¡Aquí huele a azufre!

Un cambio de gabinete se hace inminente y recomendable. El rumbo de colisión que ha adquirido nuestro ordenamiento me lleva a sostener que las posibilidades de recuperar la gobernabilidad bajo la conducción de nuestra Presidenta se tornan cada vez más difíciles. La Señora no sospechó jamás, ni en la peor de sus pesadillas, que nuestro país enfrentaría tantos y tan graves conflictos en forma simultánea.
Algunos ejemplos: desconfianza creciente en los políticos, descrédito de los empresarios, Araucanía ingobernable, catástrofes naturales inmanejables (incendios, aluviones, sequías y erupciones), reformas mal diseñadas y mal ejecutadas (educacional, tributaria y laboral), fuerte descenso en el ritmo de crecimiento económico, entorno personal de la Presidenta en entredicho, apoyo popular al Gobierno en caída libre (30%), pérdida de liderazgo en la región, seguridad interna sobrepasada y fuerte caída en las expectativas de la población.
Cuando el actual período presidencial recién completó solo un cuarto de su extensión, el chileno común es testigo de un liderazgo presidencial inconsistente, débil y miope. El equipo formado por la Presidenta para alcanzar el estatus de nación desarrollada no ha dado el ancho. Amigotes, compañeros de lucha, camaradas, pateros, operadores mediocres, parientes, arribistas y no pocos ignorantes, han sido parte del universo de selección desde donde la Presidenta reclutó a varios de su primera línea y a gran parte de sus niveles medios. Los resultados están a la vista. Si a su propia responsabilidad sumamos la guerra interna en la Nueva Mayoría, una desarticulada oposición y el resultado de una muy mala legislación que regula el financiamiento de la política, los efectos son devastadores.
Para muchos parece prudente y oportuno que la Presidenta dé un paso al costado, antes que las circunstancias la sobrepasen aún más y lleguemos a niveles de ingobernabilidad críticos. Esta alternativa tendría graves consecuencias para el país, pero sí es razonable que el cambio de gabinete sugerido vaya acompañado de la renuncia de los parlamentarios cuestionados, con un consecuente llamado a elecciones para cubrir dichos cupos. También tendrían que salir quienes tengan cargos públicos y estén involucrados en casos de corrupción. Pienso que es el único camino para recuperar la confianza en quienes nos gobiernan y en quienes legislan. El tercer poder del Estado, el Judicial, también está en deuda con la ciudadanía, toda vez que varios casos recientes dan cuenta de fallos injustos en términos comparativos, con un sistema procesal penal aún plagado de falencias. Se requiere además mayor independencia de este poder del Estado, específicamente en la forma como se generan sus autoridades. Hoy podemos afirmar que los jueces son producto de un mecanismo de elección que es un apéndice del poder político.
La crisis institucional, mucho más grave que lo que el Gobierno reconoce, nos tiene sin conducción y con riesgos inminentes. En términos marineros: o la Presidenta retoma el mando o naufragamos. Como decía el compañero Chávez: hoy aquí “huele a azufre”. Paradójicamente, nuestras FFAA, por años desacreditadas y perseguidas por muchos de los hoy nos “gobiernan”, alcanzan altos niveles de aprobación entre los ciudadanos. Sin embargo, y para tranquilidad de los “demócratas”, es bueno tener muy claro que no están disponibles. Nunca más se dejarán apuñalar por el poder civil. El doble estándar se apoderó de nuestro querido Chile. Sobre lo que sí hay consenso es que el enfermo requiere cirugía mayor, pues transita raudo de la UCI a la UTI.
*El autor es ingeniero comercial de la Universidad de Chile (amjpulso@gmail.com).
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