Un nuevo escenario político



Con la inscripción de los pactos y las candidaturas para competir en las próximas elecciones de consejeros constitucionales, los partidos políticos han cumplido con el itinerario fijado en el marco del nuevo proceso constituyente -antes el Congreso había designado a los árbitros que velarán por las bases de la nueva Constitución, así como los expertos encargados de redactar el anteproyecto-, y en mayo será el turno de que la ciudadanía se pronuncie respecto de dichas candidaturas.

Ciertamente que el hecho político más significativo ha sido la división tanto de la derecha como de la izquierda, que no lograron consensuar listas únicas en cada sector y por tanto las elecciones de consejeros serán enfrentadas en forma fragmentada. Así, el Partido Republicano irá en una lista propia, lo mismo Chile Vamos y también el Partido de la Gente. En el oficialismo, en tanto, ha sido ciertamente de particular simbolismo que las fuerzas de gobierno se hayan dividido, de forma que el Frente Amplio, el Partido Socialista, el Partido Liberal, el FRVS y AH conformaron una lista, mientras que el PPD, el PR y la DC confluyeron en otra.

Para algunos observadores el que vayan cinco listas principales es una constatación de la peligrosa atomización en la que ha caído la política chilena; sin perjuicio de que la dispersión de fuerzas efectivamente ha sido uno de los problemas más evidentes que arrastra nuestro sistema político, esta división también está reflejando que en el actual ciclo las fuerzas políticas están buscando un mejor perfilamiento, y ello desde luego abre una oportunidad para hacer frente a otro de los males que también se está haciendo presente en nuestro medio, que es la polarización. Este fenómeno ya se hizo evidente en la última elección presidencial, donde la ciudadanía tuvo que optar entre dos posturas antagónicas, vaciando el centro político y forzando a que tanto la centroderecha como la centroizquierda tuvieran que allanarse a respaldar candidaturas distantes de su ideario.

Pero desde aquellos tensos días de fines de 2021 hasta ahora, el mapa político ha experimentado cambios impensados, en particular luego de la ominosa derrota de las fuerzas más refundacionales en el plebiscito de septiembre pasado. Era natural que un hecho de esta envergadura forzara a decantar posturas, lo que efectivamente está sucediendo y su manifestación más clara la vemos en la conformación de las listas para consejeros constitucionales. Su explicación no se agota en una cuestión de cálculos electorales, sino que está dejando a la vista proyectos políticos diferentes, que deben encontrar su propio cauce.

Comienza así lo que parece ser un proceso inexorable, en que tanto las visiones más extremas como aquellas más de centro tendrán la oportunidad de especificar mejor ante la ciudadanía sus idearios y competir por su preferencia. Esta separación de aguas a la larga es beneficiosa para el electorado, porque en definitiva permite una mejor noción de qué representa cada fuerza política y por esa vía ampliar sus alternativas de elección.

Republicanos tendrá ahora la posibilidad de diferenciarse más claramente de Chile Vamos y comprobar si su ideario es más representativo del sector; el bloque que agrupa a RN, la UDI y Evópoli tendrá a su vez la chance de posicionarse más hacia el electorado de centro y ganar espacios donde a la derecha tradicionalmente le ha costado más llegar. El Partido de la Gente, uno de los nuevos actores del sistema político, tendría que ser capaz de perfilar mejor su ideario, pues en su corta existencia ha transitado por el populismo, las divisiones internas e incluso parece no incomodarle la idea de pactar electoralmente con sectores ligados a Republicano.

Pero es sin duda en el mundo de la izquierda donde se están produciendo los movimientos tectónicos de mayor intensidad, abriendo posibilidades de que pueda reconstruirse una centroizquierda que sea capaz de tomar distancia de los sectores más refundacionales. La dispersión del Socialismo Democrático -una de las coaliciones de gobierno- no solo pone de manifiesto la incomodidad de un sector con el PC y el Frente Amplio, sino que en este ciclo también queda de manifiesto que el PS se siente más cómodo pactando con sectores extremos, abandonando lo que fue el eje histórico que conformó con el PPD, la DC y el PR. Estos tres partidos, que también han pagado un alto costo electoral por haber diluido sus convicciones y aceptar la denostación de la obra llevada a cabo en los “30 años”, quedan ahora en mejor pie para intentar un camino de restauración de una auténtica centroizquierda, tarea a la que también están abocados otros colectivos nacientes como Amarillos y Demócratas.

Extremos bien definidos, y fuerzas de centro mejor perfiladas, conforman un escenario más acorde con la realidad que hoy vive el país, abriendo la posibilidad de que con ello el clima político se descomprima. En las elecciones de mayo será la oportunidad para comprobar si los niveles de polarización comienzan a dar muestras de repliegue producto de la eclosión de fuerzas más moderadas.

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