Vocación ¿de servicio o servirse?
Los últimos hechos que han puesto en jaque la credibilidad y confianza y que han mermado la relación entre políticos y ciudadanos en Chile, nos llevan a preguntarnos si finalmente el ejercicio de la política es una cuestión de vocación de servicio, hacia los ciudadanos, o de servirse, para fines y ambiciones personales.
La vocación (latín “vocatio”) es la inclinación a cualquier estado, carrera, profesión o inspiración divina que atrae a una persona hacia un gusto, interés y/o aptitud. En cuanto al concepto de servidor público entendemos a toda persona que, en virtud de la relación laboral establecida con el Estado presta sus servicios en el desempeño de una función social, orientada de manera directa o indirecta al servicio de la sociedad, bajo principios de legalidad, imparcialidad, eficiencia, resguardo del interés colectivo, honradez y lealtad a la institución gubernamental y a la ciudadanía. Adicionalmente el servidor público forma parte de la sociedad al actuar como instrumento de un sistema jurídico regulador de las acciones gubernamentales en su contacto con el ciudadano, priorizando el interés común por sobre los fines individuales conforme a los valores y principios propios del Estado de Derecho con el propósito de servir a la sociedad. En este sentido, quienes asumen el servicio público como una oportunidad para servirse no están cumpliendo ni la vocación ni el mandato por el cual fueron electos o designados, en base a la confianza depositada en ellos, propiciando conductas clientelistas que impiden avanzar hacia la construcción de una democracia plena y participativa.
Lo que se le cuestionó al hijo de la mandataria fue su proceder, su falta de sentido común en un gobierno que aboga por la igualdad y lucha contra la desigualdad como estandartes pero desde la comodidad del establishment bajo la lógica del “juntos, pero no revueltos” o “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Pensar que no hubo ilícito en cuanto a influencias o uso de información privilegiada, entre otros, es pecar de ingenuidad o subestimar a ciudadanos cada día más empoderados y que cuentan con multiplicidad de canales informativos para la comprensión de su realidad. Incluso más, una de las grandes críticas emotivas hacia Dávalos fue la deslealtad hacia su madre, la Presidenta de la República, mancillando su reputación en un control de daños, liderado por el ministro Peñailillo, que comenzó en un blindaje y terminó por deslindar la responsabilidad hacia el cuestionado ex “primer damo”, porque, seamos claros: los Ministros de Estado, al igual que todos los funcionarios públicos, no son guardianes ni cuidadores de niños rebeldes o malcriados, sino que son servidores para las chilenas y chilenos.
Como sea, lo de Dávalos Bachelet es sólo un ejemplo de varios donde hemos constatado cómo la vocación pública, ejercida por personas dedicadas a la actividad política (recordar la “condición humana” de Hannah Arendt), puede terminar derivando hacia una coyuntura donde la satisfacción de interés individuales y la ambición malentendida, bajo la premisa de que el fin justifica los medios, ponen en tela de juicio al sistema político pagando justos por pecadores en un contexto marcado por la desconexión con la ciudadanía, acrecentando la desafección y cimentando las bases para un escenario donde el riesgo moral de los electores bien podría verse reflejado en las urnas durante los comicios de 2016 - 2017 ante la carencia de servidores públicos, que sean percibidos como tales por parte de la opinión pública.
*El autor es Magíster en Comunicación Internacional UDP.
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