Directora de programa Hola América, Gabriela Carrasco: “Estar en la OCDE nos ha hecho creer que somos un país desarrollado; miramos como un par a alguien de Estados Unidos y con superioridad a alguien que viene de Venezuela”




En septiembre de este año, luego de que un grupo radical de antiinmigrantes quemara las pocas pertenencias de ciudadanos venezolanos en Iquique, la Fundación Interpreta –que desde sus inicios en el 2017 busca combatir las manifestaciones de odio en redes sociales– develó a través de su proyecto Barómetro de la Xenofobia, que en lo que llevamos del 2021 se han generado 477 mil publicaciones en internet relacionadas a la migración en Chile, con un peak registrado días después de lo ocurrido en Iquique. Así lo explicó el director ejecutivo de la fundación, Tomás Lawrence, al diario El Mostrador, en el que detalló que la gran mayoría de estas publicaciones develan, más aun que una xenofobia, una discriminación clasista que sitúa al inmigrante por su situación de pobreza y vulnerabilidad.

Como explica la ingeniera comercial, cientista política y especialista en innovación social, Gabriela Carrasco, en Chile hay una gran fobia a la pobreza que se ve exacerbada cuando llegan inmigrantes de estratos sociales más bajos. “Muchos de ellos llegan con necesidades y arrancando de contextos vulnerables. En vez de ver la oportunidad que hay en la diversidad, nosotros vemos en los inmigrantes una amenaza, especialmente en un contexto de crisis post pandemia, en el que muchos han perdido sus trabajos”, explica. “Es muy distinto como miramos a los alemanes que llegaron al sur de Chile y como, en cambio, interactuamos con los venezolanos que llegan al norte. Esa distinción se debe, en gran parte, a que somos una país arribista que mira al norte como si se tratara de algo más cercano; al pertenecer a la OCDE, nos han hecho creer que somos un país desarrollado, y nos hemos sentido en un puesto diferente con respecto al resto de los países latinoamericanos. Miramos como un par a alguien que llega de Estados Unidos o Europa, y con superioridad a alguien que llega de Venezuela. Pero eso no es real, no nos podemos comparar con países desarrollados en casi ningún ámbito, si todavía no hemos resuelto cosas tan básicas como educación, vivienda y salud”.

Es por eso que hace cinco años, y luego de que Chile sobrepasara su límite ecológico, Carrasco co-fundó 2811, una plataforma que hoy tiene sede en Chile, Colombia, Estados Unidos y Alemania, y que busca generar soluciones para un futuro más igualitario y sustentable. Hoy, junto a otras organizaciones como Ashoka, lideran la implementación de Hola América, un programa previamente realizado en Europa y cuya versión latinoamericana busca cambiar los relatos que existen en torno a la migración, para así poder articular un ecosistema de países de acogida que realmente aprovechen su valor.

En Europa se habla de los ‘extracomunitarios’ cuando se trata de africanos. Acá, al que llega del hemisferio norte se lo trata de extranjero y al de Centroamérica como inmigrante. ¿De qué manera el uso de cierta terminología va creando una narrativa que supone desde el vamos ciertos prejuicios?

La inmigración ha existido siempre, es un fenómeno que todos hemos vivido, pero este último tiempo ha aumentado en Latinoamérica y es algo de lo que nos tenemos que hacer cargo como país y región, porque efectivamente estamos viviendo la crisis migratoria. ¿Cómo lo hacemos para convertirnos en países de acogida y no de exclusión? Desde Hola América proponemos desarrollar un ecosistema de innovación social, porque a través de eso podemos crear ambientes seguros y fomentar soluciones para que los migrantes tengan mejores oportunidades de empleo, acceso a la salud y educación y que realmente haya más inclusión. Por eso identificamos las iniciativas que se están haciendo cargo de eso y las apoyamos en sus desarrollos, las capacitamos y creamos redes de apoyo a las comunidades. Nos metemos en política pública, hablamos con el sector privado y pensamos en soluciones en conjunto. Porque esto tiene que ser un esfuerzo desde varios flancos; solo así se puede construir un país acogedor que realmente aproveche la oportunidad. Falta mucho por hacer, y desde el sector privado –si bien hay disposición y saben que tienen que abordarlo– también hay mucho por transitar.

¿Y a nivel público?

