Vicios privados/virtudes públicas y el problema del bienestar social
Por Gastón Mansilla C. "Tenemos mucho que hacer para fomentar la creación y desarrollo de nuevos mercados, que permitan el desarrollo de un estado de bienestar mayor y más inclusivo".

En 1714, Bernard de Mandeville publica su ensayo "La Fábula de las Abejas", que describe con ironía la Inglaterra del siglo XVIII. Escandalizó a los conservadores de la época, que vieron en él un ataque a unos valores morales que eclipsaban la realidad que el autor desnuda.
La tesis postula que no es la virtud, sino el vicio lo que mueve a la sociedad para la creación de un estado de bienestar.
Se describe una sociedad atiborrada de abejas que vivían con lujo y comodidad en el "Panal Próspero", donde varios ejercían oficios apropiándose del valor ajeno. Así, había abogados afanados en discordar los casos oponiéndose a su orden natural. Los médicos valoraban la riqueza del paciente, más que su salud, atrayendo el favor de boticarios y cuantos ganan de la enfermedad. Abundaban estos Bribones, pues no existe profesión sin engaño, pero aún el más vil algo hacía por el bien común. La avaricia, vicio maldito esclavo de la vanidad, fue cuna de la industria del lujo, que daba trabajo a un millón de abejas pobres, y el orgullo a un millón más. La envidia y la vanidad eran ministros de la industria del vestir y del mobiliario, empleando a otro millón. Así cada parte estaba llena de vicios, pero el panal en conjunto era un paraíso. Pero los excesos de los bribones atrajeron los reclamos; ¡Júpiter, si tuviéramos un poco de honradez!. Conmovido, Júpiter baja a instituir el Panal Honesto y todos se colman de honradez. Los bienes bajan sus precios. Como ya pagan los deudores, los jueces y su pléyade debieron emigrar. Ya que en medicina se receta sólo lo necesario, se van muchos galenos y su séquito. La frívola industria del lujo desaparece, llevándose a millones de abejas. Así se fueron bribones y quienes de ellos vivían. Las decisiones inspiradas en la virtud, que según Júpiter iban a beneficiar a todos, no respondían a las reales necesidades del panal y terminaron por dejarlo desierto.
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Hoy en Chile vemos tantos vicios privados: industria previsional, financiera, educacional, de servicios, movidos por intereses de mercado y no otros más sublimes, y todos los empresarios culpados de la inequidad, de la falta de justicia social y de tantas otras lacras. ¿Qué hacemos?
Como el fenómeno económico seguirá siendo desarrollado por particulares, deben atenderse más finamente dos tipos de normas. (1) Las de la Economía (Descriptivas). Es lamentable observar como muchos políticos y líderes de opinión no ven más allá de un sesgado concepto de la obra de Adam Smith. La globalización y otros fenómenos concentraron las industrias, que funcionan según normas de competencia oligopólica, donde los incumbentes se mueven según estrategias dominantes explicadas por profusa literatura microeconómica, bien conocida por los economistas e incumbentes, más no por muchos políticos y autoridades. (2) Las del Derecho (Prescriptivas), conforman el Orden Público Económico, cuya doctrina ha avanzado durante los últimos 30 años para explicar las mismas escasas normas constitucionales, más no para evolucionarlas. La ley común tímidamente ha incorporado algún criterio que Coase plasmó en 1960, pero mucho ha avanzado el derecho económico desde entonces, sin empapar suficientemente a nuestros legisladores, en materia de incentivos a incumbentes, neutralización de fallas de mercado, asimetrías de información y otras disciplinas modernas, que aplicadas adecuadamente, permitan ordenar los astros en nuestro panal. En parte esto puede deberse a que "muchas doctrinas legales aún datan del Siglo XIX cuando una ideología del Laissez Faire basada en la economía clásica dominaba entre las clases educadas" (Posner). Tenemos mucho que hacer para fomentar la creación y desarrollo de nuevos mercados, que permitan el desarrollo de un estado de bienestar mayor y más inclusivo.
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*El autor es profesor de Derecho Universidad Adolfo Ibáñez.
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