Arnold Harberger: "Si uno tiene que elegir entre crecer y reducir la desigualdad, uno elige crecer"

Si hubiese sido por el ejército, Arnold Harberger habría sido lingüista de español o alemán. Pero terminó la Segunda Guerra Mundial y cada cual debió volver a sus actividades anteriores. Es así como retornó a sus estudios de Economía en la Universidad Johns Hopkins y terminó doctorado en la Universidad de Chicago.
Desde 1955 que el profesor está ligado a Chile, cuando vino por primera vez para explorar la firma de un convenio con alguna universidad en el marco de un programa del Departamento de Estado de EEUU para becar a estudiantes latinoamericanos. El convenio se concretó con la Universidad Católica y la historia es conocida porque sus alumnos diseñaron el modelo de libre mercado que impera en el país. Su influencia es de tal alcance, que a esta camada se les conoce como Chicago boys, título que también lleva un documental, el que Harberger lamenta no haber visto ni haber recibido una copia. A él se le denomina el “padre” de dicho grupo de economistas, porque los guió y acompañó dentro y fuera de las aulas en su paso por Chicago.
Hoy, a sus 91 años, Harberger sigue siendo un aventurero como le gusta decir. Y a fines de la semana antepasada estuvo en Lima para asistir a la inauguración de la Sociedad de Economistas de Chicago en Latinoamérica. También aprovechó su estadía para asistir a unas conferencias sobre política monetaria en el encuentro anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial, donde su presencia no pasó desapercibida, ya que varios de los asistentes se acercaron a saludarlo.
En este periplo recibió a PULSO para conversar sobre las directrices de lo que llama “la buena economía”, aclarando que no le convence el término “el modelo”. ¿Qué quiere decir con “buena economía”?: aranceles bajos, libre competencia, inflación controlada, y que en el fondo los problemas sean resueltos por la ley de la oferta y la demanda a través de la señal de precios. Sobre la coyuntura se excusa, porque no le place comentar, dice, algo que no ha estudiado.
¿Cómo evalúa la implementación de las ideas de Chicago en Chile?
Estamos orgullosos de lo que han hecho nuestros alumnos y otros colaboradores de otras universidades que trabajaron en el plan. Creo que el sello de aprobación más interesante es lo que pasó con la vuelta de Chile a la democracia, donde la gente de la Concertación, los ministros de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, por lo menos en su primer Gobierno, todos aceptaron las reformas y las fortalecieron. La Concertación bajó el arancel de 15% a 6%, firmó los acuerdos de libre comercio reduciendo el arancel promedio de Chile a menos de 2%. Debido a eso y al gran crecimiento, Chile sigue siendo el país más alabado y más copiado en términos de política económica en Latinoamérica, con gran éxito en otros países. Eso fue desde los años 90 en adelante.
¿Este modelo es bueno para todas las situaciones o requiere de perfeccionamientos?
No lo veo como un modelo. Acá hay una ciencia económica que uno trata de aplicar a cada situación real y a las decisiones que se deben adoptar. A veces, uno no sabe exactamente cómo resultaran las soluciones. Por ejemplo, en el caso chileno de frenar la inflación que venía de los 70, se determinó aplicar un freno fiscal fuerte y un freno monetario muy gradual, así la tasa de inflación fue desde los 400% a 300%, a 200% , a 100%, a 60%, hasta llegar al 10% como en 1981, una reducción muy gradual. Esas son decisiones. Hay muchos que dicen que sería mejor tratar de terminar con la inflación altiro, y otros dicen que sería mejor graduarlo en lugar de tener una restricción fiscal tan fuerte. Pues, la ciencia económica no va a ese nivel de detalles. Hay ciertos grandes principios y hay que implementarlos: la ciencia dice esto es malo y esto es bueno, pero el sendero entre esto y aquello la ciencia no lo dice, no indica si debe dar este paso o el otro, de esta manera o de la otra, eso es cuestión de palpar como le está yendo a la economía. También puede ocurrir que ante un problema pueda no haber un instrumento para resolverlo en el momento, porque en las decisiones sobre política económica hay más problemas que instrumentos.
En estos últimos años se ha culpado mucho a este modelo de la desigualdad, ¿es inherente a él?
El modelo no trata de crear desigualdad, estoy seguro de ello. Hay políticas que pueden conducir a eso, puede ser que algunas de las políticas seguidas hayan ayudado a eso, pero si hay una cosa que se quiere rectificar, se deben buscar los instrumentos para ello. Lo que yo no entiendo es que cada vez que alguien encuentra un problema, no habla de soluciones al problema, sino que siempre culpa al modelo, y que yo me niego a que existe un modelo ( se ríe). Este es un conjunto de políticas, algunas de las cuales puede ser deficientes de alguna manera u otra y deben ser rectificadas, díganme cómo.
