Por qué puede aumentar la disfunción eréctil durante la pandemia




Gonzalo (39) es periodista y trabaja a cargo de las comunicaciones de una gran empresa. Tiene tres hijos, el menor de sólo ocho meses, y está casado hace seis años. Antes de eso, con su pareja pololearon diez años. “Toda una vida juntos”, como dice él. Reconoce que a pesar del tiempo y los hijos, tienen una buena relación. “Es lógico que tener tres niños chicos es desgastante para una pareja porque implica mucho trabajo, no descansamos casi nunca, pero con mi mujer nos conocemos hace tanto tiempo que somos muy cómplices. Sabemos cuándo el otro está a punto de explotar y nos vamos equilibrando en las pegas. Y también, como tenemos la suerte de tener una buena red de apoyo, nos damos siempre el espacio para estar solos y reencontrarnos entre la locura de la paternidad”, cuenta.

Toda esta complicidad también se refleja en su sexualidad. Dice que cuando recién se conocieron había una química increíble en el sexo. Lo pasaban bien y rápidamente entendieron lo que al otro le gustaba. “Es normal que con el tiempo el sexo vaya cambiando, sobre todo cuando estás mucho tiempo con la misma pareja. Ya no somos los dos veinteañeros del comienzo, también llegaron los hijos y eso reduce los espacios”, reconoce. Pero a ese cambio natural en la sexualidad de la pareja, los últimos meses se ha sumado otro factor que a Gonzalo lo tiene muy preocupado.

“En marzo, pocos días antes de que empezara la cuarentena le dejamos a los niños a mi mamá y salimos a comer. A la vuelta nos tomamos algo y luego nos fuimos a la cama. Iba todo bien, pero cuando estábamos en la mitad del acto sexual, yo no pude mantener la erección. Fue muy extraño, porque sé que ella se dio cuenta, pero no me dijo nada. Los dos nos quedamos callados y luego nos dormimos”, recuerda. Al otro día, Gonzalo pensó en lo que le había pasado, pero prefirió no darle importancia, aunque la siguiente vez que estuvieron juntos, no pudo evitar sentir la presión de lograrlo. Y finalmente lo hizo, pero, según cuenta, no fue un sexo tan placentero –y luego su mujer también reconoció lo mismo– porque él estaba más preocupado de mantener la erección que del placer.

Sus encuentros íntimos comenzaron a ser menos frecuente. “No lo hice muy consciente, pero de a poco empecé a inventar excusas. Sentía miedo de enfrentarme a ese momento y no poder lograr la erección o mantenerla, algo que nunca antes me había pasado”. Eso repercutió en su relación. Su mujer no sabía qué estaba pasando, en algún momento incluso pensó que podía haber una tercera persona y esa fue la razón que llevó a Gonzalo a buscar ayuda. “Cuando me di cuenta de que mi mujer estaba teniendo dudas, que esta situación estaba poniendo en riesgo mi matrimonio, preferí consultar. Pero no niego que me costó, que dar el paso fue muy difícil”.

La disfunción eréctil se define como la incapacidad de un hombre de poder conseguir o mantener una erección lo suficientemente firme para tener una actividad sexual satisfactoria. Las cifras de prevalencia tanto en Chile como a nivel internacional avalan que este problema afecta a cerca del 30% de los hombres de 50 años; una cifra que llega al 40% a los 60 años y a más del 50% en hombres sobre los 70 años. Francisco Osorio, urólogo andrólogo de Clínica Alemana, dice que “se trata de una enfermedad que viene en aumento, porque se relaciona con enfermedades como la diabetes, la hipertensión o alteraciones en el colesterol. Todo lo que se conoce como el síndrome metabólico. Estas enfermedades, al igual que en el corazón, van generando depósitos de colesterol y van bloqueando las arterias del pene y finalmente se producen manifestaciones similares a las que pasan en todos los otros órganos de cuerpo cuando tienen menos irrigación sanguínea. Por tanto, en todo hombre sobre los 50 años que tenga alguna de estas enfermedades, va aumentando progresivamente el riesgo de que puedan desarrollar una disfunción eréctil”.

