¿Noche de paz, noche de amor?
En momentos en que nuestros líderes mundiales no valoran la paz, hay muchos sentimientos de impotencia ante el curso de los acontecimientos, sin embargo, la pregunta es cuánto hacemos para trabajar por ella.
Muchos rogamos en Navidad por la paz de los nuestros, la familia y los amigos, y olvidamos en nuestras oraciones o pensamientos la paz de los demás, la que se relaciona indivisiblemente con la nuestra. ¿Serán tiempos en que hasta la oración se ha vestido de egoísta para sincronizar con los líderes que hablan de prosperidad y desarrollo solo para los suyos?
Cuando tratamos la paz como un ideal lejano, abstracto y sin contexto, terminamos facilitando la guerra como estrategia para alcanzarla. La justa razón parece escasa y la cuestión es a cuántos les importa el devenir de los que sufren.
Al respecto, renuevo mi esperanza en la humanidad. No creo que la agresividad sea ampliamente aceptada por las personas en nuestras vidas cotidianas y en la vida pública. Por lo tanto, los líderes que se encuentran disputando hegemonías regionales y mundiales utilizan estrategias de manipulación sobre la opinión pública para hacer parecer sus intereses de dominación como acciones en favor de la paz.
Entre las estrategias de manipulación y consecuencias barbáricas encontramos la reinterpretación antojadiza de la legítima defensa, la que ha conducido hacia el genocidio; la nueva clasificación de enemigos geopolíticos; el fin del respeto y legitimidad de los órganos jurisdiccionales como la Corte Penal Internacional y el Tribunal Internacional de Justicia; la decadencia de la diplomacia; la renovación de las persecuciones religiosas; entre otras.
Todas han sido manifestaciones de la desestabilización planetaria y de la ampliación del sufrimiento de millones de habitantes en Sudán, Siria, Ucrania, República Democrática del Congo, Somalia, Myanmar, Yemen, Afganistán, Venezuela, Palestina, entre otros lugares que componen los más de 50 conflictos que aseguran una noche de Navidad enmarcada en el sufrimiento y la indiferencia.
No es casual que los repetidos llamamientos a incrementar el gasto militar sean presentados, por muchos gobernantes, con la justificación del peligro respecto a los otros “desalmados”. Esta dinámica solo nos promete una ampliación de la espiral de violencia y sufrimiento, sobre todo, si observamos el renovado interés por la disuasión nuclear, la que en sí demuestra la irracionalidad que nos rodea.
Parece lejana una relación entre pueblos basada en el derecho, la justicia y la confianza, ya que percibimos el miedo y la prevalencia del dominio de algunos a través de la fuerza.
En consecuencia, esta Navidad nos convoca a rezar por la paz de los “otros”, en especial los que sufren la guerra, los que han sido invisibilizados, estigmatizados y, sobre todo, de los que claman justicia.
Por Jaime Abedrapo, director del Centro de Derecho Público y Sociedad USS
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