El régimen venezolano bajo presión

La crisis venezolana parece haber ingresado a una fase terminal. Es difícil prever hoy, a la luz de la experiencia y persistencia que ha mostrado el régimen de Nicolás Maduro -apoyado en el control absoluto de todos los aparatos del Estado-, cuándo se producirá ese desenlace, pero lo cierto es que el actual escenario es el más complejo que ha vivido el sucesor de Hugo Chávez desde su llegada al poder. La masiva manifestación del miércoles, el juramento del actual titular de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como presidente encargado -amparándose en el artículo 233 de la propia Constitución bolivariana- y la seguidilla de reconocimientos internacionales a la legitimidad de su investidura por parte de la mayoría de los países de la región, dan cuenta de un nivel de presión, tanto interno como externo, que nunca antes había enfrentado el régimen de Maduro.
Si bien la oposición había impulsado en el pasado procesos de intensa presión social en las calles de Caracas -y la larga lista de víctimas fatales en esas manifestaciones da cuenta de ello-, al menos dos elementos del escenario actual revelan un panorama distinto. Por una parte, conscientes de los errores del pasado, los principales líderes opositores -tanto los que se encuentran en Venezuela como los que han debido exiliarse a causa de la persecución del régimen- han mostrado una unidad en torno a Guaidó inédita hasta ahora. Un hecho que le da al actual presidente encargado una fortaleza política mayor, de cara a un eventual proceso de transición. Y más importante aún, la región -con la excepción de México, Uruguay y los países del Alba- ha respondido con una contundencia que no se había visto en el pasado.
Aun cuando el proceso iniciado con el juramento de Guaidó es inédito en la historia política no solo de la región, sino probablemente del mundo, deja abierto un sinnúmero de interrogantes y plantea legítimas dudas sobre su eficacia. Por de pronto, y más allá de su proclamación, el líder opositor carece de control sobre el país, y las principales instituciones siguen dependiendo de Maduro. Por ello, el margen de acción de Guaidó es limitado y sus expectativas de éxito son una incógnita. Maduro, además, insistió que no renunciará y que cumplirá su mandato hasta 2025 -ratificado en unas elecciones fraudulentas en mayo pasado-, en una muestra más de la incapacidad del gobierno de reconocer sus propios errores y asumir sus responsabilidades.
Para un eventual cambio de gobierno, no solo resulta indispensable la unidad opositora y la presión de la comunidad internacional; también es necesario que al menos otros tres actores decisivos le retiren su apoyo al régimen. Primero, las Fuerzas Armadas, sin las cuales el entramado del poder chavista no podría subsistir. Los otros dos son China y Rusia. A través de planes de apoyo financiero, ambas potencias le han dado sustento al régimen.
Por ello, en la medida que no rompan con Maduro, el desenlace en Venezuela, por inevitable que sea, podría tomar algo más de tiempo.
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