La idea de que en España han aparecido los primeros "brotes verdes", es decir, que lo más grave de la crisis ha quedado atrás, domina desde fines del año pasado el discurso del presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Las cifras, si bien modestas, avalan su tesis. La semana pasada se informó de un aumento del PIB de 0,3% en el último trimestre de 2013 y de una leve creación de empleo -la primera en seis años-, mientras ayer se colocó deuda a un bajo interés, muy lejos del alto diferencial respecto de Alemania que se pagaba hace menos de dos años; en este cuadro los empresarios se han manifestado optimistas en relación con sus proyecciones para 2014. Desde luego hay muchas interrogantes -muchas de ellas aumentadas por la oposición socialista- de que se consolide una tendencia, sobre todo en un contexto donde la amenaza de la deflación ronda por Europa. Sin embargo, mientras la política de shock presenta sus primeros resultados, se multiplican problemas institucionales que naturalmente dificultan la recuperación. El deterioro en la imagen de la monarquía, las denuncias de corrupción, tensiones en el Partido Popular entre sus dos alas, la fuerte disputa trabada por la nueva ley de aborto y -potencialmente lo más explosivo- la amenaza de Cataluña de realizar una consulta para su independencia, han abierto una compleja situación político-institucioal. Esto puede complicar la salida de la crisis económica.