SEÑOR DIRECTOR:
Así se titula la columna de Pablo Ortúzar del domingo. Lo cierto es que el columnista no solo tiene razón, sino que se quedó corto en su crítica. Respecto de la gratuidad, me permito recordar una columna publicada en La Tercera el 22 de mayo de 2017, titulada “Gratuidad de mala calidad”. En esa oportunidad anticipamos lo que hoy es un hecho y que Ortúzar señala con claridad: la gratuidad nunca se asoció a la calidad, porque la calidad nunca importó a sus ideólogos, todo fue una farsa y la mejor prueba es que los incentivos asociados a esta política pública van todos en la dirección contraria, como bien lo detalló el columnista el domingo.
Pero a Ortúzar le faltó agregar algo no menor: como se sabía que la calidad se vería afectada había que eliminar el único instrumento público, objetivo e independiente que medía la calidad de la formación universitaria, la acreditación de carreras. Y así lo hicieron. Hoy el país, con todas sus carencias, con una crisis de (in) seguridad brutal, con las listas de espera más largas de la historia, con tanto y tanto por hacer, se da el lujo de gastarse más de 2.000 millones de dólares al año en estudios de, al menos, dudosa calidad. Todo un logro nacional.
José Miguel Rodriguez Sáez
Gerente General
Agencia AcreditAcción
