La intervención bancaria en Chile, a tres días de la extinción del último vestigio de la crisis de los 80

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El martes la matriz de Banco de Chile pagará la última cuota de deuda subordinada que mantiene con el Banco Central, cuando se cumplen 36 años desde que la Superintendencia de Bancos intervino la entidad. Esta es la historia de una de las mayores crisis en el país, y las lecciones que sacaron las autoridades de la época.


El próximo martes 30 de abril SM-Chile, matriz de Banco de Chile, va a vivir un hito: el último de los bancos que mantenía la obligación subordinada con el Banco Central pagará la última cuota, extinguiendo la deuda inicial de 56 millones de UF, y terminando con el último vestigio de la crisis de los 80.

El cierre de ciclo ocurre cuando han pasado 36 años desde que la Superintendencia de Bancos (SBIF) designó un administrador provisional para el Banco de Chile, en enero de 1983.

La recesión empezó hacia fines de 1981, y en los dos años siguientes la SBIF intervino a 22 instituciones que representaban el 60% del mercado. De hecho, los dos mayores bancos del país de ese período estaban entre los intervenidos: Banco de Chile y el Banco de Santiago.

"Intervenimos en enero de 1983 a una parte importante de la banca para evitar el caos de una quiebra generalizada de las instituciones financieras y de otras empresas, con la finalidad de sanear la situación financiera de las empresas viables y permitir la reactivación económica, la que efectivamente se produjo muy luego", recuerda Rolf Lüders, quien fue biministro de Economía y Hacienda en la época.

Antes de la crisis, el crecimiento de la economía y la expansión del sistema financiero eran sólidos, principalmente en el quinquenio 1976-1981. "La tasa anual promedio de crecimiento del PIB en ese lapso fue cercana al 8% y los créditos bancarios se multiplicaron por cuatro", recuerda Guillermo Ramírez, quien entre 1981-1984 fue director del Departamento de Estudios y del Departamento de Supervisión de la SBIF, y entre 1985 y 1990 asumió como superintendente, cuando Hernán Büchi llegó a la cartera de Hacienda.

La fuerte expansión generó un boom del consumo, y el endeudamiento se disparó entre las empresas y personas. "La crisis de 1982 nos hizo aterrizar en la realidad", explica Lüders. En la medida que esas expectativas de crecimiento no se cumplieron, amplios sectores de la economía tuvieron importantes dificultades para enfrentar sus compromisos.

En 1982 el PIB se contrajo 14%, "concentrada en el sector manufacturero y de la construcción", detalla Ricardo Ffrench-Davis en su libro Reformas económicas en Chile 1973-2017. En ese sentido, agrega que la deuda bancaria de Chile creció 57% anual entre 1977 y 1981. Y para 1982, la deuda neta del sector público era de US$3.866 millones, en tanto la del sector privado de US$10.586 millones.

Carlos Cáceres, quien en el transcurso de la crisis financiera ejerció los cargos de presidente del Banco Central y ministro de Hacienda, recuerda que cuando estaba en el ente emisor en 1982, la compleja situación "se reflejaba, en parte, en el alto déficit que mostraba la cuenta corriente de la balanza de pagos que superaba el 14% del PGB".

No tenían cómo financiarse a nivel internacional, y a nivel local la banca ya mostraba insolvencia. "El problema era inmenso, pues las carteras deterioradas de créditos bancarios no sólo comprometían varias veces el patrimonio de las instituciones, sino que posiblemente equivalían al 25% del PIB a mediados de los 80", recuerda Ramírez.

Gonzalo Sanhueza detalla en un estudio que hizo para el Banco Central en 1997, que las tres principales soluciones a la crisis fueron: liquidación de las instituciones insolventes o transferencia de sus activos y pasivos a instituciones solventes; compra de cartera riesgosa con pacto de recompra, sin provisión de fondos frescos; y compra de cartera riesgosa con pacto de recompra con recursos frescos. La recompra debía hacerse con las utilidades que fueran generando los bancos.

"Los resultados mostraron que la tercera alternativa fue la más eficiente para la recuperación de un significativo número de instituciones financieras con problemas de solvencia. Además, el apoyo a la re-capitalización bancaria y la creación de incentivos para recuperar cartera vencida ayudó a acelerar la recuperación de la industria bancaria", dice el documento titulado Crisis de los bancos chilenos de los 80: soluciones y estimación de costos.

De hecho, los dos primeros mecanismos tuvieron un costo significativo: liquidar las instituciones insolventes costó el 10,6% del PIB, y la compra de cartera bajo condiciones de recompra alcanzó el 6,7% del PIB (ver tabla).

"Todo el proceso fue complejo, pero finalmente, luego de enfrentar presiones de ir a un default y de alterar las reglas de una economía de libre mercado, se logró un acuerdo de refinanciamiento de largo plazo de la deuda externa, y además el otorgamiento de un importante crédito externo necesario para dar inicio a un proceso de recuperación de la economía nacional", recuerda Cáceres desde su cargo de ministro de Hacienda de 1983.

Pero no todo fue gratis. Y así lo recordará hasta el martes Banco de Chile. En total, el Banco Central compró préstamos por un valor de 227 millones de UF entre 1982 y 1987, dice Sanhueza en el documento. "Éstos equivalían al 30% del total de préstamos pendientes del sistema para ese período y al 25% del PIB. La mayor compra de cartera se realizó en 1985, cuando alcanzaron el 8,6% del PIB de ese año", relata.

Sanhueza agrega que las compras totales de cartera se concentraron en más del 50% en dos instituciones, lo que corresponde al 30% del total al Banco de Chile y al 24% al Banco de Santiago.

Lecciones

Para Cáceres, "una lección importante que dejó la crisis financiera fue la necesidad de modificar la legislación regulatoria del sistema financiero para efectos de adecuarla a los cambios que había experimentado el mercado financiero nacional e internacional. A partir del año 1974 se había observado que, de una situación de otorgamiento de créditos externos de gobierno a gobierno, la apertura de Chile al mercado financiero internacional había significado abrir la posibilidad de generar créditos externos de la banca extranjera a los bancos nacionales, como también de la banca extranjera directamente a empresas nacionales. Sin embargo, la legislación vigente no contemplaba esta nueva realidad".

Lüders cree que "la principal lección que debe haber sacado la banca es que el negocio es muy riesgoso. No haber hecho una rigurosa evaluación de los créditos, no haber realizado oportunamente las provisiones por deudas malas, y no haberse capitalizado adecuadamente le costó a un buen número de banqueros perder, fruto de la intervención, la propiedad de sus bancos".

Por otro lado, Lüders dice que "la lección para las autoridades es que es necesaria una competente regulación prudencial y un eficaz monitoreo de su cumplimiento. A pesar de lo anterior, habrá severas crisis en el futuro y habrá excesos de endeudamiento. Por eso se necesita, además, un eficaz sistema de saneamiento bancario, que Chile ahora pareciera tener. Así podremos evitar nuevas intervenciones como aquellas de 1981 y 1983".

Por ello, se reformó la Ley de Bancos en 1986, lo que ha permitido contar con un sistema bancario que pudo enfrentar la crisis subprime en 2008.

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