Hay interés, y es un tema. Pero el gobierno de hoy ya no tiene cancha para operar, y ha tenido reacciones dispares. Lo que se necesita es una acción multisectorial, desde el gobierno y también desde la sociedad civil y empresas.

En un mundo en el que se habla del derecho a desplazarse, ¿existe realmente ese derecho?

Las poblaciones tienen que poder moverse y esa posibilidad tiene que estar garantizada, pero no lo está siendo. En un momento de crisis, además, se genera una contra respuesta y lo que se hace es que se busca un enemigo en común, en el cual se pueda depositar toda la responsabilidad de la pérdida de empleo y de la inflación. Es eso lo que hace que se genere un discurso nacionalista, patriota y que se exacerben estas sensaciones a modo de solución. Es eso lo que da paso a su vez a estas instancias discriminatorias y de xenofobia como lo que ocurrió en Iquique.

Es todo lo contrario a lo que queremos decir nosotros, que más bien tiene que ver con que toda persona que llega desde afuera es un posible agente de cambio y valioso de por sí. Porque hay grandes oportunidades en la diversidad; se trata de nuevas percepciones, nuevas maneras de ver las cosas y eso siempre es beneficioso. Pero claro, la sensación sigue siendo que muchos se sienten amenazados y si a eso se le suma que no hay políticas públicas ni educación al respecto, vamos creando todo un relato por el cual el inmigrante, más que un aporte, es una persona vulnerada.

Y eso nos hemos dado cuenta, si bien en Chile hay ciertos sectores más desarrollados, como la generación de empleos y la inclusión económica del inmigrante, no hay acceso a bienestar y salud y también hay una gran carencia en cuando a la xenofobia y discriminación. El Barómetro de la Xenofobia la visibiliza, pero no existen aun programas que la disminuyan.

En Colombia, por ejemplo, se habla del migrante emprendedor, y se lo ve como un agente de cambio. Acá, por lo contrario, los excluimos, o pensamos en cómo ayudarlos, más que verlos como pares. Eso solo se cambia con un esfuerzo en conjunto; hay que cambiar desde el cómo se aborda la inmigración a nivel discursivo (en Argentina hay iniciativas que instruyen a los medios de comunicación en esta temática), al cómo se lo aborda desde políticas públicas concretas.

El discurso se materializa en acciones

El discurso fija cómo las personas ven y escuchan. Por eso puede ser muy peligroso y por eso los discursos polarizadores no son solo discurso y se transforman en odio, en racismo y acciones discriminatorias. En eso, somos todos responsables y juntos tenemos que crear un relato colectivo propositivo que aborde la inmigración desde la oportunidad y desde el entendernos en las diferencias. Para que también eso se manifieste en acciones como que las empresas tengan que contratar a más personas migrantes o que se armen programas para la educación básica.

¿En Chile se odia la inmigración o se odia la pobreza?

En Chile siempre ha existido una gran aporofobia y solo se ve aumentada con las olas migratorias. De ahí que miramos de una forma a los del norte y de otra totalmente distinta a los de nuestra propia región, que tienen necesidades y vienen en búsqueda de oportunidades. Es curioso que nos hayamos creído el cuento de ser realmente un país desarrollado. No lo somos, sobre todo por la desigualdad que existe en este país, que es justamente la que da paso a esta aporofobia, al clasismo, y que condiciona cómo se ve a las comunidades migrantes.

Además, este es un país que incluso a nivel de urbanismo está hecho para que no nos mezclemos y más bien estemos totalmente segmentados; las comunidades están totalmente divididas, los ricos no tiene por qué ver la pobreza en su día a día si es que no lo quieren y los indígenas están relegados a una parte específica. Todo está hecho para que no tengamos que interactuar los unos con los otros. Una división sectorial que hace que después veamos en la tele que llegaron personas diferentes y nos asustemos.

Si a eso le sumamos que estamos pasando por una crisis económica post pandemia, en la que todas y todos se han visto más o menos afectados, muchos han perdido sus trabajos y hay inflación, se da una tierra fértil para que haya mayor nacionalismo y sensación de encierro que luego es recogido por ciertas candidaturas, tal cual como lo hizo Trump en Estados Unidos. Lo que muchas veces no vemos es que todo migrante es un potencial emprendedor, porque al migrar se ve obligado a poner en práctica ciertas habilidades para reinventarse, tales como la resiliencia y la perseverancia. Son personas que buscan de manera activa tener un mejor porvenir, y esa es la retórica que hay que reforzar.

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