Volver a amar después de un corazón roto: “Él llegó a la casa un día y me dijo que ya no quería estar conmigo”




"Hace dos años, a pocos días de cumplir 34, me rompieron el corazón. Prefiero sincerarme y decir que si bien soy consciente de las realidades difíciles e injustas que existen en este mundo tan desigual, y que superan con creces a un simple desamor, esta fue para mí de las experiencias vitales más duras que me ha tocado vivir.

Llevábamos casi seis años juntos y en todo ese tiempo nunca me detuve a pensar si realmente estábamos felices y tranquilos con nuestra relación. Creo que todo mi entorno lo quería mucho, incluyendo mi familia, y me dejé llevar por esa presión externa de tener que mantener las apariencias. Para los demás, éramos una pareja ideal. Lo pasábamos bien, teníamos una comunicación muy fluida y nos apoyábamos mutuamente. Pero eso era lo que proyectábamos hacia fuera. Llegada la noche, y cuando volvíamos a la casa, apagábamos la luz y nos acostábamos en silencio. Agotados del gran montaje que desplegamos durante el día.

Fui naturalizando esa situación. Si el resto nos veía bien, probablemente lo estábamos, pensaba yo. Sin cuestionarme por qué después cuando estábamos solos no apreciábamos nuestra compañía. Pero finalmente, él llegó a la casa un día y me dijo que ya no quería estar conmigo. Me quería mucho, me respetaba y en el fondo le daba pena dejarme ir, porque disfrutaba la vida que habíamos armado juntos. Pero no se sentía pleno. Creo que la expresión exacta que usó fue “que no se sentía realizado”.

Yo no entendí nada, o más bien me sentí engañada. Sentía que los dos llevábamos mucho tiempo fingiendo, pero que habíamos acordado tácitamente que así fuera. Era injusto, en mi cabeza, que ahora uno de los dos se bajara del acuerdo. Quizás ahí me equivoqué, porque ahí estaba él cuestionando algo que yo llevaba mucho tiempo cuestionando, pero que nunca verbalicé y simplemente asumí. A su vez, más que eso, sentí que él habló por sí solo y no se detuvo a pensar en lo que habían sido esos años para mí o cómo me estaba sintiendo yo. Su acercamiento fue poco personalizado y más bien individualista. Escuché mucho “yo, yo, yo” y ni un solo “nosotros”, y eso me decepcionó.

Decidimos terminar, o más bien él lo decidió, y se fue a vivir a la casa de un amigo. Al poco tiempo supe que estaba en una relación con una compañera de trabajo. No quise preguntar si eso venía ocurriendo hace tiempo, porque a esas alturas ya no quería sentirme aun más decepcionada. Había perdido mucho tiempo en postergar mis necesidades con tal de calzar con un molde. Con tal de cumplir las expectativas de los demás que nos veían siempre tan aparentemente felices y nos decían cosas como “¿cuándo se van a casar y tener hijos? Hacen tan buena pareja”

Pero ya no quería cumplir con lo que se esperaba de mí, porque eso iba en contra de mis propios deseos. Más bien quería ocuparme de mí misma y entender por qué mi tendencia había sido hasta entonces la de ponerme en segundo lugar. ¿Por qué estuve dispuesta a ceder, a fingir, a no preguntar y a dejar pasar los años sin poner un límite a una situación que no me estaba acomodando?

Ese proceso fue muy complejo y me costó mucho. Fui a terapia, recurrí innumerables veces a mi red de apoyo y lloré cada vez que pude. No me guardé ni una sola lágrima. Algo que sorprendió mucho a mis amigas que nunca antes me habían visto así. Y ellas, en cierta medida, entendían que esta ruptura había sido muy significativa, más que por la relación en sí, porque implicaba que se habían desmoronado mis estructuras. Yo siempre había sido muy estructurada y cualquier cosa que se saliera de ese esquema me complicaba. Juraba que nos íbamos a casar a los 35, que íbamos a tener hijos y que, probablemente, aunque me dé un poco de pudor decirlo, íbamos a pasar la vida juntos. Para bien y para mal.

Tener que romper con esa ilusión o idea preconcebida fue quizás lo más difícil. Y ni hablar de lo devastador que fue sentirme engañada, que él se hubiera ido con tanta irreverencia, como si no hubiésemos pasado seis años de nuestras vidas juntos, y enterarme por terceros que estaba en otra relación. De verdad pensé que no volvería a abrirme al amor.

Pasé un año entero así, esquivando cualquier posibilidad de apertura y de generar encuentros amorosos. Me refugié en mis amistades y en mi hermana mayor, quien insistió mucho con respecto a la importancia de volver a confiar. Yo la escuchaba, pero no lograba materializarlo. Me habían hecho daño y me daba miedo volver a pasar por lo mismo. Cada vez que alguien me decía que había conocido a alguien, con ilusión y esperanza, miraba con disgusto y les advertía que no resultaría. Aprovecho de pedirle perdón a mis amigas de hecho por haber sido tan poco receptiva y empática en esa época.

Pero hace nueve meses conocí a alguien, y como si hubiese desaparecido del día a la mañana esa sensación amarga que cargaba, me entregué nuevamente a la posibilidad de amar. No es una persona que conocía de antes y tampoco alguien que calzaría con el estilo de hombres que me ha gustado en el pasado, por lo que todo ha sido nuevo. Y eso me fascina. Porque pasé de atenerme a una estructura muy rígida a dejar que la vida misma me sorprenda.

El desamor está ahí y lo siento; cada cierto tiempo recuerdo a mi ex, recuerdo la oscuridad en la que estuve metida y veo que todavía aparece una rabia. Pero cada vez estoy más cercana a una entrega absoluta y a su vez a un desapego hacia todas las creencias que solía tener, tanto de mí como de cómo debía ser la vida, el amor y el matrimonio.

Guardando las proporciones, siento que toqué fondo y eso me permitió entender que no quería seguir castigándome y que más bien quería darme una oportunidad de quererme y también de estar abierta al presente y a lo que se me cruzara en el camino. La vida es mucho mejor cuando soltamos el pasado, cuando asumimos que no todo es una tragedia griega y nos permitimos indagar en lo que está ahí al alcance".

Josefina Espínola (36) trabaja en un banco y es madre perruna.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.