Violencia en INBA e Instituto Nacional

El hecho de que parte de las clases deba seguir realizándose vía remota producto del vandalismo es algo intolerable, que exige de parte de las autoridades medidas urgentes.



Dos de los liceos más emblemáticos del país, el Instituto Nacional y el Internado Nacional Barros Arana (INBA) -ambos ubicados en la comuna de Santiago- atraviesan una insólita situación: producto de la violencia que se vive al interior de sus dependencias, una parte del alumnado debe realizar sus estudios vía remota, lo que contrasta con la realidad que se vive en la mayor parte del país, donde la presencialidad en los colegios ya se retomó, sin perjuicio de los trastornos que la pandemia sigue ocasionando.

Las escenas de violencia han alcanzado niveles a ratos dantescos, con “overoles blancos” enfrentándose con Carabineros, alumnos realizando quemas al interior de los propios establecimientos, ataques a las dependencias de las rectorías y denuncias de amenazas al cuerpo docente, así como a la propia comunidad estudiantil, entre otros hechos.

El dramático estado de la situación queda reflejado en toda su magnitud con la protesta que llevaron a cabo docentes del Instituto Nacional, alertando que se han alcanzado niveles de violencia extremo, hasta el punto que no descartan llevar a cabo un paro de actividades si es que las autoridades no logran poner coto a esta situación, medida respaldada incluso por el Colegio de Profesores, gremio que durante mucho tiempo ha guardado silencio frente a la destrucción de la educación pública en manos de vándalos.

Es evidente que aquí no solo están involucradas dimensiones pedagógicas; en ese orden de cosas, la imposibilidad de retomar las clases presenciales y el estado de permanente temor que embarga a alumnos y profesores están generando daños incalculables en los procesos educativos, lesionando el derecho fundamental a la educación. Las graves repercusiones que generaron las extensas cuarentenas en la comunidad estudiantil se ven ahora amplificadas por la violencia, la que desgraciadamente ha venido incrementándose en estos liceos a lo largo del tiempo.

Pero en un sentido más amplio, la destrucción progresiva de estos liceos emblemáticos -que fueron una efectiva puerta a la movilidad social- daña gravemente a la educación pública y a los miles de familias que buscan educarse allí. No debe extrañar la sostenida pérdida de matrícula en varios de los liceos más emblemáticos de Santiago, que desde 2006 hasta el año pasado habían perdido más de un tercio de matrícula, siendo el INBA uno de los casos elocuentes. Es la consecuencia inevitable de haber consentido que la violencia se desplegara sin mayores cortapisas a lo largo de los años, la que incluso fue avalada por algunos sectores políticos, como parte de un mal entendido derecho a protesta.

Los docentes del Instituto Nacional han exigido a la Municipalidad de Santiago, en su calidad de sostenedor, medidas concretas y urgentes para revertir la violencia. La alcaldesa ha señalado que el municipio está “trabajando por temas de seguridad y recomposición de confianzas”. Si bien hay un reconocimiento de la compleja situación y la necesidad de abordarla, es necesario que ello se traduzca en acciones concretas y ejemplificadoras, ante lo que aparece como una situación que ya se ha desbordado y no puede continuar así.

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