Revista Que Pasa

La peor actriz del mundo

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The Blacklist -una de las nuevas series de éxito de la televisión abierta de Estados Unidos- no tiene la gracia e ingenio de Castle ni la tensión paranoide de Person of Interest.  De hecho -proponiéndose como una cruza entre 24 y El silencio de los inocentes-, su casi mayor mérito es la figura de un cada vez más robusto James Spader (muy lejos ha quedado ese esbelto rubio freak-romántico-indie de Sexo, mentiras y video) poniendo cara y cuerpo a un tal Raymond “Red” Reddington, suerte de Hannibal Lecter, al voluntario servicio del FBI. Y digo que lo de Spader es casi lo más meritorio de The Blacklist porque la serie ofrece algo mucho más apasionante por todas las razones incorrectas: el ver “actuar” a Megan Boone -coprotagonista del asunto y algo así como la Clarice Starling de la ecuación- “interpretando” a la agente Elizabeth Keen. Y las comillas en “actuar” e “interpretando” se deben a que -hago memoria- jamás he visto una peor actriz en toda mi historia como telespectador. Está claro que alguien le explicó a Boone que Keen debe ser fría y cerebral. Pero a la chica se le ha ido la mano con la obediencia y así no hay episodio o escena (ya se la muestre atada, torturada o contemplando cómo apuñalan a su marido) en que la agente no mantenga el mismo rostro impasible de muñeca petrificada. Nada la conmueve. Nada la inquieta. Busqué su pasado en Wikipedia y me aseguran que ganó algún premio. Pero las películas y series en las que participó antes no son gran cosa (My Bloody Valentine, Cold Case, Sex and the City 2) y se me hace inexplicable cómo es que ahora está donde está, con esa cara de nada, mientras Spader/Reddington parece cada vez más obsesionado con ella. Si hay suerte, acabará matándola. El problema es que Keen no se dará cuenta. Pero, al menos, sabrá cómo poner cara de muerta.

“The Blacklist”.

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