De las políticas que se aplican en el mundo, ¿hay algunas que uno podría decir que conducen a mayor inequidad y otras que sean más equitativas?
Uno puede tener políticas muy equitativas, puede ser que Cuba las tenga, pero obviamente en muchos de aquellos casos es a costa del progreso de la economía; y no cabe duda que los pobres en Chile viven mucho mejor hoy día que en los 60, 70, 80, 90, y que ese crecimiento ha beneficiado a todos los chilenos.
Pero el índice de Gini no cambia y se mantiene la mala distribución de la riqueza.
Yo creo y siempre he sido un gran defensor y abogado de la movilidad económico social. Estoy súper orgulloso de que en EEUU la mitad de nuestros presidentes provengan de los dos tercios más bajos del rango socioeconómico. Eso no es común en otros países y no sólo en Chile, sino que alrededor del mundo. Siempre he aplaudido los esfuerzos que ayudan a generar mayor movilidad social hacia arriba y en Chile creo que ha habido bastante progreso en ese sentido. Se habla más de aumentar la torta en vez de dividir la misma torta, y hasta cierto punto esas ideas tienen validez; pero al mismo tiempo uno puede encontrar situaciones en que se podría influir en una reducción de la desigualdad a un costo relativamente pequeño en otras dimensiones. Uno tiene que estudiar el caso para ver.
¿De qué debería preocuparse más un país: elevar el crecimiento o reducir la desigualdad?
Creo que no cabe duda, si uno tiene que elegir, uno elige crecer por lo que tenemos, porque realmente no ha habido ningún caso de crecimiento en que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres. Hay gran literatura sobre el crecimiento la cual indica, a través de la evidencia, que cuando un país crece el decil más bajo de la población crece y todos los demás. Y en general, la idea de que los deciles más bajos no crecerían, es un caso muy difícil de encontrar.
Chile está enfrentado ahora a la caída de los precios de los commodities, entre ellos el cobre, ¿qué se debe hacer?
Lo que más se discute es la situación de países cuya exportación principal son productos primarios. Hay mucha literatura sobre esto y creo que Chile ha seguido una política sensata, porque ha creado el fondo del cobre y eso ayuda para mermar el grado de influencia de la fluctuación. El extremo de esto es Noruega, que consideró que el petróleo es propiedad del pueblo, y lo tratan como un activo. Entonces dijeron lo invertimos en Nueva York, en Londres, en Alemania, y vivimos sobre la renta de esa inversión. Esa es la solución y es perfecta en el sentido de eliminar esa volatilidad. Pero donde puede no ser perfecto, es que aún estando bien invertido en acciones, bienes raíces, etc., a un 7% real -que no es malo-, puede ser que en el país ese capital vaya a rendir 15% real. Entonces, se tiene la opción de tener menor seguridad ante la volatilidad, pero tener un mayor rendimiento sobre el capital. Eso puede ser el caso para países como Chile, no es simple y sin excepción seguir mejor la pista de Noruega, pero esa pista es la que realmente soluciona el problema de volatilidad.
¿Qué dice la literatura sobre lo que sucede cuando en los países su población pasa de ser pobre a ser de ingreso medio? ¿Son distintas las exigencias para las autoridades?
Obviamente la vida de una persona va mejorando. Me acuerdo que antes se trabajaba para que una familia pobre tuviera un suelo que no fuera de tierra, y eso era una cosa buena; ahora seguro que en Chile tienen televisores, refrigeradores. Obviamente, con el crecimiento, con el aumento de la renta, hay más capacidad de comprar y se entra en una mejor calidad y nuevos productos entran en el escenario de servicios como la educación, ir al salón de belleza.
¿Cómo se soluciona esta mayor demanda por servicios: subsidios o transferencias directas?
¿Subsidio en dinero versus subsidios restringidos al uso? Nosotros desarrollamos, a propósito de una de las reuniones de proyectos con Ernesto Fontaine (profesor de la UC), un artículo de 85 páginas sobre necesidades básicas, y la pregunta es si el Gobierno es paternalista o altruista. El Gobierno altruista dice “tome este dinero y si usted quiere mandar a su hijo a la escuela, mándelo, pero si usted quiere tomar una excursión a Punta del Este, gástela no más”. Paternalista es que si únicamente el hijo va a la escuela recibe el dinero, y yo creo que la gran mayoría de los países del mundo funcionan de esa forma.
¿Son paternalistas?
Paternalistas sí, por lo menos mientras más pobres son es útil tratar de encauzar el gasto hacia el bienestar de la persona, para los cuidados médicos de las familias más pobres, para vivienda. Esas finalidades para mí caben dentro del concepto de paternalismo. No hay que olvidar que esos dineros son de los contribuyentes y en general hay una amplia aceptación del uso de éstos para necesidades básicas, a diferencia de simplemente pasar el dinero y que pueda ser utilizado para un propósito de menor interés para los que están pagando esos impuestos.
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