Alexandra Edwards y Ashoka Chile
Ex directora de revista Paula, fotógrafa y bióloga marina, Alexandra Edwards acaba de embarcarse en un nuevo desafío: dirigir la oficina de Ashoka, en Chile, una organización internacional que, desde hace 30 años, apoya el emprendimiento social en el mundo entero. En los seis meses que lleva a cargo, dice, ha encontrado muchos proyectos innovadores en el país, pero que pocos conocen. Su tarea es sacarlos a la luz y hacerlos crecer.

Paula 1122. Sábado 25 de mayo 2013.
No lleva más de seis meses a la cabeza de la oficina para Chile de Ashoka, la organización fundada por Bill Drayton en Washington DC que quiere transformar al mundo positivamente a través de la innovación de emprendedores sociales y de la convicción de que cada persona puede ser un agente de cambio, y Alexandra Edwards ya ha reconectado a los 36 emprendores sociales chilenos a los que Ashoka ha apoyado, también llamados Ashoka fellows. De hecho, el pasado 24 de mayo se desarrolló un lúcido encuentro nacional entre 25 de ellos y empresarios, periodistas y aliados claves, para comenzar a generar las redes –fundraising, comunicaciones, capacitación, entre otras– que Ashoka pone en la base de su forma de trabajar, a fin de potenciar estas iniciativas. "Me motiva mucho armar equipos, lo hice en California cuando armé una productora audiovisual, lo hice en la revista Paula cuando llegué desde Nueva York a hacerme cargo de la dirección, y lo estoy haciendo ahora. Me fascina conectar personas que se necesitan mutuamente para sacar adelante sus obsesiones", señala.
No sabe cuántas veces ha tenido que deletrear primero y explicar después qué es Ashoka, pero lo hace feliz y contenta. No en vano Ashoka es una palabra que en sánscrito significa "ausencia de tristeza". Especialmente ahora que está generando alianzas con otras personas, o asociaciones que comparten la idea de que las transformaciones culturales deben hacerse en colaboración y que los tiempos de los llaneros solitarios se terminaron. "Es muy conmovedor darse cuenta de que los emprendedores sociales no están enfocados únicamente en sus proyectos; son personas solidarias y empáticas que participan en asocaciones gremiales, son delegados de curso o apoyan a otras fundaciones. Comparten generosamente su tiempo y sus ideas innovadoras porque tienen la urgencia de generar cambios para toda la sociedad", explica.
Para definir bien los términos: ¿qué es un emprendedor social?
Es un concepto muy pionero que acuñó el propio fundador de Ashoka, hace 30 años, y que se refiere a una persona, un individuo, que usa la fuerza del emprendimiento para generar un cambio positivo en la sociedad. Este cambio puede ser en educación, salud, participación ciudadana, derechos humanos, medio ambiente o desarrollo económico, por nombrar solo algunas áreas. Son personas creativas, obsesivas, perseverantes, autónomas y su mayor cualidad, creo yo, es que se automotivan: donde los demás vemos un problema, ellos proponen soluciones. Lo llamativo es que no se conforman con impactar solo en su comunidad o país, muchos sueñan con replicar su proyecto internacionalmente. De hecho, hay una cifra que es impresionante: 75% de los tres mil Ashoka fellows que hay en el mundo ha cambiado alguna política pública en su país.
Pareciera que para cambiar las cosas uno tiene que dedicar cada minuto de la vida a hacerlo. Es tanto el esfuerzo que pareciera que pocos se sienten capaces o disponibles.
No es así, esa mirada no es real. Puedes cambiar las cosas desde tu lugar, siempre. Por ejemplo: reciclando, poniéndote en el lugar del otro, compartiendo tus conocimientos, donando fondos, eligiendo lo que compras conscientemente u optando por un trabajo que te haga sentido, que tenga una dimensión social y que no sea solo una manera de ganarte la vida. Esto último es una tendencia preciosa que está instalándose sobre todo en la gente joven. También se pueden formar empresas cuyo éxito no se mida solo por sus utilidades, sino también por el impacto social que generen, ya sea en los consumidores, en comunidad en el medioambiente o en sus propios trabajadores. Como las empresas B, que ya son una tendencia mundial. Se trata de empresas que ponen el foco y la misión en generar beneficios sociales y ambientales y que cuentan con una certificación que garantiza el cumplimiento de dichos estándares. La buena noticia es que en Chile ya hay cerca de 30 empresas B certificadas, y se siguen sumando.
Los cambios profundos nunca han sido fáciles y tienen costos.
