Si se fue infiel una vez, ¿siempre se va ser infiel?




¿Cuántas veces hemos escuchado que si la persona fue infiel una vez, está condenada a serlo de por vida? Como si se tratara de un comportamiento predeterminado y una tendencia imposible de revocar. Y es que en torno a la infidelidad existen muchos mitos. Uno de ellos, quizás más presente en generaciones anteriores, establece que la infidelidad es parte del funcionamiento familiar y por ende una práctica asumida y justificada por las propias parejas, que prefieren hacer la vista gorda para así evitar un quiebre familiar. Pero el que más persiste, como plantea el terapeuta de parejas, director del Centro CEPPAS y coautor del libro ¿Y ahora qué hacemos?, Antonio Godoy, es que el o la infiel nace siéndolo. “A veces los hombres o las mujeres infieles lo son de manera situacional, por una circunstancia en particular. No es que lo hayan estado buscando necesariamente o que crean que la infidelidad es parte de la vida. Por lo tanto, en términos de personalidad, es poco probable que vuelvan a repetirlo”, explica.

Lo importante ahí, según explican los especialistas, es que hay varios factores a considerar cuando se trata de la infidelidad, tanto individuales como relacionales. En muchos casos, la infidelidad en una relación tiene que ver con un síntoma de algo mayor; un distanciamiento, una crisis o falta de comunicación. Y es que, de base, casi siempre hay un conflicto.

Como explica la terapeuta de parejas e integrante del Instituto Chileno de Terapia Familiar, Elisa Milos, la infidelidad es una problemática relacional que no es ajena a la relación de pareja y tampoco al contexto sociocultural en el que la pareja se desenvuelve. “Cualquier conducta humana, ya sea la infidelidad u otra, tiene un sustento sociocultural y no puede verse de manera aislada. Porque las conductas son, en esencia, el reflejo de la manera que tiene esa persona de ver el mundo y de los significados que le atribuye a sus experiencias de vida”, explica. “Hay una historia familiar que se viene heredando y no podemos ser ajenos a eso”.

Según la especialista, esos significados se han ido adoptando y adaptando, pero han ido marcando la pauta y tienen una clara incidencia en cómo desplegamos nuestras vínculos del presente. Pero no por tener ciertos significados incorporados una persona está definida o condicionada a ser de cierta manera. “Si hace un trabajo personal de psicoterapia y amplía su nivel de conciencia, puede incorporar nuevos significados a sus experiencias. Y por lo tanto puede modificar su conducta”. ¿Estamos entonces definidos por el hecho de haber sido infieles alguna vez?

Los especialistas concuerdan en que no es así. Porque eso implicaría suponer que el ser humano es estático y absoluto. “El infiel no es básicamente infiel. Y una persona no infiel puede serlo alguna vez. En ese sentido, la persona que fue infiel no es que tendría que cambiar algo para no serlo, tendría que hacerse cargo de sus actos y asumir las consecuencias –de haberlas– de que incurrió en una transgresión en la relación”, explica Godoy.

Para la psicóloga y terapeuta familiar, Catalina Baeza, es importante definir que hay varios tipos de infidelidades. Hay una infidelidad concreta y física, pero también hay una traición a la confianza que se tiene con la pareja. Aun así, para que esto ocurra, tiene que haberse establecido en algún momento el acuerdo que existe entre los involucrados. “Y ahí es donde se pone complejo, porque no todas las parejas tienen los mismos acuerdos y algunos ni lo hablan. Luego, cuando hay una infidelidad, se resienten por una promesa que nunca fue hecha. Si nunca se prometió que se sería fiel, o nunca se expresó que eso se quería, cuando el otro lo hace, no está realmente traicionando. Simplemente no se plantearon los deseos y necesidades. Y eso ocurre con mucha frecuencia”. Especialmente si consideramos que la monogamia es relativamente reciente en nuestra historia y, como explica la especialista, surge desde la necesidad de mantener y garantizar un rastreo genético.

Dicho eso, los especialistas aclaran que hay ciertos tipos de infidelidades que sí encuentran su raíz en un patrón, pero no son la mayoría. En su libro, que trata justamente de qué se hace después de una infidelidad, Godoy relata que hay infieles que son de tónica de vida que tienen ciertas características de personalidad que los llevan a disociar el amor del sexo. “Estamos hablando de un tipo de infidelidad que es más individual que relacional, de personas con ciertos rasgos de personalidad que buscan la intensidad de la vida sexual y pasional afuera, porque no pueden juntar el amor hacia la pareja con la vida pasional”.

Lo que se ve ahí, como explica Baeza, es un patrón de conducta en el individuo que busca sentir esa sensación de éxtasis que se encuentra en los primeros instantes de la pasión. “Cuando la infidelidad es recurrente, habiendo ya provocado todo el dolor, se trata de alguien que cae en ciertas conductas para sentirse vivo. La infidelidad para esa persona genera en su cuerpo una sensación similar a lo que genera la cocaína, una excitación y sensación de estar vivos. En algunas parejas de larga data, la pasión se transforma en amor. Pero en otras cuando se pierde la pasión se genera una falta, por lo que se empieza a buscar remediarla con otras personas”. Aun así, esos casos son los menos, y una persona puede ser infiel y después de sanar la desconfianza y culpabilidad, no caer en un patrón.

Para lograr eso, según Milos, hay que ampliar el nivel de conciencia; que la persona realice un proceso de psicoterapia donde pueda mirar su propia historia, el significado que le ha dado, y cómo él o ella se posiciona en el presente a partir de esa historia. Con el fin de que se haga consciente de su forma de funcionar en el mundo y de ahí generar cambio, si es necesario.

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