Cómo (y por qué) hacer un reseteo sexual




A veces la vida puede convertirse en una calendarización constante, sobre todo en estos tiempos en que los límites entre lo privado y laboral se han complejizado. Cumplir un cronograma de metas de trabajo puede funcionar, pero es muy distinto cuando se trata de cumplir con el sexo que podemos estar dejando de lado en esta demandante rutina. Por eso el psicoterapeuta norteamericano Ian Kerner escribió “Sex Detox”, un libro que invita a “salir del círculo vicioso de tener sexo aunque el deseo se haya apagado o mecanizado, y donde la única manera de hacerlo, es un reseteo”, dice, y luego propone 30 días de ayuno sexual como una buena manera de resetear nuestro lado erótico.

Pero a pesar de que este “detox” suena interesante y popular, Valeria Rosales, sexóloga y directora de Sexología Chile, explica que “el reseteo no se trata de apretar un botón y que mágicamente todo mejorará al segundo. Recuperar el deseo es una reconstrucción que tiene que ser a cabalidad y con tiempo, y hay todo un historial que observar y trabajar. Esto, porque existe algo que se llama ‘la memoria del deseo’, una que va guardando las sensaciones de los encuentros pasados y que permitirán desarrollar nuestras ganas dependiendo de si éstas fueron agradables o no”.

Es esa memoria la que empezó a perseguir a Cecilia Goñi (27) durante la cuarentena, cuando empezó a darse cuenta de que estaba obligándose a cumplir con metas de frecuencia en su relación sexual. “Durante estos dos años de relación, actumbrábamos a vernos muy seguido, pero como conseguí un nuevo trabajo demandante, y este año volvieron las cuarentenas y los confusos estados emocionales propios de la rutina pandémica, los encuentros sexuales fueron disminuyendo”, cuenta. “Así, empecé a darme cuenta de que para él, el tema de la frecuencia era importante, y quise esforzarme mucho por tener más ganas a pesar de mi cansancio, porque sentía que era un esfuerzo que quería hacer por él. Pero eso solo empeoró las cosas”.

Magdalena Rivera, médica sexóloga y directora de la Escuela Transdisciplinaria de Sexualidad, enfatiza en que si bien las técnicas de recuperación siempre deben ser consensuadas y conversadas, es muy importante recordar desde un principio que no querer hacerlo, también está bien. “Todavía pasa mucho en nuestra sociedad que los hombres consideran que la actividad sexual es una especie de derecho que les corresponde al estar en pareja, y eso es algo totalmente errado. Si una persona tiene más deseo que la otra, puede ver opciones de cómo seducirla y probar activarla en consentimiento, pero no es la obligación de la otra responder siempre a ello”.

Cecilia lo comprendió cuando empezó a darse cuenta que el hecho de aumentar la frecuencia en el sexo empezó a ocupar sus pensamientos en todo momento. “La gota que rebalsó el vaso fue cuando nos poníamos de acuerdo para vernos en la semana, y desde ese momento ya estaba pensando en que me iba a tener que preparar para hacerlo. Fue tanto, que me despertaba a las seis de la mañana para trabajar pensando en esa tarea. Lo conversé con mi pareja, y ambos acordamos que hacerlo por obligación no era el camino, pero que también íbamos a necesitar una reconfiguración para eliminar esta sensación de mi cabeza. Así, le propuse un reseteo, donde la ‘regla’ sería que solo sucediera cuando de verdad tuviese ganas, que si existían, pero que ahora estaban tapadas por esta carga difícil de borrar”.

Valeria Rosales asegura que “si está siendo una obligación, bienvenido sea el no tener sexo. De alguna manera, hay una acumulación de deseo que se genera cuando terminan las presiones con la pareja. Muchas veces pasa que cuando uno se deja de ver por un tiempo –por un viaje por ejemplo–, el deseo comienza a restaurarse porque no está esa necesidad de ir contando los días que pasaron sin hacerlo, ya que la distancia es inevitable. Aplicar lo mismo a la vida cotidiana puede aliviar”.

Pero si esa reconfiguración no va acompañada además de una intensificación en los momentos que se ocupan de la atracción y las emociones amorosas, puede que sea más difícil que funcione. Magdalena Rivera dice que esto pasa porque el reseteo “no solo depende de los encuentros. Por ejemplo, si se utiliza el tiempo de ayuno en no tener sexo y tampoco en encontrarse cariñosamente con el otro, puede que sea más difícil que vuelva la motivación”. A Natalia Acuña (36) le pasó por primera vez a los tres años en su relación que hoy lleva once. Fue la época en que a ambos tuvieron un cambio corporal importante que empezó a desgastar sus energías, y eso para ella “fue muy determinante en las ganas y el tiempo que le dedicábamos al sexo”.

