Una Constitución posible



SEÑOR DIRECTOR

Un supuesto sobre el que descansa la visión de cambio de la Convención es que el derecho es una tabula rasa; de una infinita plasticidad. Es decir, la sociedad, el Estado, la economía y la cultura pueden deconstruirse y rehacerse a voluntad. Por fin, estamos ante la hoja en blanco.

Subyace a este supuesto una teoría antisociológica y antihistoricista. En ambos frentes parece no haber estructuras, ni trayectorias, ni herencias, ni acumulaciones, ni restricción alguna que considerar. Paradojalmente, esta es una versión extrema del principio de la libre elección; todo es posible si se incorpora (por 2/3) al texto constitucional.

Al fondo reside el mito de la escritura todopoderosa. En el principio está la palabra; no la acción, o el poder, o los recursos a la mano. La idea de que la complejidad de la vida social contemporánea -de sus diversos sistemas funcionales diferenciados como la política, las creencias, la educación, las burocracias y la industria- puede escriturarse con la mano invisible del Soberano, es una pretensión revolucionaria posmoderna. Supone que el destino de un pueblo puede crearse ex nihilo; bastaría declararlo en la Constitución.

Sin embargo, nuestro propio proceso constitucional nace de la historia -de los 500 años, o los 200 republicanos, o los 30 transitorios o los 2 años desde el 18/O- y se enmarca en una institucionalidad heredada y acordada. Lo mismo, también los cambios deseados o soñados deben atender a los condicionamientos de la sociedad y la historia. Mañana habrá que implementarlos: con las capacidades disponibles, dentro de los límites y en medio de conflictos. Si no, el ejercicio constitucional -con toda la trascendencia que tiene- será como arar en el mar.

José Joaquín Brunner

Académico UDP, exministro

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