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La importancia de los jefes

Cuando muchos jóvenes inician su vida laboral, este ciudadano, con 36 años de experiencia profesional, recomienda lo importante de ser subordinado. La primera etapa de trabajo formal es fundamental, para disminuir la brecha entre la teoría y la práctica. Se ha puesto de moda emprender, pero muchos fracasan pues no tienen método ni disciplina, no tienen horarios y creen que los negocios son “llegar y abrazarse”. Nada más lejano de la realidad. He tenido distintos tipos de jefes, autoritarios, inteligentes, tontones, egocéntricos e incluso un par que me engañó. Como afortunadamente tuve también jefes buenos, aprendí de ellos, me enseñaron muchas cosas y de eso estoy agradecido.

Para ser exitoso hay que perder la ingenuidad, trabajar duro, aprender a callar, a llegar temprano, a redactar una carta bien, a negociar precios, a perseguir incobrables, a dudar de los inventarios, a cotizar insumos, a organizar carpetas, a manejar la agenda, a no coimear, a vender, a competir, a promocionar, a contratar y a despedir. Por mi actividad principal, me ha tocado entrevistar a varios miles de profesionales y he ido constatando que quienes tuvieron buenos jefes, llegaron más lejos. Ser jefe no es fácil y el mejor jefe no es siempre el más simpático. Uno no es jefe para hacer amigos. Un buen jefe debe dar ejemplo, trabajar, exigir, enseñar, armar equipos, dar autonomía y también ser flexible. Hoy en los colegios hay menos disciplina, los padres no se atreven a enfrentar a los hijos y el Gobierno promueve derechos y no deberes. Yo pienso que en promedio cada día la gente trabaja menos. El sacrificio ha desaparecido del día a día de muchos. Es por esto que a la hora de buscar el primer trabajo o cambiarse a uno nuevo, tanto o más importante que la empresa o el negocio o la ubicación, es el jefe. ¿De quién dependeré? Es una pregunta clave. He tenido subordinados a los que no les gustó mi estilo directo y exigente, pero más tarde reconocieron las bondades de decir las cosas por su nombre, y que uno no corrige por molestar, sino por buscar la excelencia. Si tuviese que proponer un itinerario “ideal” de carrera, el orden sería: 1. Estudiar y titularse. 2. Trabajar de empleado con buenos jefes y en una buena empresa. 3. Volver a estudiar; si es posible, fuera de Chile y en inglés. 4. Trabajar fuera de Chile un tiempo. 5. Regresar al país, hacer familia y evaluar opciones entre mejores posiciones como empleado o emprendimientos realistas (no solo sueños). 6. Ejercer jefaturas en lo propio o en lo ajeno y tratar de ser un buen jefe. 7. Llegar a dirigir una organización. 8. Jubilarse con la conciencia tranquila de haber dado lo mejor de sí mismo. 9. Disfrutar y viajar.

¡Qué falta hacen en Chile buenos jefes! Hoy tenemos una crisis, principalmente en el sector público, aunque también en el privado. Un buen jefe debe enfrentar los conflictos y resolverlos en beneficio de la organización y no “hacerse el leso”. Un buen jefe (incluyo a las jefas) no debe transar frente a la corrupción o los malos hábitos. En Chile los jefes tienden a “navegar” y evitan muchas veces problemas menores, los que más tarde se tornan graves y de difícil solución. Invito a que miremos hacia atrás y analicemos qué jefes tuvimos: ¿cómo fueron, qué aprendimos de ellos y también cómo soy yo como jefe? Las buenas empresas normalmente tienen buenos jefes. Si la cabeza falla, todo falla. Tristemente, es lo que está pasando en Chile. La jefa máxima es “reguleque” y eso se nota en la marcha del país. Los jefes intermedios también son mediocres, por eso Chile está en un problema. En consecuencia, no olvidemos que debemos elegir buenos jefes.

*El autor es ingeniero comercial de la Universidad de Chile - (amjpulso@gmail.com).

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