"MIT Gang" desplazó predominio de los Chicago Boys en las políticas en Chile

“En los últimos 20 años en Chile hubo un cambio en cien por ciento desde los Chicago Boys a los MIT Gang (pandilla, en inglés)” asevera Lee Ullmann, director de la oficina latinoamericana del Massachusetts Institute of Technology (MIT) asentada en Chile.
En buen castellano en nuestro país se hicieron también realidad las palabras que el premio Nobel Paul Krugman escribiera hace dos años cuando detectaba que los altos cargos de los bancos centrales y de los organismos multilaterales eran ocupados por ex alumnos de la prestigiosa escuela de Boston.
Acá la evidencia es irrefutable. En el lado político, la presencia la encabezan el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, y el consejero del Banco Central (BC), Pablo García, que -coincidencia o no- desde diciembre concuerdan en la necesidad de bajar la tasa de interés para apoyar un poco la actividad, que está muy debilitada creciendo menos de 2%, y considerando que la inflación ya está controlada al finalizar 2016 con un 2,7%, levemente por debajo del objetivo meta de 3%.
Pero quien primero levantó la voz -en septiembre para ser exactos-, para impulsar este movimiento del tipo rector (hoy en 3,5%) fue el ex presidente del BC, José de Gregorio, quien junto a Vittorio Corbo -también ex titular del instituto emisor- comparten el MIT como alma mater, y ambos junto a Klaus Schmidt-Hebbel, figuran entre los principales consultores en el país.
Suma y sigue. En el espectro de las políticas públicas hay una figura que se ha hecho muy conocida y aparece como un “buen hombre” convocado cuando la clase política ha estado en sus peores momentos de legitimidad: Eduardo Engel, quien encabezó el Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción, y más tarde creó el Observatorio Anticorrupción en la fundación Espacio Público que preside. En esta tarea lo acompaña Andrea Repetto, profesora de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), quien se ha transformado en un referente a la hora de hablar de empleo y mercado laboral.
Ya en el plano académico, figuran con honores el actual profesor del MIT (y ex director del Departamento de Economía de esa institución), Ricardo Caballero, considerado por muchos de sus pares como el chileno más encumbrado en el ámbito internacional.
Le sigue los pasos Francisco Gallego, que desde su sitial en la Universidad Católica ha encabezado distintos estudios que materializa en propuestas concretas y es un guía indiscutible a la hora de discutir de educación.
“Pero no están sólo en el ámbito de las políticas públicas sino que también en lo empresarial. Todos los grandes grupos empresariales tiene un MIT en sus filas”, afirma Ullmann.
Menciona que firmas relevantes como Latam, Falabella, Codelco -sin ir más lejos, el presidente del directorio, Oscar Landerretche-, CMPC, Santander, Banco de Chile, Clínica Las Condes, cuentan con un gerente o un director formado en Economía o en el MBA de este centro de estudios.
Origen de la ola
El primero en poner un pie chileno en el MIT fue el economista Eduardo García D’Acuña, padre de Pablo (consejero del BC), que en 1964 obtuvo su doctorado retornando a Chile para contribuir a la organización y puesta en marcha de la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan) para estimular el desarrollo económico del país.
Fue profesor del segundo hombre que emigró a Boston (Corbo) en 1967, en un momento en que allá se empezaba a explorar la econometría, y que en Chile estaban a punto de llegar los Chicago Boys, que reinaron en las políticas públicas entre los ‘80 y ‘90, implementando las medidas del documento conocido como El Ladrillo, que entre otras cosas implicaba abrir el país al mundo a través de la reducción de aranceles, privatizar empresas públicas, e introducir herramientas de mercado en sectores como la previsión, la salud y la educación.
“En los últimos 21 años ha habido una corriente donde el MIT ha estado aceptando un número considerable de chilenos, mayor en proporción al tamaño del país”, admitió el presidente del MIT Club Chile, Jorge Rodríguez.
Hay dos íconos a los cuales se les reconoce incidencia en esta ola estudiantil. El primero es el chileno Arnoldo Hax, que es profesor de la Escuela de Administración del MIT, quien tiene un vínculo muy cercano con Nicolás Majluf, profesor de la UC, ya que ambos fueron compañeros en Boston, “ambos son muy amigos, son expertos en estrategia y eso fue alimentando ese flujo de chilenos”, apunta Rodríguez.
Y la otra influencia fue el economista Rudi Dornbusch, profesor de esa casa de estudios desde 1975, que se preocupó especialmente de los problemas de Latinoamérica y fue interesando a los alumnos de la región, principalmente Brasil, Argentina, Chile, Colombia, en profundizar con él estudiando su realidad macroeconómica y las posibilidades de crecimiento fundado en la estabilidad de las políticas.
Ello, obviamente se complementó con la dedicación y término de sus programas de parte de los alumnos chilenos que abrieron las puertas de la oficina de admisión que mira con muy buena cara el abordaje de chilenos.
Es tal la presencia de Chile que el MIT tiene en Santiago su oficina para Latinoamérica, que en colaboración con universidades y empresas se ha esforzado por trasladar el conocimiento de la casa de estudios hasta el cono sur trayendo a profesores de Boston. El año pasado llegó un académico por un mes a dictar conferencias en distintos escenarios.
Diferencias en el recambio
“Efectivamente más economistas egresados del MIT que de otros departamentos de economía internacionalmente reconocidos tienen hoy puestos clave en el sector público y privado, si es que lo comparamos con los años ‘70 y ‘80, cuando eso sucedía con los egresados de la Universidad de Chicago”, admite el académico de la UC y también parte de los boys, Rolf Lüders.
No obstante no considera que haya muchas diferencias en el modo de enfrentar los problemas, ya que como dice ambas escuelas y sus egresados practican la “buena economía”. Los primeros guiados por la mano de Milton Friedman y Arnold C. Harberger, Gary Becker, entre otros, y los segundos por Paul Samuelson, Robert Solow, y Stanley Fisher.
“En lo esencial, tanto los egresados del MIT como aquellos de la U. de Chicago valoran debidamente tanto el funcionamiento de los mercados, como el rol del Estado, cada uno en el ámbito que le corresponde de acuerdo a la “buena economía”. No, la diferencia no está en eso. Lo que sucede es que en la actualidad el peso de lo estrictamente politico -en contraposición a lo técnico- domina la definición de políticas públicas, en cambio desde la segunda mitad de los años ‘70 hasta comienzos del siglo XXI lo técnico jugaba un rol más importante, acorde con lo que sugiere la teoría de la política económica”, acota Lüders.
Krugman sí observa diferencias y señala que los MIT tienen una “pragmática apertura a la evidencia”, mentalidad abierta para detectar las limitaciones de las políticas y las imperfecciones del mercado sin darle la espalda a Keynes (como se advierte en otras escuelas).
Rodríguez resume el estilo MIT: “El logo representa mentes y manos, es decir pensar pero también hacer, andar arremangados en el frente de batalla. Es un estilo de ser muy concretos, no sólo teoría, los Chicago son más ortodoxos tratando de imponer sus modelos de mercado, mientras que los MIT tiene más flexibilidad y tienen en cuenta que los modelos aterrizan en situaciones concretas y se pueden adaptar”.
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