¿Pueden las tareas domésticas ayudarnos a aliviar el estrés?

3 DE JUNIO 2020/SANTIAGO Temáticas de aseo en casa durante la cuarentena por Covid19. FOTO: MARCOS MALDONADO/AGENCIAUNO

Actividades cotidianas como lavar platos, doblar la ropa y regar el jardín tendrían efectos positivos cuando atravesamos momentos de angustia, dicen algunos estudios. Tres psicólogos opinan al respecto, plantean sus reparos y entregan sus recomendaciones sobre cómo sacarles provecho de manera apropiada.




¿Será el sonido del agua corriendo? ¿El aroma del lavalozas? ¿O quizá la textura de la esponja? No. En realidad es el movimiento mecánico y casi automatizado con el que refriegas los platos, para luego enjuagarlos y encajarlos en el riel correspondiente para que se sequen, mientras reinicias la acción con la pieza de loza siguiente.

¿Puedes sentir cómo te relajas, cómo se aleja el estrés y entras en una especie de estado meditativo en el que la conversación que tienes con tu cabeza al fin es amena y armónica? ¿No? Pues tendrás que quejarte con los investigadores y sus estudios —como uno de la Universidad Estatal de Florida— que aseguran que lavar platos conduce a un mayor grado de consciencia y de atención plena, mejora el ánimo, aumenta la inspiración y alivia la mente de malestares psíquicos, como el estrés o el nerviosismo.

Y no sólo lavar platos: los resultados sugieren que el mindfulness podría cultivarse por medio de una serie de actividades sencillas, como regar las plantas, planchar, doblar la ropa u ordenar la casa; es decir, haciéndose cargo de las tareas domésticas. Aquí uno recuerda su infancia, específicamente las peleas que se armaban cuando tu mamá te mandaba a limpiar la pieza. Probablemente algo, en ese instinto maternal, le hacía saber que esa aburrida, dura y latosa orden era “por tu bien”.

David Robson, escritor especializado en ciencia y autor de The Expectation Effect: How Your Mindset Can Transform Your Life, sostiene en una columna en la BBC que las labores domésticas pueden ser un sustituto de la meditación. “Puede ser útil, porque ocupa la mente para que dediquemos menos recursos a las cosas que nos preocupan”.

Por su parte, la psicóloga clínica Joan Black asegura que ciertas actividades cotidianas involucran componentes sensoriales que nos conectan con el placer. “El agua, lo suave y lo calientito, los olores de la cocina o las manos en la tierra son sensaciones que nos conectan con cuestiones más primarias y tempranas, que nos pueden calmar a niveles no solo verbales”, sostiene. Como cuando nos invade la pena. “Ahí uno quiere envolverse en algo suavecito y tomar algo caliente; son sensaciones que nos acunan, nos arrullan y nos hacen sentir bien”, expone la especialista.

Lavar la loza puede ser una actividad relajante. Hasta que te llega la cuenta del gas. Foto: Marcos Maldonado/AgenciaUNO.

Rutina al rescate

Cuántas veces te quedaste atrapado repasando esa conversación que no salió bien y en la que no encontraste las respuestas adecuadas en el minuto preciso. O estás a la espera de una información relevante, pero que por culpa de la ansiedad te quedaste sin uñas que comer ni neuronas que seguir quemando. La próxima vez que te ocurra, intenta dedicar el tiempo y la cabeza a alguna tarea doméstica sencilla, como barrer o pasar la aspiradora, quizás regar las plantas o, por qué no, hacerte cargo de la pila de loza sucia que acumulaste desde la noche anterior.

“Cuando estamos frente a algo que no podemos controlar, o una situación en la que no sabemos cómo actuar, muchas veces podemos encontrar calma en estas actividades, que tienen la ventaja de ponernos en una posición activa frente al mundo. Porque hay algo que sí podemos hacer: ordenar y con eso asegurar, aunque no esté directamente relacionado con lo que nos pasa”, explica Black.

Lo que hay detrás es la necesidad de control, esa que se perdió al comienzo de la pandemia, cuando poco se entendía sobre sus alcances ni de lo que sucedía, al punto de desdibujar la idea del futuro y sumirnos en una nube de incertidumbre. ¿Qué ocurre cuando no se tiene el control? Aumenta el malestar psíquico: hay mayor ansiedad, estrés e incluso angustia, lo que dependiendo del caso puede derivar en trastornos como la depresión.

Según el Termómetro de la Salud Mental en Chile, un estudio realizado por la Pontificia Universidad Católica y la Asociación Chilena de Seguridad en 2021 —plena época de confinamientos— el 33% de los encuestados presentó síntomas asociados a malestares psíquicos, un 6% más respecto a la medición anterior. De ese porcentaje, el 46,7% está relacionado a la depresión.

Un segmento que fue emblema de estas complejidades a nivel mundial es el personal de salud que ha debido cuidar de los pacientes que han atestado las urgencias durante la pandemia. Un estudio de la revista académica Frontiers in Psychology demuestró el efecto positivo que tuvo en muchos de estos trabajadores el involucrarse en ciertas actividades domésticas, las que ayudaron a afrontar y somatizar la angustia y el estrés acumulado en su día a día.

