinos en Gaza están atrapados entre un gobierno autoritario que los llevó a esta guerra, y un gobierno vecino que los quiere exterminar. Si Netanyahu es exitoso, habrá llevado adelante una verdadera limpieza étnica, a punta de balas y bombas provenientes del mundo occidental. Por eso es que no podemos dejar de hablar de Gaza.

Por Javier Sajuria, profesor de Ciencia Política en Queen Mary University of London y director de Espacio Público.

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