Harry Potter, nuestras elecciones nos definen

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Cuando niña era una muy buena lectora, mucho mejor que ahora. La gran mayoría de los que leía eran piezas narrativas individuales, o sea, un libro era la historia completa. Y no había más. Pero Harry Potter llegó a mis manos. Para quienes no conocen a este personaje, ni a los siete libros que cuentan su historia, Harry Potter es un niño huérfano que vive con sus tíos y su primo en Londres, y que al cumplir 11 años descubre que en realidad es mago y que tiene que partir a Hogwarts, un internado del mundo mágico.

Fui ordenada. El primero que leí fue Harry Potter y la piedra filosofal, con algo de dudas porque cuando me contaban de qué se trataba, honestamente, no me convencía. Pero se me habían acabado los libros y me lo ofrecían como préstamo, así que decidí aventurarme. Quién sabe, quizás las historias de un adolescente huérfano que descubría que era en realidad un mago acaudalado me lograba entretener. El resto es historia: me volví adicta.

Podría escribir sobre mil cosas en relación a Harry, sus aventuras y desventuras, pero me quiero centrar en algo que durante mi vida adulta se ha convertido en un lema personal.  "Son nuestras elecciones las que nos definen, mucho más que nuestras habilidades", le dice Dumbledore, el director de la escuela mágica, a Harry en el segundo libro, La cámara de los secretos.

Nunca fui una estudiante muy aplicada, si no entendía algo a la primera, me frustraba y no seguía poniendo atención. Por eso me iba mal en Física y por eso reprobé un ramo en la universidad: Comunicación y cultura. Básicamente lo regalé después de un mes de clases, porque sentía que no era mi tema, que no lo entendía y que nunca lo iba a entender. Lloré con ganas el día que se anunciaron las notas finales, humillada y dolida. No me atrasaba, pero haber fracasado pesaba en mis hombros.

Claramente en ese entonces escribir sobre espacio público e identidad no era lo  mío. Sentía que para mí eran más fácil los ramos  de oficio, reporteo y redacción y que este contenido denso y ultra teórico no me iba a llevar a ninguna parte. Pero lo que le dijo Dumbledore a Harry resonaba en mi cabeza. No tenía las habilidades innatas para pasar el ramo con facilidad como muchos compañeros, pero me lo había echado porque tomé la decisión de no intentarlo.

Al año siguiente lo tuve que volver a tomar, pero esta vez con la lección aprendida: Sentada en la primera fila y haciendo todas las preguntas. Pidiendo ayuda y decidida a pasar. Así fue como me eximí y volví a llorar, pero de felicidad. En la vida me he enfrentado a muchas decisiones que han formado quien soy, así como fueron las decisiones de Harry las que lo convirtieron en héroe. No era el mejor mago, ni el que más sabía, ni el más capacitado para llevar a cabo todas las misiones que se le presentaban o encomendaban.

Pero creo que decidir hacer el esfuerzo y decidir hacer lo correcto es lo que, finalmente, define quiénes somos. A mí me gusta correr, pero no soy naturalmente rápida, y mi cuerpo no parece el cuerpo de una corredora. Pero tomo la decisión de entrenar y de dar lo mejor que tengo. Nadie me va a recordar como la mujer que ganaba las carreras, pero sí puede que me recuerden como la que no dejó de entrenar, pese a las circunstancias.

Obviamente no siempre vamos a hacer la elección correcta, Harry tampoco lo hizo. ¡Ni siquiera el propio Dumbledore estuvo siempre en el camino de las decisiones correctas! Pero hay que seguir intentándolo, un día a la vez.

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