Enrique Krauss, exministro: "No había certeza de que se respetara el triunfo"

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Como hombre clave en la campaña que culminó con el triunfo de Aylwin y posteriormente como ministro del Interior, Enrique Krauss relata los temores de ese día y cómo fue la elección presidencial que inició el camino de la recuperación de la democracia en Chile.


En una serie de marcos bien cuidados, Enrique Krauss (87 años, exministro de Interior, Economía y expresidente de la DC), atesora un cúmulo de fotografías con Patricio Aylwin. Muchas en blanco y negro y, en la mayoría, con ambos sonrientes. "Don Patricio tenía una especie de tic, que se reía con mucha facilidad", relata, recordando, sin embargo, el tradicional gesto del expresidente de "apretar los dientes" cuando se enojaba. Fueron décadas de camaradería. Aylwin fue su profesor de Derecho en la Universidad de Chile y luego su jefe en La Moneda, hasta donde llegaron tras el triunfo del 14 diciembre de 1989. A 30 años de ese hito, el exjefe de gabinete relata los pormenores de un día histórico.

¿Cómo recuerda esa jornada?

Tal vez uno de los episodios más emocionantes de mi vida, que es bastante larga. Fue la culminación de un esfuerzo de muchos años. El golpe del 73 para nosotros fue un factor muy decisivo para comprender la necesidad de rectificaciones y la búsqueda de entendimientos. En los últimos años previos al 73 el país se había ido dividiendo en tres tercios que eran irreconciliables y que llegó al final, en la década del 70, a transformarse en un factor de distancia muy profunda, derivada del hecho de que nos marcamos por idealismos más o menos fanatizados y eso precipitó el colapso de la democracia. La DC, desde que empezó esa travesía por el desierto hizo un esfuerzo de aproximación y logramos consolidar una mayoría. Se entendió que la democracia es el triunfo de la mitad más uno al menos y no que podíamos vivir con tercios irreconciliables.

En un instructivo, el comando pidió no hacer manifestaciones ese día. ¿Por qué?

Porque teníamos la hipótesis, bastante razonable, de que todo nos indicaba que podíamos triunfar, pero las condiciones del transcurso de 17 años no nos generaban una plena certeza de que ese triunfo pudiera ser ratificado, que se respetara. Uno de los factores teóricos con que podíamos analizar era que se produjera algún tipo de perturbación del orden que produjera que en Chile se repitiera la frase histórica de Franco en España, de que 'no se os puede dejar solos'. Era una hipótesis que teníamos que trabajar como la trabajamos en la experiencia del plebiscito. Ahí tuvimos una primera experiencia de que era imprescindible evitar cualquier explosión negativa que pudiese justificar que se rechazara el triunfo o se cuestionara y nos generara dificultades.

En lo personal, ¿cuál es su remembranza de ese día?

Estábamos en el Hotel San Francisco, donde teníamos instalado nuestro comando. Ahí don Patricio Aylwin habló prácticamente desde el techo y se dirigió a la gente. Tuvo un discurso muy emotivo, conducente a la búsqueda de lo que nos interesaba, que era la recuperación democrática para, como lo dijo pocos días después en el Estadio Nacional, todos los chilenos. En ese discurso histórico, cuando dice: para todos los chilenos, civiles y militares, y viene la gran pifia. Él entonces se enoja -como tradicionalmente se enoja- ba-, aprieta un poco los dientes y dice: sí, señores, para civiles y militares. Eso marcó lo que fue su línea de conducta durante los cuatro años. Recuerdo (que el 14 de diciembre) estaba Manola Robles, periodista de Radio Cooperativa, y el locutor. Y cuando todo terminó me pidió entrevistarme y terminamos llorando. Lo gracioso es que lloraba también el control.

¿Se lloró mucho ese día?

Yo, personalmente, no. Soy llorón, pero no tanto en ese caso. En uno de los pasillos del hotel me encontré con otro periodista, fallecido hace muy poco, el Negro (Carlos) Jorquera, también gran amigo mío. Con Carlos nos topamos, nos abrazamos y nos pusimos a llorar. De repente pasó una delegación de visitas extranjeras y nos observó. La gran preocupación nuestra -estamos hablando del 89, en que la concepción de los temas era distinta de la actual- es que se nos pudiera interpretar como que éramos un dúo de personas no virilmente decididas, por así decirlo.

Llegaron cartas de los comandantes en jefe al día siguiente felicitando a Aylwin. Con Pinochet, sin embargo, no hubo contacto.

El que actuaba en representación oficiosa diría, porque no tenía mandato formal, era el general Jorge Ballerino. Se trató de hacer lo más fácil. Después se alteró el procedimiento, después de que estuvimos en La Moneda, en una visita espectacular desde el punto de vista de la atracción noticiosa y de la preparación, porque don Patricio previó lo que iba a ocurrir. Don Patricio tenía una especie de tic, que se reía con mucha facilidad, entonces una risa con Pinochet podía ser muy mal interpretada. Así que iba muy serio. Y previó él mismo que 'me va a tratar de invitar a tomar té'. Y, efectivamente, así ocurrió, y entonces él le decía: 'Señor Aylwin, ¿por qué no nos tomamos una tacita de té?'. 'No, general, por ningún motivo'.

¿Cómo tenían al candidato al tanto de los cómputos?

El equipo más directamente: Enrique Correa, Edgardo Boeninger, yo en lo político, Enrique Silva Cimma también. Y la gente del comando, Eugenio Tironi. Al principio tuvimos una discusión con el comando de Büchi respecto del cálculo del porcentaje electoral, porque había que considerar si estaban los votos en blanco o no para definirla, y naturalmente que si se consideraban daba un resultado distinto.

¿Cómo se resolvió eso?

Aceptaron el criterio nuestro, de que teníamos la razón legal.

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