Pero además de la causa orgánica, está la causa psicógena. Y es lo que le ocurrió a Gonzalo. En su primera cita con el doctor en abril, antes que preguntarle por su sexualidad o su duración, lo primero que hizo el especialista fue consultarle por su estado anímico. “Me preguntó cómo me estaba afectando la pandemia y desde ahí conversamos un largo rato. Yo no le había tomado el peso, pero claro, estaban despidiendo a gente en mi empresa desde el año pasado, desde el estallido. Y ahora con esto, todos corremos riesgo. No lo había asociado, pero el médico me hizo ver que es normal que esté con ciertas preocupaciones y que eso afecte mi actividad sexual”, cuenta.

Francisco Osorio dice que desde marzo hasta ahora ha visto un aumento en las consultas por este tema. “Muchos pacientes jóvenes que consultan por problemas de erección o de deseo sexual. Y uno sabe que en un paciente joven en la mayoría de los casos no hay un problema orgánico detrás, sino que más bien un tema psicológico. Y dada la situación en la que estamos, probablemente la principal explicación es la pandemia y todos sus efectos: estar encerrados, tener incertidumbre desde el punto de vista de salud, laboral y económico, todas esas cosas van impactando”, explica.

Y agrega que para poder tener una actividad sexual satisfactoria, las personas debemos estar tranquilos y relajados y cualquier situación de estrés puede sacarte de ese contexto de disfrute y goce de la relación sexual. “Hay mucha gente que está teniendo problemas de deseo por el estrés y otros que, a pesar de no tener una gran activación de deseo sexual, intentan igual tener actividad sexual, y puede que tengan fallas para generar la erección o mantenerla debido al mismo estrés. También hay gente que tiene deseo, que logran generan un ambiente, que comienzan con los juegos previos y hay generación de una erección, pero durante la actividad sexual la pierden porque se les viene a la cabeza alguna preocupación”, agrega Francisco.

Para tratarlo es importante detectar el nivel de ansiedad del paciente. El especialista explica que a los que les pasa por primera vez se suelen asustar y el hecho de que tengan un problema eréctil siendo jóvenes los preocupa tanto, que se transforma en un círculo vicioso en que se acrecienta más el problema. “Muchos de ellos no consultan los primeros momentos por miedo o vergüenza, pero finalmente cuando uno los tiene en la consulta, basta con explicarles que lo más probable es que ellos estén en este grupo en el que la causa es psicógena y no hay nada físico. También es importante considerar que cuando un hombre tiene una falla en la erección, el que se perpetúe ese problema depende de cómo se tome esa falla. Hay pacientes que de base son ansiosos y se angustian más fácil y lógicamente son más vulnerables, por lo que ante un episodio de falla, piensen que esto es una cosa terrible y se ponen en los peores escenarios. Y ahí la falla se va a perpetuar. Pero por otro lado están los pacientes para los que fallar una vez no es gran tema, ni para ellos ni para sus parejas”, explica Osorio.

El nivel entonces puede determinar que esto derive en un especialista de salud mental experto en trastornos de sexualidad o que se resuelva solo en la consulta con el urólogo. “Uno trata de evitar en estos pacientes el uso de medicamentos porque tienden a perpetuar el problema. Se convierten en usuarios habituales cuando no lo necesitan”, dice el experto. Y concluye: “Se trata también de un tema de educación sexual. Es importante sacar ciertos estereotipos como que uno tiene que tener una erección de buena calidad y deseo sexual en todo momento. Eso no es así. Tienen que saber que es esperable que en momentos de estrés y de dificultad eso pueda afectar su vida sexual y no quiere decir que tengan un problema mayor”.

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