La guerra comercial y sus efectos sobre Latinoamérica

guerra comercial y sus efectos en  Latinoamérica

El crecimiento global ya estaba frágil antes de que se tensaran aún más las relaciones comerciales entre China y EE.UU. El 10 de mayo, fruto de una decisión que tomó de sorpresa a los mercados, el Presidente Trump subió al 25% (desde un 10% anterior) las tarifas sobre US$ 200 mil millones de exportaciones chinas a EE.UU. Como represalia, China elevó al 25% (desde un 10% anterior) las tarifas sobre US$ 60 mil millones de exportaciones americanas, implementadas a partir del 1 de junio.

Debido a la integración comercial y financiera que existe entre los países, los efectos de la guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo no se restringirán a ellas. Europa, por ejemplo, está bastante abierta y muy dependiente del ciclo global de manufacturas. Es posible observar que los indicadores de alta frecuencia siguen mostrando un crecimiento bajo en la zona del euro, y ahora con perspectivas todavía menos alentadoras. Según nuestros pronósticos, ese cambio de tarifas reducirá el crecimiento del PIB mundial en 0,2 p.p. Esa reducción es adicional al otro impacto de 0,2 p.p. que calculábamos con las tarifas anunciadas anteriormente. A nuestro entender, la probabilidad de que haya un avance adicional en la guerra comercial entre China y EE.UU. está creciendo. De hecho, adicionalmente al reciente aumento de tarifas, el Presidente Trump declaró que los EE.UU. podrán aplicar rápidamente una imposición del 25% sobre los US$ 325 mil millones de exportaciones chinas que están exentas de tarifas. Eso generaría una caída adicional en el PIB global de 0,3 p.p. Es decir, el efecto acumulado de las tarifas tendría un impacto negativo de 0,7 p.p. sobre el PIB global.

La guerra comercial ocurre en un momento en el que la actividad en Latinoamérica ya estaba frágil. Tanto en Brasil como en México -las dos mayores economías de la región-, el PIB se contrajo un 0,2% en el 1T19 con relación al trimestre anterior. En Argentina, el proxy mensual para el PIB en el 1T19 señala un quinto trimestre consecutivo de contracción. La actividad en Perú y Chile, que se expandió a buen ritmo en 2018, también presentó un desempeño flojo en el 1T19. Por su parte, en Colombia los datos del 1T19 demuestran que la recuperación económica es bastante gradual.

La intensificación de la guerra comercial, junto con los datos divulgados recientemente, está reduciendo las proyecciones de crecimiento en Latinoamérica. Está claro que ya existe un efecto adverso en los precios de commodities, lo que afecta las exportaciones y actividad en la región. En mayo, por citar un ejemplo, el precio del cobre bajó un 9%. El petróleo cayó todavía más (cerca de un 14%). En México, donde la actividad depende menos de commodities que en los países de Sudamérica, la desaceleración de los EE.UU. ejercerá un efecto negativo directo sobre el importante sector manufacturero del país e indirecto sobre los sectores de servicios. La buena noticia es que la inflación en las principales economías del mundo está baja, lo que abre espacio para que sus bancos centrales (especialmente la Fed) aumenten el estímulo monetario a fin de evitar una drástica desaceleración de la actividad económica. En ese contexto, los mercados de futuros de tasas de interés ya son consistentes con una política monetaria global más expansiva, lo cual está dando cierto soporte a las monedas latinoamericanas. Por eso, países con inflación bajo control -como Perú, Brasil, Chile y Colombia- disponen de espacio para recortar la tasa de interés de ser necesario y atenuar la desaceleración económica. En México, a pesar de que la tasa real de interés ya está en un nivel restrictivo y que existe la posibilidad de que la Fed implante una política monetaria más expansiva, el Banco Central tal vez tenga que subir la tasa de interés para cumplir la meta de inflación en caso de que la batalla comercial entre México y EE.UU. también escale. De las economías más importantes de la región, la que tiene menos margen de maniobra en lo que se refiere a política monetaria es Argentina, donde la inflación sigue desconectada de la amplia mayoría de los mercados emergentes como reflejo de una falta histórica de control monetario.

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