Gourmet: La ensalada de las mil caras
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¿Quién dijo que una buena pizzería no podía tener buenas ensaladas? Probablemente alguien con una obsesión por la guerra de las vitaminas contra los carbohidratos. Pero si lo piensan un poco, el armado de una y otra es más o menos el mismo. En la ensalada, muchos ingredientes sólidos caen sobre una cama de verdes. En la pizza, otros tantos sobre una masa. Una es fría; la otra, caliente. Pero el principio de componer es compatible y, digamos, un ejercicio relativamente igual de civilizado. Pues bien, en SantaPizza podemos decir que -en general- dominan ambas facetas. Sobre todo con la Ensalada bizantina ($ 6.900), una mole bien condimentada de mil caras que nos sobreestimula con espinacas y otros verdes, tomates secos y fritos, albahaca, huevos duros, hummus, camarones salteados, queso de cabra en cubos y ravioles crocantes de berenjena. Toda una explosión de sabor, intensa pero equilibrada. Y, aunque no lo crean, fresca. Si tienen que ir a Parque Arauco por esa compra express, aquí hay una ensalada para dedicarle un poco más de tiempo.
Un tinto teenager
Si aún no compran ese tinto para la noche de Año Nuevo, ese compañero robusto para suceder a las burbujas, aquí tienen un vino potente, que nace de un Single Block -o paño único-, un espacio delimitado y específico dentro de un viñedo. Un reflejo de lo que llaman, precisamente, terroir. Dentro de la línea Grey de Ventisquero llama la atención la fuerza de este syrah, cosecha 2008. Un teenager con ganas de mostrarnos sus virtudes: boca rica, equilibrada, densa, sabrosa, que llena el paladar con un torrente de fruta negra, arrolladora y expansiva. Si le tienen paciencia verán cómo -y no en mucho tiempo- madurará, pero por ahora resulta igualmente interesante como contrapeso de cualquier comida con carácter.
A $ 9.900 en tiendas especializadas y supermercados.
Dos formas de entender el agua
Todo lo que se ha dicho sobre el agua -que en el futuro será como el oro, que por ella se generarán guerras- ya está prácticamente sucediendo. Es un hecho que muchas botellas de aguas minerales y purificadas están costando más que algunos vinos. Y también es cierto que ahora nos preocupa más la calidad y origen del agua. Entonces, hay dos formas de entenderlo. La primera es la que nos propone Bobble, con argumentos medioambientales: se trata de una botella de plástico, diseñada por Karim Rashid, que contiene un filtro central de carbón activo que purifica, mientras bebemos, el agua de la llave. Soporta unas 300 recargas por lo que, literalmente, le estamos ahorrando tres centenas de botellas al planeta. La segunda es la nueva agua Aonni, quizás la más premium de las nacidas en nuestro país. Proviene de una fuente natural dentro de un predio de 300 hectáreas en la península de Brunswick, en la Patagonia. Viene en una botella de vidrio -100% reciclable- y es un agua que es tratada casi como un vino: preciosa bodega, sistemas gravitacionales para moverla y envasarla y fuente de origen declarada. Sólo está en versión no gasificada y posee una mineralización media. ¿Escasa? Sin duda. Como todo lo que apunta a las cinco estrellas.
Bobble: a $ 9.990 en Jumbo. Aonni: a $ 4.500 (750 cc)en Puerto Fuy, Happening y El Mundo del Vino.
*Crítico de gastronomía.
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