Columna de Carlos Meléndez: Perú: una carambola política

Protestas en Perú.

La crisis política peruana se remonta al gobierno dividido resultante de los comicios de 2016. El ganador de la Presidencia, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), no consiguió mayoría en el Parlamento. La candidata perdedora, Keiko Fujimori, se alzó inéditamente con 73 escaños de 130, de un Congreso unicameral. Estas dos derechas -la tecnocrática de PPK y la populista del fujimorismo-, entraron en una confrontación irreconciliable que terminó con la renuncia de Kuczynski, en marzo del 2018. Su caída desató una carambola de billar con tal fuerza, que no se ha detenido aún: un Congreso disuelto (septiembre del 2019), un Presidente reemplazante destituido (noviembre del 2020), un efímero Presidente interino y un futuro incierto.

En el último tramo de tal coyuntura, había razones para pensar que la coalición parlamentaria que destituyó a Martín Vizcarra y lo reemplazó por el otrora presidente del Congreso Manuel Merino, podría haber mantenido el equilibrio de baja intensidad ya establecido entre poderes. En una breve entrevista para este diario, expresé mi creencia en que este recambio no escalaría a una crisis política mayor, porque la dinámica parlamentaria sellaría un acuerdo. Empero un inesperado factor, ausente hasta entonces, emergió: la protesta social. En solo pocos días surgió una inédita ola de indignación social que, como ya señalé -el viernes 13, en este diario-, tiene “la esencia de la Marcha de los Cuatro Suyos”, la sustancia de aquella masiva movilización previa a la caída de Alberto Fujimori el 2000.

Concedo que inicialmente no sospechaba que un estallido social como el presente ocurriría y que asumí, erradamente, que el Perú -sin rutina de protesta callejera espontánea en las últimas décadas- no alcanzaría un nivel de movilización social desestabilizadora. No obstante, desacertadas decisiones del gobierno interino coadyuvaron a un malestar social aún ininteligible, al punto de revertir la correlación de fuerzas en el Congreso, que retiró su apoyo a Merino. Ya para entonces, había corregido mi cálculo inicial y afirmé que el destino del itinerario dependería de que la “capacidad de indignación ciudadana se mantenga”, como figura en el diario el sábado 14.

He considerado pertinente consignar en este espacio la lógica de mi análisis sobre la crisis política peruana, pues tanto errar como corregir son partes del trabajo intelectual e inherentes al ser humano.

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