Revista Que Pasa

Evolucionarios revolucionarios

De pronto el ataque a la teoría de la evolución de Darwin llegó a nuestras costas. Pero si vamos a importar semejante polémica, sería bueno que nos pusiéramos de acuerdo en cosas básicas, como qué plantea la mentada teoría. Y, por supuesto, de qué hablamos cuando hablamos de "teoría". 

Hay teorías y teorías. Cuando el estado de Kansas, en EE.UU., decidió enseñar junto con la teoría de la evolución, la teoría “alternativa” creacionista o del diseño inteligente -que propone que el origen de la vida responde a las acciones deliberadas y racionales de un ser superior-, fundamentó su decisión diciendo que la evolución era “sólo una teoría” y que, en consecuencia, no se podían excluir otras explicaciones para el origen y evolución de la vida en nuestro planeta. En respuesta a esto, el físico

estadounidense Bobby Henderson envió una carta al Consejo de Educación de ese estado explican que, según su propia teoría, el universo había sido creado por un Monstruo Espagueti Volador (adjuntó un dibujo) y que, por ejemplo, el calentamiento global se producía por el disgusto del Monstruo Espagueti debido a la disminución del número de piratas. Para respaldar su afirmación, incluyó un gráfico que mostraba la relación inversa que hay entre la temperatura del planeta y el número de piratas. Su teoría, explicó, era también una alternativa a la evolución, por lo que debía ser parte del currículo de Ciencias.

En Chile, afortunadamente, las cosas no han llegado a esos extremos, aunque recientemente  un debate organizado por la Universidad de Chile gatilló una encendida discusión epistolar. Buen momento, entonces, para hablar de lo que es y de lo que no es la teoría de Darwin.

Hay vida antes de Darwin

Las ideas evolutivas son más antiguas que Darwin. Si miramos la naturaleza que nos rodea, rápidamente entendemos por qué. A simple vista, los organismos vivos parecen estar emparentados.  No parece que cada uno fuera una creación independiente, sino más bien cada uno una variación de algún otro. No es extraño entonces que muy tempranamente se comenzara a generar la idea de que la naturaleza es dinámica. Que evoluciona. Que especies similares (un chimpancé y un hombre, un caballo y una jirafa, una perdiz y una gallina) provienen de un ancestro común, de manera análoga a como las similitudes entre parientes se explican por sus antepasados comunes recientes.

Las ideas evolutivas son más antiguas que Darwin. Si miramos la naturaleza que nos rodea, rápidamente entendemos por qué. Los organismos vivos parecen estar emparentados.

Si las formas de vida en la Tierra evolucionan, cambian en el tiempo, esto significa que en el pasado debió haber organismos distintos a los actuales. Por eso, las ideas evolucionistas toman aún más fuerza cuando el francés Georges Cuvier, estudiando fósiles de mamuts y mastodontes, llega a la conclusión que se trata de animales extintos. En dos trabajos publicados en 1796, Cuvier abrió la ventana al cementerio de los antepasados de toda la vida que hoy inunda el planeta.

Cuvier, sin embargo, no creía en la evolución. Pero claro, aún Darwin no aparecía en escena.

La teoría evolutiva más popular por esos años era la de Jean-Baptiste Lamarck, quien pensaba que la vida evolucionaba gradualmente, en la medida de las necesidades de las distintas especies. Así, en su ejemplo favorito, imaginaba una jirafa que en el pasado tenía un cuello pequeño, pero que en la medida que lo estiraba para conseguir su alimento en los árboles lo alargaba. Aunque este alargamiento fuese imperceptible, Lamarck creía que sería heredado a sus crías, quienes seguirían estirando el cuello, acumulando el crecimiento generación tras generación. No había evidencia alguna a favor del mecanismo propuesto por Lamarck. No lo había porque era incorrecto. Hoy sabemos que nuestro material genético no es modificado por las necesidades que nos impone el entorno. Salvo mutaciones, los genes que recibimos de nuestros padres son los mismos que entregaremos a nuestros hijos.

 La evolución de la ensalada

La teoría de la evolución de Darwin, como la de Lamarck, nos dice que la acumulación de pequeñas variaciones, generación tras generación, ha creado toda la diversidad biológica. La gran contribución de Darwin fue la propuesta sobre el mecanismo que provocaba esta evolución: la selección natural. Dicho en los términos que hoy son aceptados, la cosa es más o menos así: los organismos se reproducen, y normalmente en cantidades mucho mayores de los que podrán sobrevivir. Éstos no siempre reciben la herencia de sus padres de manera perfecta, ya que se pueden producir pequeños errores o mutaciones, que dan origen a nuevas características, las cuales se transmitirán a sus descendientes.

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