El emprendimiento: Una herramienta para empezar de nuevo después de cumplir una condena




Mientras cumplen sus condenas, las mujeres privadas de libertad ven la posibilidad de salir con esperanza. Pero también con miedo. ¿Qué pueden esperar de una sociedad que las marginaliza, que no les da nuevas oportunidades? Las cifras no son auspiciosas: un estudio del Centro de Justicia y Sociedad (CJS) de la Pontificia Universidad Católica reveló que al año de salir de prisión en Chile, solo un 44% de las mujeres consigue algún tipo de trabajo, y que el 32% no trabajó de manera remunerada en ningún momento de esos 12 meses.

Incluso, sin contar con el hecho de haber pasado por la cárcel, estas mujeres ven el camino cuesta arriba y las oportunidades escasas, considerando que el 75% de las mujeres que cumplen condena no terminaron la educación formal.

Entregar herramientas para poder revertir estos números motivó al Centro de Justicia y Sociedad de la PUC a crear Aprende, Innova, Emprende, un programa que se ejecutó entre enero y abril de este año con el apoyo económico de Innova FOSIS y la colaboración de la Corporación Construyendo Mis Sueños. Se trata de un programa de capacitación y acompañamiento con enfoque de género que consistió en fomentar habilidades y conocimientos necesarios para que las usuarias -todas ex presidiarias- pudieran adquirir herramientas y montar un emprendimiento.

“Te apuntan con el dedo”

Margot Quintana (50) pasó 19 meses en el Centro Penitenciario Femenino San Joaquín por tráfico de drogas. La Fundación Río Maipo la contactó con la PUC y a comienzos de este año empezó los cursos de emprendimiento. Actualmente vive en Peñalolén en la casa de su papá con su hermano y su sobrino, y está dedicada a su emprendimiento a través del cual vende artículos de aseo.

“Tengo una tarjeta de presentación con mi nombre”, cuenta, y agrega que por el momento vende sus productos que lleva en un carrito de feria, y que sus clientes son principalmente personas conocidas, porque por la cuarentena no puede salir mucho.

“Nunca tuve la autoestima baja, pero cuando estaba adentro pensaba qué iba a hacer cuando saliera. Las puertas se te cierran, porque lo primero que te piden cuando buscas trabajo son los papeles de antecedentes, y te juzgan por un error que cometiste. La gente te apunta con el dedo cuando saben que estuviste presa. Por eso la posibilidad de trabajar de forma independiente me está abriendo las puertas”, cuenta.

Las herramientas que maneja ahora -finanzas básicas, servicio al cliente- le ayudan a sentirse más esperanzada sobre un futuro que hace algunos meses se veía incierto y peligroso, pues algo de lo que está segura es que no quiere volver a estar tras las rejas. “Adentro pasan cosas que no toda la gente sabe. Los tratos de las gendarmes, la forma en que se vive. Afuera tienes para bañarte con agua caliente, mientras que adentro te despiertan a las 7 de la mañana para que te bañes con agua helada”.

“En el programa me valoraron como persona y me trataron como si nunca hubiese hecho nada malo. A veces llega un momento en que la sociedad te lleva a hacer cosas que no debes, pero ya sé cómo hacer las cosas, sé que si no me resulta esto puedo intentarlo con algo más. Ahora tengo planes”, relata.

“El emprendimiento es una posibilidad”

La psicóloga Catalina Droppelmann es la Directora Ejecutiva del CJS y una de las mentes tras la iniciativa Aprende, Innova, Emprende. Ella explica que para este proyecto hubo dos criterios de selección, siendo el primero el haber estado privadas de libertad y el segundo haber sufrido a lo largo de su vida alguna experiencia de violencia intrafamiliar.

“Gracias a un estudio que hicimos a 220 mujeres que salieron de la cárcel, pudimos revelar algo que tiene que ver con la vulnerabilidad de las mujeres que están en conflicto con la ley”, dice y explica: “Ellas han sido víctimas a lo largo de su vida, de hecho el 71% ha sufrido algún tipo de agresión física, verbal o sexual por parte de sus parejas o convivientes, lo que las pone en una posición de extrema vulnerabilidad que afecta su capacidad de empoderamiento y de independencia económica”.

Por otro lado, Droppelman explica que si bien luego del proyecto las mujeres están capacitadas para emprender, el objetivo a largo plazo es que puedan acceder al mundo laboral formal. “El emprendimiento es una posibilidad, pero no es necesariamente la mejor posibilidad. La posibilidad que favorece y asegura la reinserción laboral tiene que ver con el acceso al trabajo formal, pero lamentablemente las mujeres de estratos económicos más vulnerables que viven en situaciones de exclusión social no acceden a trabajos formales porque no están disponibles para ellas”.

Según la psicóloga, más allá de las herramientas cuantificables que estas mujeres han recibido, hay beneficios emocionales que se consiguen cuando alguien les da una mano. “El proyecto le dio espacio a sus deseos, esperanzas y sueños”, asegura. “Por lo general estas mujeres acceden a la oferta disponible, que suele ser del cuidado o de servicio de alguien más, pero estos emprendimientos les permiten trascender a esa lógica y desarrollar sus sueños”.

“Tiene que ver con el desarrollo de la autoeficacia y de un sentido de identidad”, explica y agrega que al tomar el rol de una mujer emprendedora y trabajadora, se favorece el sentido de la identidad y de ser parte de la sociedad de una manera saludable y positiva.

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