Perú: los efectos de una fallida destitución

Pese a que el Mandatario logró superar la moción de vacancia, la crisis político institucional en Perú no solo está lejos de haberse superado, sino que podría agravarse.



El Presidente peruano logró el lunes evitar su segundo pedido de vacancia en ocho meses de gobierno. Con 55 votos a favor, 54 en contra y 19 abstenciones, los promotores de la destitución del Mandatario estuvieron lejos de alcanzar los 87 votos necesarios para aprobar la moción, que fue presentada esta vez por el partido Renovación Popular. El oficialismo, que cuenta con 44 escaños de 130, votó unido por desestimar la acción, pese a las versiones de que eventualmente podría haber algunos descolgados luego de que en la votación en la que se acogió a trámite la moción, un diputado de Perú Libre -el principal partido oficialista- se abstuviera. Ello finalmente no sucedió e incluso el número de votos a favor de la destitución del Presidente Castillo estuvo lejos de los 76 que recibió a inicios de marzo la propuesta que dio curso a dicha acción.

Pero pese a que el Mandatario peruano logró sobrevivir esta vez, lo sucedido la noche del lunes está lejos de haber dejado atrás la crisis que atraviesa su gobierno. Desde su llegada al poder en julio del año pasado Castillo no solo ha debido cambiar en cuatro ocasiones a su primer ministro, sino que en promedio ha removido a un secretario de Estado cada nueve días, la mayor rotación ministerial en la historia reciente del país. Además, pese a que la moción de vacancia fue rechazada, actualmente está en curso otra acción contra el Presidente por traición a la patria, en referencia a sus dichos sobre una posible salida al mar para Bolivia, que fue aprobada por la subcomisión de acusación constitucional y eventualmente podría llevar también a su destitución.

Lo anterior no solo genera un creciente clima de incertidumbre en Perú, sino que adelanta un peligroso escenario futuro. Esto, porque hoy el principal dique de contención ante la eventual destitución de Castillo son los votos del oficialismo, especialmente los de su partido Perú Libre. Por ello, frente a una oposición dispuesta a perseverar en sus intentos por remover al Mandatario a través de los mecanismos institucionales con que cuenta el Congreso, Castillo podría optar por endurecer su discurso para satisfacer así a los sectores más radicales del oficialismo, liderados por Vladimir Cerrón, cuya influencia ha venido creciendo. Ello le permitiría al Presidente asegurar su supervivencia, pero a la vez ahondaría aún más la crisis político-institucional.

Perú parece enfrentado así a un juego de suma cero. Por una parte, la radicalización del gobierno terminaría acrecentando las tensiones con el Poder Legislativo, multiplicaría las mociones de vacancia y agravaría el severo estancamiento del sistema político a más de cuatro años del fin del gobierno. Pero por otra, cualquier camino para superar esa crisis y destrabar el bloqueo, a través, por ejemplo, de un adelantamiento de las elecciones o una reforma profunda al sistema político, que acabe con el unicameralismo -considerada una de las razones de la actual crisis-, exige contar con el apoyo de una mayoría del Congreso. Sin embargo, hasta ahora los votos necesarios para lograrlo no parecen estar disponibles.

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