Paula

La luz de Martín Chambi

La mirada occidental cataloga al fotógrafo peruano Martín Chambi (1891-1973) como un "indigenista", solo por su origen étnico y porque nació en Puno, en el más tercermundista de los mundos. Pero lo cierto es que él, lo único que hizo, fue documentar su entorno con amor y sentido estético. Hay que ver la exhibición Martín Chambi. La luz de la tierra para adentrarse en su luminosa curiosidad. Centro Cultural de las Condes. Hasta el 5 de junio.

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Paula 1198, Especial Madres. Sábado 23 de abril de 2016.

Quizás la historia occidental del arte moderno, más que un relato sobre obras, sea un recuento de mitos sobre personajes que se salen del libreto para explorar una obsesión creativa. Y que logran reconocimiento, por algo están en los libros. Muchas veces este reconocimiento es tardío, lo que alimenta la riqueza del mito: abundan relatos, más o menos ciertos, sobre vidas de genios pobres e ignorados cuyas figuras fueron descubiertas años después de su muerte por alguien con suficiente poder para inscribirlos en la historia cultural. Tras el hallazgo, se convirtieron en próceres y fueron utilizados como íconos para ilustrar discursos políticamente correctos, desde la libertad de expresión, la democracia o la no-discriminación, hasta la defensa de causas puntuales, como el cuidado del medio ambiente, los derechos de los niños o la valoración de los pueblos originarios.

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De orígen indígena, Martín Chambi retrató la diversidad de la sociedad peruana, especialmente cuzqueña, en la primera mitad del siglo pasado.

El peruano Martín Chambi puede ser considerado un ejemplo de esta construcción mítica. Nació y creció en una familia de origen indígena; hijo de mineros, transgredió su destino de clase trabajadora para dedicarse completamente a la fotografía; fotografió todo lo que atraía su curiosidad (incluidos los indígenas como él); fue prolífico y obsesivo como pocos (su archivo está conformado por más de 30 mil negativos que aún no terminan de clasificarse); murió en la pobreza y la soledad; y su obra fue descubierta por el fotógrafo y antropólogo norteamericano Edward Ranney, cuatro años después de su fallecimiento y expuesta luego en el MoMA de Nueva York. Desde entonces, sus fotografías han recorrido museos y galerías del mundo entero, y son cientos los libros y ensayos que destacan, con justa razón, su mirada sensible, su virtuosismo en el manejo de la luz, su agudeza estética y su incalculable valor documental.

Son cientos los libros y ensayos que destacan con justa razón, si mirada sensible, su virtuosismo en el manejo de la luz, su agudeza estética y su incalculable valor documental.

Pero también Martín Chambi es emblema de causas indigenistas y carta de triunfo en debates académicos interesados en subrayar que él miraba el mundo indígena desde adentro, a diferencia de aquellos fotógrafos exploradores que buscaban lo exótico fuera de su realidad. Esta lectura está reforzada por el hecho de que en el año 1948, el famoso fotógrafo norteamericano Irvin Penn arrendó el estudio de Chambi en el Cuzco para convertirse él en un retratista etnográfico. Se cuenta que llegaban los modelos y se encontraban con este otro fotógrafo, que sustituía al habitual. Penn tiene una foto de dos niños indígenas que aparecen como ejemplares de una raza extraña, y que vendió a precios millonarios en Estados Unidos, en el mismo periodo en que el dueño del estudio seguía viviendo en la precariedad tercermundista.

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Al visitar la muestra, que ahora está en el Centro Cultural de Las Condes, gestionada por la curadora Verónica Besnier, se comprende que el trabajo de Chambi no solo sea valorado desde el punto de vista visual, sino que también alimente tan profusamente todo tipo de discursos sociales. Se trata de 90 fotografías, en las que también hay paisajes, pero son los retratos, muchos grupales, los que impactan por la abrumadora cantidad de información que transmiten. Como el alemán August Sander, quien en la misma época hizo una especie de inventario de su sociedad (y, casualmente, era también hijo de minero), Chambi registró la diversidad social que lo rodeaba. De orígen indígena, Martín Chambi retrató la diversidad de la sociedad peruana, especialmente cuzqueña, en la primera mitad del siglo pasado. Sus fotos, en su mayoría sacadas en el Cuzco, donde murió y pasó gran parte de su vida, muestran una gran multiplicidad de tipos físicos y raciales, oficios, generaciones, roles y actitudes, configurando un sofisticado mapa sociocultural. Los curas, los campesinos, los militares, los mineros, la banda musical, el grupo de teatro, los indígenas, los artistócratas, los inmigrantes, las mujeres, los niños, las familias: todos comparecen democratizados ante su cámara, estetizados por su mirada sensible y por su extraordinario manejo de la luz. Chambi no los capturaba para robarles una instantánea, sino que se relacionaba íntimamente con sus modelos, invitándolos a participar de su proyecto. Ante su cámara se deshacen las diferencias que los separan en el mundo real: todos son bellos, elegantes, solemnes, importantes y están llamados a ser parte de esta hermandad construida en el plano de la representación fotográfica.

Los curas, los campesinos, los militares, los mineros, la banda musical, el grupo de teatro, los indígenas, los aristócratas, los inmigrantes, las mujeres, los niños, las familias: todos comparecen democratizados ante la cámara de Martín Chambi y estetizados por su mirada sensible y amorosa.

Si bien la presencia indígena es significativa en sus retratos, puede comprenderse que más bien se trata de personas mestizas, y que su mayoritaria representación solo refleja la composición de la sociedad cuzqueña de entre 1930 y 1950, periodo en el que realizó el grueso de su proyecto. Se trata de un momento clave de mestizaje social y cultural, en que la ciudad se está transformando, llegan nuevas tecnologías y se está consolidando un activo proceso de inmigración europea de postguerra: las gentes se mezclan y nuevos hábitos y visiones de mundo se entrecruzan con los viejos. Chambi está ahí, congelando sobre las grandes placas de vidrio de su cámara, momentos de un proceso dinámico, quizás animado por la lúcida conciencia de que todo es frágil y puede desaparecer.

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Para la mirada occidental, que lo descubrió y lo inscribió en la historia, fue un artista "indigenista", que dignificó el valor de su etnia.

Las imágenes de Chambi nos transmiten su placer por la diversidad, el detalle, los signos que hablan por sí mismos, en cada prenda del vestuario, en cada gesto y mirada, en cada mobiliario y paisaje. Para la mirada occidental, que lo descubrió y lo inscribió en la historia, fue un artista "indigenista", que dignificó el valor de su etnia. Quizás sea porque esa mirada, que suele ser reductora, homogeneiza a los personajes de las fotos: todos parecen iguales, indígenas como su autor, del mismo modo que para nosotros todos los orientales se parecen entre sí, por compartir ciertos rasgos faciales. Pero una aproximación más informada, nos revela a un artista que, más que levantar causas indigenistas, observó su mundo y se observó a sí mismo con amorosa curiosidad.

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