Música: Fuerza irracional
<p>Coincidencias más o menos, presentimientos, premoniciones o simples casualidades. fuerza natural, el último disco de gustavo cerati, se escucha como un verdadero oráculo. uno donde se despedía antes de iniciar un sueño que ya cumple dos años. </p> <p><br></p>

Cerca del final/ sólo falta un paso más/ siento un deja vú (...) Vimos luces, y el metrónomo de Dios/ Puso el tiempo en suspensión (...) Próxima estación: mucho más allá del sol.
Son algunas de las letras que Gustavo Cerati dejó en su último trabajo, Fuerza Natural. Uno puede entender entonces por qué su hijo, Benito, escribió hace un tiempo en Twitter: “Fuerza Natural es un fucking oráculo”. Claramente lo es.
Coincidencias más o menos, presentimientos, premoniciones o simples casualidades de la vida, da lo mismo. Cerati estaba en otra, había dejado de lado la seducción y arrojo de sus canciones como solista y se había dejado atrapar por un sueño profundo, por una llamada de quizás quién. Tenía melancolía de otros mundos. Algo había encontrado. Él mismo declaró que era un viaje lleno de alegría y visiones. Quizás era la medianía de la vida, o estar en un estado momentáneo, pero había transado con sus demonios para llevar a cabo un disco definitivo. Expandió sus fronteras musicales y los arreglos y letras se volvían un relato cosmogónico. Todo esto adobado -dato no menor- con una declarada obsesión por arreglos setenteros de discos de Fleetwood Mac, E.L.O. y otras bandas de donde sabía extractar con maestría lo mejor de cada una. Siempre se ha dicho que Cerati era un utilizador de referencias de otras bandas, pero lo hacía con maestría.
Musicalmente, la segunda mitad del disco tiene unos pasajes sinfónicos tremendos, con arreglos preciosistas que inequívocamente recuerdan al mejor Jeff Lynne de los 70, o al Alan Parsons de I Robot. Pero también tiene raíces sudamericanas en canciones como “Cactus” y la optimista “Tracción a sangre”.
En mi humilde pero decidida opinión, Fuerza Natural es el mejor disco de su carrera, por lejos. Imperdible por lo que contiene y lo que significa.
Dejémonos llevar por los signos ilegibles de la racionalidad: de la carátula con un jinete fantasmal dejando la ciudad a canciones como “He visto a Lucy”, aquí hay una suerte de despegue del mundo. Una partida fuerte, decidida, arriba de un caballo que vuela hacia quizás dónde. Se iba lejos Cerati, nos dejaba, nos avisaba sin saberlo. De eso ya han pasado dos largos años y ahí está, aún en sueño, flotando tal como lo retrata en este trabajo.
¿Por qué pasan estas cosas? Dios es guionista, digo, pero no me la compra ni mi mascota. La respuesta al misterio la tiene él y, como canta en “Tracción a sangre”, “está en el viento”. Y el mensaje final es que hay que sentarse a escucharlo más seguido. Antes de que sea demasiado tarde.
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