¿Terminar con la educación técnico profesional en la enseñanza media?

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La normativa actual implica perder el beneficio si la carrera se extiende.


Recientemente dos prestigiosos especialistas del sistema educativo en Chile señalaron la necesidad de revisar la existencia de un modelo de formación diferenciada de educación técnica profesional a nivel de la enseñanza media en nuestro país. El principal argumento que sustenta esta afirmación radica que en la actualidad la mayoría de los egresados de la Educación Media Técnico Profesional (EMTP) continúan estudios en la educación superior. De este modo, en su análisis, la educación técnica debería circunscribirse al ámbito post-secundario, reforzando más bien un sistema educativo común en la enseñanza media y restringiendo alternativas de elección de los jóvenes estudiantes a lo largo de su período escolar.

En lo que remite estrictamente a la EMTP, esta propuesta es razonable en consideración a por lo menos tres aspectos relevantes (a) la mayoría de los jóvenes que estudian esta modalidad no eligen una especialidad de acuerdo a su propio interés o vocación; más bien son puestos ahí por sus familias, existiendo no pocos casos de estudiantes que al terminar su proceso formativo en 4° medio deciden cambiar de área de interés; (b) por otra parte, las alternativas curriculares o la oferta de especialidades de los centros educativos son acotadas, y muchas veces condicionadas por las posibilidades de financiamiento de los sostenedores de estos establecimientos. Esto provoca una sobre oferta de especialidades de menor costo de implementación pero que no responden necesariamente a una demanda real del mercado laboral, y (c) un tercer argumento refiere a los actores productivos. En general exista una débil apertura y disponibilidad de las empresas para acoger a los estudiantes y facilitar procesos de enseñanza-aprendizaje en el lugar de trabajo (como ocurre en el caso de Alemania a través del sistema dual) y como consecuencia, en muchas ocasiones, lo que los jóvenes aprenden en talleres o aulas presentan desajustes importantes respecto a lo que ocurre realmente en los lugares de trabajo.

Aunque estas son dimensiones importantes para proponer una revisión crítica de la actual oferta de la EMTP en nuestro país, también existen argumentos que deberían matizar un discurso que cuestiona su pertinencia actual y futura. En efecto, aunque en la actualidad casi la mitad de los jóvenes que egresan de la EMTP continúan de manera inmediata estudios en la educación superior, cerca de la mitad de estos combinará experiencias de estudio y trabajo en los años siguientes a su egreso de 4° medio y más del 40% del total de los egresados, solo contarán con este nivel formativo para hacer frente a su vida laboral. Si a esto sumamos que un poco menos de un tercio de los egresados del sistema científico humanista también se encuentran en esta situación (por cierto, aquellos que provienen de los liceos más pobres del país) la discusión, creemos, obliga a la consideración de la formación para el trabajo como una cuestión más que relevante en el período escolar.

No podemos, además, obviar un hecho fundamental que dan cuenta los estudios focalizados en este modelo formativo: los estudiantes que estudian en la EMTP presentan, en comparación a sus pares, un nivel mayor de motivación e interés en su experiencia escolar, y el modelo de enseñanza práctica que caracteriza a este sistema educativo, históricamente despreciado desde una lógica elitista, constituye una alternativa pedagógica que no debe minimizarse y que contrasta con las largas y tediosas horas de inmovilismo al interior de la sala de clases.

La educación técnica que actualmente se imparte en nuestro sistema escolar, sin duda debe ser revisado. En buena parte lo que allí ocurre tiene que ver más con un modelo de educación formulado a partir de las necesidades y desafíos siglo XX que con una preparación y apoyo a los jóvenes para las demandas e incertidumbres del siglo XXI. Pero una propuesta educativa que aleja el mundo del trabajo de la escuela y limita cualquier nivel de toma de decisiones de los propios jóvenes en la etapa final de su formación en la enseñanza media, parece ser un camino que nos aleja aún más de la tarea de construir una educación funcional a los desafíos de este tiempo.

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