Comenzaron a sumarse los roces y las complicaciones amorosas, y después de una breve separación, a los cinco años Natalia quedó embarazada. Eso agregó un cansancio más a su vida, pero también le permitió tener que explorar de nuevo las raíces de la atracción con su pareja. “El sexo empezó a ser súper monótono y muy corto para nuestro gusto. Pero entonces, decidimos empezar de nuevo, nos preocupamos de ir al doctor y comprender qué cosas le estaban haciendo falta a nuestros cuerpos para recuperar la energía. Así, en este nuevo propósito, recordamos las miradas enamoradas, las actividades entretenidas y las risas, y eso colaboró a que la química sexual que alguna vez nos había caracterizado, volviera no por la frecuencia, sino por la calidad”.

Conectar con las emociones es fundamental, y para eso, hay muchas opciones que pueden involucrar el deseo en esta reconfiguración de la relación. Una de ellas es el sexo tántrico, una práctica milenaria que refiere al arte de conectar de forma consciente con la persona que uno ama para que las emociones puedan fluir de mejor manera en el sexo. Karla Zúñiga, terapeuta tántrica y especialista en sexualidad y traumas sexuales del Centro Amor Propio que trabaja profesionalmente el área hace 12 años, cree que “el sexo hoy se vive de manera tan apurada por nuestro sistema de vida, que olvidar que necesitamos el tiempo para activar estas zonas puede ser común y complicado, y generar lo contrario al disfrute”.

Por eso conocerse es el primer paso para entrar en esta práctica de conexión con el otro que puede ayudar a recuperar el deseo. “Las mujeres por un lado, pueden aprender a conocer su vulva, y observar todas las partes que se pueden activar para la lubricación efectiva para sí mismas o en compañía”, dice. “Para la erección es lo mismo, no se tiene a veces en cuenta que el goce no es inmediato, sino que hay que esperar el momento en que el glande del hombre crezca por completo. Todo está en partir por desmitificar el sexo conociéndonos mejor, y aprendiendo a tener cuidado con fantasías que solo hace que perdamos el encanto, como por ejemplo, que algunos hombres necesitan una cantidad de encuentros sexuales para justificar el tener erecciones o eyaculaciones”.

La práctica inicial para el sexo tántrico tiene que ver con trabajar el control de la respiración, y en el fondo, la ansiedad emocional que se despliega en ese acto. Aquí va a influir la atmósfera tanto como el lugar y darse el tiempo para identificar cada espacio sensorial mientras conectamos. Esto ayuda a que el canal del deseo se expanda con calma. La música puede ser una lista sensual, ojalá sin voz y con sonidos que activen lo erótico. “Una vez que se crea la conexión se puede empezar a hacer libremente como más guste a ambos”, explica Karla. “Muchas personas creen que esto requiere de horas, pero al contrario, mi recomendación es que con doce minutos sensoriales basta, y luego, el disfrute se puede dar a gusto, pero con una base de deseo potente ya preparada”.

Aquí también se desmitifica el hecho de que el sexo tántrico sea solo un encuentro de roces y no de penetración, algo que puede jugar en contra a la hora de proponerlo a la pareja. “Muchos pueden creer que el conectarse con las emociones del otro no incluye esa etapa, pero sí puede y de hecho es una práctica para avanzados, solo que pensada de otra manera. Aquí no se trata de hacer movimientos rápidos adentro y afuera sin pensar, todo lo contrario, la idea es que el pene esté dentro de la vagina con movimientos suaves y pasivos, porque será el canal vaginal el que haga un trabajo de sensaciones. Éste tiene fuerza y distintos tipos de presión, succión y masaje, todas cosas que generan conexión y deseo”, dice Karla.

Entonces las opciones para recuperar el deseo y dejar de pensar que el sexo es un calendario con el que tenemos que cumplir son múltiples, y dependerán de las intensiones de ambos. Pero si hay algo que está estudiado, es que la frecuencia no es sinónimo de calidad. En la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania, se les asignó una meta de encuentros sexuales a 64 parejas de entre 35 y 65 años durante tres meses, y comprobaron que el aumento de la frecuencia no los hizo más felices, sino que llevó a una disminución en el goce porque la mitad de ellas tuvo que doblar por obligación la cantidad de encuentros que tenían.

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