El trabajo, además, proyecta que involucrarse en actividades de manera rutinaria puede ser una buena forma de quitarse el estrés de cualquier tipo de trabajo Tareas como leer, hacer ejercicio, jugar deportes mentales (como el ajedrez), escuchar y/o tocar música, el sexo o las que seguramente son las favoritas dentro de esta lista: hacer las tareas del hogar, lo que incluye limpiar y ordenar la casa, pero también preparar deliciosas comilonas.

Joan Black dice que la rutina nos brinda un soporte temporal y espacial. “Por ejemplo, cuando hay ideas que nos rumian o tenemos problemas que nos remueven, la vuelta a lo cotidiano nos brinda calma y seguridad”.

Para nuestra psiquis, contar con ciertas certezas es de suma importancia. Nos da ese grado de control que necesitamos para no sentirnos completamente indefensos frente a las infinitas posibilidades que pueden darse. Por eso, ordenar y limpiar nuestro hogar pueda proveernos algo de esa sensación.

Christian Ovalle, psicólogo clínico y psicoanalista en formación en la ICHPA , dice que nuestro cerebro de algún modo automatiza el esfuerzo y el trabajo mecánico detrás de estas actividades domésticas, lo que las hace parecer muy sencillas. Pero advierte que si bien estas pueden reducir “considerablemente la molestia que genera una situación que interfiere en nuestro psiquismo”, sería un error considerarlo como una solución, pues es sólo “un reemplazo”.

¿Terapéutico?

Tal vez, después de todo, la publicidad no miente cuando muestra a una persona abrazando al detergente contra su rostro, en un arranque afectivo de lo más peculiar. Lavar la loza y otras actividades domésticas pueden darnos una suerte de alivio cuando, como dice Joan Black, sentimos que “no es el momento para detenernos a sentir, pensar y actuar respecto a lo que nos aqueja”.

Sin embargo, no es que el momento de afrontar eso que nos aqueja desaparezca por arte de magia. Éste se aplaza y, por tanto, en algún minuto habrá de volver. Lo que nos aqueja se hará presente de forma soterrada, “a veces empujando a través de malestares físicos o en la forma del tan mencionado estrés”, apunta Black.

Esto demostraría que, pese a la sensación de alivio que pueda venir de ordenar el closet, no tiene necesariamente un efecto terapéutico. Así al menos lo estima Cecilia Artigas, psicoanalista y miembro titular del ICHPA. Para ella, “estas actividades no son terapéuticas per se. Pueden causar otro efecto, servir de distracción para cambiar el foco de la atención, pero no para un proceso terapéutico, que implica sobre todo pensar en torno a eso que nos aqueja”. Lo que proveen actividades domésticas como lavar los platos es “una falsa sensación de alivio, en el sentido de la distracción y la evasión: dejo de pensar en el problema”. Una especie de placebo.

Entonces, ¿qué? Autoconocerse

“Hay algo muy cierto”, plantea Christian Ovalle: “En la medida en que limpiamos y ordenamos la casa, posiblemente también ponemos orden a nuestra mente”. Tener prolijo el espacio donde habitamos o nuestro lugar de trabajo nos da alivio psíquico. De esa manera, estructuramos nuestro entorno y los elementos que lo componen para que nuestra mente no se vea saturada de estímulos que compitan por nuestra atención. Así nuestra cabeza opera de manera más enfocada, expedita y con una sensación de control de por medio. Lo que para muchos, además, puede ser motivo de placer.

“No es casualidad que el espacio físico sea reflejo de nuestro espacio psíquico”, agrega Ovalle. En esa misma línea va Joan Black cuando sostiene que cómo hacemos las actividades domésticas y qué lugar le damos en nuestras vidas “dice mucho de nosotros y de nuestro presente”. Si no eres de las personas que disfruta ordenando o lavando los platos no te espantes, porque esto no significa que tengas un problema.

“No hay nada de malo en sentir estrés frente a las tareas domésticas”, dice Black. Claro: vivimos enfrentados a altos niveles de exigencia laboral, por lo que ordenar la casa se puede tornar “súper agobiante”. Según la psicóloga, estas tareas “se pueden desvincular rápidamente de su sentido de base, que tiene que ver con el cuidado de nuestro habitar. Además implican un trabajo, requieren tiempo y un esfuerzo físico y mental que no es remunerado y pocas veces gratificado”.

Entonces, si doblar la ropa planchada o limpiar los vidrios puede ser estresante para algunos y además no tiene un efecto terapéutico, ¿cuál es el punto? Simple: autoconocerse. En realidad no es tan simple, pero al menos ayuda a conocerse lo suficiente como para saber cuáles son las actividades que ofrecen una sensación de alivio frente al estrés.

“Para que este tipo de tareas tomen ese rumbo, hay que estar conectados con uno mismo y saber que ciertas cosas nos pueden aliviar cuando lo necesitamos”, explica Black. Lo importante es que estas actividades apunten al cuidado personal, “a habitar o cuidar el espacio en el que vivimos, ya sea a través del orden, de la creación o de personalizar el entorno”.

Ya lo sabes: si estás atascado sin saber cómo resolver ese problema que te angustia, date un espacio para aliviar la cabeza y, probablemente, con la mente más descansada, puedas encontrar mejores soluciones. ¿Por dónde partir? Quizá haciéndole caso al señor Miyagi y, de paso, aprender una que otra cosa extra. No lo olvides: “cera y quitar cera”.


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