Ser papá, mucho más que dejar de dormir




Mientras la Emilia esperaba a nuestro primer hijo, que actualmente tiene ocho meses, me di cuenta de que a las mujeres les dicen muchas cosas bonitas de la maternidad: que les va a cambiar la vida, que dar leche es lo mejor del mundo. En general, poco les hablan de la esclavitud que pudiese significar la lactancia o que les va a doler la espalda como loca. Con los hombres es todo al revés; se nos acercan con actitud de choro a aconsejarte que aproveches de dormir o a advertirte que la vida sexual se acabó. Pero más allá de eso, siempre me llamó la atención tanta queja. Porque nadie nos obliga a tener hijos. Pareciera que cuando uno va a ser papá por primera vez, la paternidad se redujera a esos consejos a modo de chiste, que son fomes, repetidos y sin sentido. ¿Acaso se pueden guardar horas de sueño?

Siempre quise ser papá. De hecho creo que tuve ganas de serlo antes que la Emilia. Y he tenido la suerte de que he podido estar con mi hijo todos estos meses. Primero porque mi oficina estaba muy cerca de Plaza Italia y no pude volver tras el estallido social, y ahora por el coronavirus. En estos ocho meses de profundo apego me he convencido de que ser papá es conocer un nuevo tipo de amor, uno más grande, más profundo e incondicional que todo lo que había sentido antes.

Ser papá me ha hecho cuestionarme qué cosas importan más, me ha permitido pensar si quiero que mi hijo sea brillante o si es más importante que sea generoso, empático y auténtico. Y estoy convencido de que lo segundo es mi prioridad en su educación y de que me importa mucho que sea un niño alegre, con la inteligencia emocional necesaria para el mundo que le va a tocar vivir.

He reafirmado mis valores, redefinido las batallas por las que luchar y descubierto lo importante que es enseñar. Ser papá es ordenar tus prioridades, preocuparte de estar más sano de cuerpo y mente, y cuidarte porque alguien depende de ti. Es conocer el verdadero miedo por primera vez. Por eso es que he tratado de hacer más deporte y de fumar menos, me he convertido en una persona precavida, al punto de cambiar el auto cuando me di cuenta de que el que tenía no contaba con la seguridad necesaria para la silla de mi hijo.

Siendo papá me he dado cuenta, también, de que para mí lo principal es que a mi hijo le importe lo que pasa a su alrededor, que no sea individualista. Que luche por lo que quiere, pero siempre pensando en el entorno en el que vive. No me interesa que cumpla todas las cosas de los libros en cuanto a las horas que tiene que dormir o prohibirle las pantallas, me interesa que le guste la naturaleza, que comparta. Que sea tolerante y abierto para que genere su propia opinión. No quiero que sea de opiniones cerradas por nosotros ni que crezca pensando que la vida está hecha para tener éxito profesional. Quiero que sepa que se puede ser feliz de muchas formas.

Ser papá es volverte más sensible, reflexivo, empático y menos pendiente de lo que hacen los demás. Es trabajar con más ganas, porque de eso depende que tu hijo tenga todo lo que necesite. Siempre me ha gustado trabajar, pero ahora lo hago con doble preocupación porque quiero que me vaya bien para que a él no le falte nada. Nunca. Tener un hijo es reencantarse con tu pareja y querer ser un mejor compañero. Es ser un amigo más comprensivo con los que estaban en esto desde antes.

Ser papá es un aprendizaje continuo: dejar el ego de lado, manejar la paciencia, sacar energías de no se dónde, potenciar tu creatividad, saber pedir ayuda y confiar en la intuición en este nuevo mundo repleto de fórmulas y consejos. Es aprender que para el único que tienes que estar en todas es para tu hijo, y no va a pasar nada si te pierdes un carrete. Es saber elegir bien cuándo trasnochar o cuántos tragos tomarte. Ser papá es dormir las siestas más ricas de la vida, tener un guatero personal para cuando quieras y disfrutar cantando, bailando y haciendo el loco sin que te importe.

Estos meses siendo papá, creo que me han transformado en una mejor persona. Sí, se duerme poco, pero vale la pena estar despierto para sentir cómo se te agranda el corazón cada día un poco más.

Benjamín (33) es publicista y creador de @quehambrebenja.

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