Es verdad, pero si empiezas a introducir estos conceptos en la niñez, hay más tiempo para lograrlo. Creo que es urgente implementar cursos en los colegios donde los niños aprendan a identificar problemas y a solucionarlos, y que también aprendan a leer las emociones de los otros, porque la empatía es la base de toda convivencia. Ahí está la raíz del cambio. De hecho, esta es una de las prioridades de Ashoka y estamos muy concentrados en encontrar emprendedores sociales que estén actualmente fomentando la empatía en los niños chilenos, en colegios, en hogares. Por eso, si saben de alguien, en Ashoka queremos conocerlo y apoyarlo.
Ashoka ha construido una impactante red mundial de emprendedores sociales líderes en todas las categorías imaginables: está, por ejemplo, Thorkil Sonne, un danés que creó una fundación que da empleo a autistas quienes usan laboralmente sus peculiares habilidades, como su excepcional memoria, su ojo de lince para los detalles y su forma estructurada de trabajar. Está también Bart Weetjens, un ingeniero belga que entrena ratones para detectar minas antipersonales. Sus ratones gigantes han limpiado más de un millón de metros cuadrados de minas en Tanzania y Mozambique, salvando miles de vidas. O Wendy Kopp, la creadora del programa Teach for America, cuya versión local es Enseña Chile, un movimiento de profesionales tops que se comprometen durante dos años a transformar a sus alumnos a través de su impacto en la sala de clases.
Los tres mil Ashoka fellows repartidos por el mundo están elegidos con pinzas: todos han tenido una idea innovadora que ha resuelto un problema social o medioambiental y que ha beneficiado positivamente a su entorno. Y aunque los emprendedores sociales son fundamentales para tirar el carro de los cambios, falta más. "Para que exista una verdadera tranformación cultural, es urgente el trabajo colaborativo entre el sector público, las empresas, las fundaciones y los ciudadanos", dice.
Alexandra se ha dado cuenta de que Chile está lleno de proyectos que funcionan, que afectan positivamente a un montón de personas, pero que no se muestran, no se conocen, no son visibles. "Una de mis tareas es sacar a los emprendedores sociales a la luz y otra es ayudarlos a subirse a una red colaborativa donde los cambios craneados entre todos provoquen un impacto lo más feliz posible a nivel nacional. Porque eso es lo que Ashoka promueve. Su visión central es que todas las personas, desde su lugar, pueden cambiar al mundo. Solo necesitan unirse entre sí".
Alexandra Edwards adora bucear, en todas sus formas. Buceaba en busca de animales ocultos en el fondo del océano cuando se desempeñaba como bióloga marina en California, a fines de los 80. Escarbó en la geometría de las formas cuando reenfocó su carrera y empezó a fotografiar naturalezas muertas en Nueva York, a comienzos de los 90. Luego se sumergió en la actualidad chilena para encontrar talentos escondidos mientras dirigió revista Paula, entre 1996 y 1998. En 2007 pudo ver el valor del incipiente emprendimiento gourmet en Chile cuando impulsó, desde revista Paula, la feria Mercado Paula Gourmet, que ya cumple seis años.
Tú también has sido una innovadora, desde que decidiste estudiar Biología Marina, en los 80, cuando las carreras tradicionales marcaban la pauta.
Eso era lo que quería. Desde chica me sentía atraída por la naturaleza. Y pude hacerlo, porque nací en una familia privilegiada, aunque con algunos matices. Crecí con un padre que era un empresario muy artista, liberal de derecha, con un gran compromiso social, vivía haciendo cosas para los demás. Él siempre ha estado en un lugar incómodo: para los empresarios es un artista y para los artistas es un empresario. Y con una madre actriz, de izquierda, con una sensibilidad y una creatividad muy especiales.
¿Te metías al agua a investigar?
Era buzo. Cuando trabajaba en el acuario de Monterey, en California, sacábamos seres del mar y los poníamos en estanques para filmar escenas que hubiera sido imposible ver en el mar. Como los calamares, que son animales pelágicos. Viven en el mar pero su cuerpo nunca toca nada, salvo el agua, ni algas, ni arena, ni rocas. Hasta que se reproducen, entran en trance y depositan sus huevos. Nosotros filmábamos el nacimiento de los calamares para complementar las exhibiciones del acuario. Contábamos historias sorprendentes de animales marinos en nuestros videos.
Y de eso que veías bajo el mar, ¿qué era lo que más te atraía?
Las cosas pequeñas. Íbamos a buscar historias al fondo del mar y las traíamos a la superficie.
Es lo mismo que estás haciendo hoy, solo que ahora ya no buceas peces.
Es verdad. Ahora estoy buceando oportunidades de generar redes para el emprendimiento social.
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